El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 5| Cuando las máscaras se caen

Jennifer

Deslizo el vestido por mi cuerpo permitiendo que se amolde a mi figura.

Me siento exhausta, tanto física como mentalmente, pero le prometí esto a mi padre que iría con él a esa cena y no pienso fallar a mi palabra.

Se puede decir que desde que nací fui criada para ser la sucesora de mi padre. Supe por mi abuela materna, a quien no veo hace más de cuatro años, que mis padres deseaban que su primogénito fuera un varón.

Es normal. Para mi padre es muy importante preservar la seguridad de que su imperio continuará en pie después de que se retire. La mayoría prefiere a un hombre para ese papel, pero yo arruiné ese anhelo, nací niña y… me llevé a mi madre conmigo para poder hacerlo.

De seguro mi padre ese día tuvo dos grandes desilusiones; la pérdida de la mujer que más amaba y su primogénito para moldearlo a su imagen y semejanza.

No puedo decir que Charles ha sido un mal padre. Todo lo contrario, me ha protegido y amado desde que tengo memoria, después de la muerte de Gema, mi madre, me convertí en el amor de su vida.

Solo tenía ojos para mí, aunque era un hombre ocupado siempre sacaba el tiempo necesario para mimarme y demostrarme lo mucho que me quería.

Hasta que esa mujer llegó a nuestras vidas, después de eso… las cosas cambiaron. Papá obtuvo de ella todas las atenciones que supongo necesitó por años, las de una mujer no de una hija, pero que ignoraba al tenerme a su lado para recibir mi cariño.

Pero después me fui del país, y esa mujer lo aprovechó. Se le metió por los ojos y poco tiempo después en su cama. Ella le llenó la cabeza de mentiras, y al ser tan hermosa físicamente, mi padre calló en su hechizo.

Cuando regresé al país hace un poco más de dos años me encontré con la desagradable sorpresa de que él tenía una pareja, que mi padre rehiciera su vida no me molestaba, no podía ser tan egoísta para exigirle que no lo hiciera, entendía que él tenía necesidades, mismas que yo por más que lo quisiera no podía darle.

Lo que realmente me carcomía por dentro era la mujer que había escogido para dar ese gran paso, no sé si mi padre no lo nota o no quiere hacerlo, quizás él cree que a su edad no puede exigir toda la sinceridad de una persona, solo su compañía.

Ella no lo ama, estoy segura de eso. Lo triste es que no tengo pruebas, pero eso no evita que lo sienta en mi interior. Esa mujer no es buena para mi padre.

Ese fue uno de los motivos que me impulsó a no regresar en todo este tiempo, me sentía mal por mi padre que me suplicaba lo viniera a visitar, pero saber que se encontraba en compañía de esa oportunista me cabreaba sin medida.

Ahora están comprometidos y se casarán en un mes.

Siento como si el reloj hubiera empezado una cuenta regresiva y me aterra no detenerlo, no quiero que mi padre salga lastimado y sé que irremediablemente eso sucederá.

Hago una mueca al no poder subirme el cierre del vestido, abro la puerta para ir a buscar a mi amiga para que me ayude, pero el estómago se me revuelve al ver a la mujer frente a mí.

Hablando de la bruja de Blair.

— Sophie. — me sonríe y aprieto los labios, odio que ella use mi segundo nombre, lo amo más que mi primer nombre, y solo me gusta escucharlo de personas que tienen mi aprecio no de una oportunista que carga esa máscara de falsedad que en nada logra engañarme.

— ¿Qué haces aquí? — gruño irritada.

— Vine a conversar contigo. — sonríe como muñeca programada. Mira mi vestido y alza las cejas. — ¿Necesitas ayuda con eso? — señala el cierre. Niego con repulsión. — Oh, vamos… déjame ayudarte. — cierra la puerta y me voltea con cierta brusquedad.

Aprieto las manos en puños, sube mi cierre tocando mi piel en el proceso. Me erizo con una sensación desagradable recorriéndome el cuerpo. — tu piel es hermosa. — sé que está sonriendo, siempre lo hace. — pareces una muñequita de porcelana.

Volteo abruptamente para evitar su contacto. Necesitaré bañarme en desinfectante para quitarme su peste. — ¿Qué haces aquí? — vuelvo a repetir mi pregunta, estar en un mismo espacio con ella es molesto, despierta un lado animal en mí, me provoca tomarla por el cuello y asfixiarla hasta que se muera y deje a mi padre en paz.

Sonríe y camina dos pasos. Me alejo la misma distancia. Arquea una perfilada ceja al notar mi reacción.

No puedo negarlo, Miranda es preciosa. Cabello castaño hasta las caderas, cuerpo de sirena, una que otra cirugía en su cuerpo que la hacen ver despampanante, labios gruesos y ojos verdes. Eso no evita que toda su presencia me cause repulsión, porque yo conozco muy bien que todo eso es una fachada para ocultar la horrible persona que esconde en su interior.

— ¿Tanta repulsión me tienes? — su ceño se frunce ligeramente, pero solo un poco, como si le costara mantener su postura de mosquita muerta. — ¿Qué te he hecho para que me odies tanto?

— Enredar a mi padre entre tus redes, arpía. — abre los ojos desmesuradamente, debo también aceptar, que es muy buena actriz, cualquiera que no la conociera diría que es una simple víctima.

— Yo no lo enredé, yo lo amo. Tanto como él a mí. — intento reprimir mis ganas de saltarle encima para arrancarle cada cabello, es una descarada mentirosa. — ¿Por qué te cuesta tanto aceptarlo?




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