El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 2| No me mires, no me hables, no respires.

Jennifer

La rabia e impotencia que siento en este momento no se comparan a nada de lo que haya sentido alguna vez.

El pelinegro que hasta el momento se mantenía inmóvil en la puerta mirándome como un idiota mira a mi padre y carraspea antes de hablar.

— Señor… ¿Acaso escuché bien? — me da una mirada fugaz y gruño. — creí que Michael se encargaría de seguridad de la señorita Campbell.

Miro al frente apretando las agarraderas de la silla. Que este idiota sea el hombre que se convertirá en mi sombra me hace enojar como nunca antes.

— Ese era el plan, pero después de lo que sucedió hoy en el aeropuerto no puedo permitir que la vida de mi hija corra peligro. Eres el único hombre en el que puedo confiar la vida de la persona que más me importa en este mundo.

Miro a mi papá y una ligera sonrisa quiere aparecer en mi rostro, pero al volver a mirar al idiota que está tan tenso como yo todo atisbo de sonrisa se me borra.

Debe estar tan consternado como yo. Ahora tendrá que cuidar a la misma niña malcriada que agredió en el pasillo.

Ahora que lo pienso… no es tan malo que se convierta en mi guardaespaldas, me encargaré de cobrarme su atrevimiento.

— Pero señor, ¿Y su seguridad? — el hombre se resiste y por primera vez me río, capto la atención de ambos, el idiota me fulmina y me cruzo de brazos mirándolo desafiante.

Sí muñeco, ahora tendrás que cuidar que mi lindo y suave trasero rubio no se lastime.

— Tengo a muchos hombres para cuidarme, además… la seguridad de mi hija es mi prioridad. — vuelve a su asiento y se acomoda para volver a mirar al guardaespaldas. — ¿Tienes algún problema con acatar mi orden? — Huy eso sonó a carta de despido.

Miro de soslayo al pelinegro. Noto su mandíbula tensarse, y su manzana de andan se mueve cuando pasa saliva con enojo.

Sexy.

Volteo la cara para no mirarlo de más.

Es un idiota, recuérdalo.

— En lo absoluto, señor. Acataré su orden sin ninguna objeción.

Un suspiro imperceptible se me escapa. Cuanto disfrutaré vengándome de este bombón.

— Perfecto. — dice mi padre con una nueva sonrisa complacida en su rostro. — está hecho, Kyle se encargará de tu seguridad las veinticuatro horas del día, no puedes despegarte ni un minuto de él, coordinaré para que trasladen su habitación al lado de la tuya y por favor, Jennifer. Compórtate. — me lanza una mirada de advertencia y solo ruedo los ojos.

¿Qué podría hacerle yo a esa bestia?

Mi mente comienza a maquinar muchas cosas indecentes. Siento mis latidos acelerarse por mis repentinos pensamientos.

— Tranquilo padre, mientras no note su molesta presencia no habrá problema. — me levanto de la silla y rodeo el escritorio para darle un beso en la mejilla.

Él sonríe.

— Gracias por comprender, cariño. — habla con calidez. — hago esto porque te amo.

Ajá.

Le sonrío una última vez y salgo del despacho no sin antes mirar mal al hombre que nos acompaña en total silencio.

¿Así que no es tan altanero frente a su jefe?

Pues que ironía, ahora su jefa soy yo.

Me encamino por el pasillo y me tenso al sentir su presencia a mi espalda.

Mi piel se eriza, mis piernas se ponen rígidas y estúpidamente la respiración se me acelera. Volteo abruptamente y casi choco nuevamente con su torso de acero.

Lo miro con rabia y él solo arquea una ceja. — ¿Por qué me sigue? Déjeme en paz. — noto un atisbo de diversión en su mirada, pero finalmente me observa irritado.

— Le recuerdo que no puedo hacer eso, soy su guardaespaldas.

Estúpida, Jennifer.

Gruño, creo que no lo soportaré cerca. No sé porqué acepté que este imbécil me acompañara, le voy a terminar sacando los ojos al final del día.

Me acerco amenazadoramente, pero a él nada parece doblegarle, se mantiene serio, inexpresivo. — no me mires, no me hables, es más… no respires cerca de mí… — le apunto con mi dedo, muy cercana a su rostro. Su aliento cosquillea en mi piel y me alejo. — conviértete en una sombra casi imperceptible y no tendremos problemas.

— Lo de ser su sombra no lo discuto. No tengo problema con serlo, no notará mi presencia, se lo aseguro. — dice con evidente molestia. — pero no puede pedirme que no la mire, que no le hable y que especialmente no respire cerca de usted. Esas son precisamente las cosas que debo hacer para cuidarla. — los vellos de mi nuca se erizan cuando siento su rostro a centímetros del mío, trago ruidosamente. Sonríe y se aleja.

Chillo en un nuevo arranque de histeria ante lo que mi cuerpo comienza a experimentar por este desconocido y muy insoportable hombre.

Continuo mi andar hasta la estancia principal donde Meg juego con el pito de una de las esculturas de mi padre. Ruedo los ojos y la llamo, esta chica tiene la palabra indecente plasmada en la frente.

Sonríe al mirarme, pero su mandíbula se descuadra cuando mira detrás de mí. Ok ya notó a mi sombra molesta.




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