El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 6| Esto apenas comienza

Kyle

Mierda.

Por segunda vez he cometido un error que involucra a esta niña.

Noto la rabia brillar en sus ojos azules. Cuando espero que nos mande al carajo, y vaya a delatarnos con su padre, no pasa, simplemente se da la vuelta y se va.

Frunzo el ceño y muevo mis pies para seguirla, siento una mano rodear mi muñeca.

— ¿A dónde vas? — inquiere Stef a mi lado.

— ¿Cómo que a dónde? — la miro serio. — tras ella, o ¿Quieres que le cuente al senador lo que acaba de ver? — Stef abre los ojos con premura.

— Me despedirá. — dice y suelto el aire con tensión. — este es mi trabajo soñado Kyle, desde que trabajo para el senador mi vida ha cambiado para bien, no puedo perder este trabajo. —solloza.

— No lo harás. — sujeto su rostro entre mis manos. — prometo que esa niña no le dirá nada a su padre.

Ella baja la mirada y hace una mueca. — ¿Cómo conseguirás eso? — parpadea. — nos escuchó hablando de ella, cuando salió estaba… furiosa.

— Es su personalidad habitual. — le digo con algo de sorna. — confía en mí Stef, lograré que ella no abra la boca. — le aseguro.

Stef me mira y noto un deje de inseguridad en su mirada. — ¿Acaso… tú la seducirás? — frunzo el ceño. — ¿De esa forma lograrás que ella no diga lo que vio?

Alzo las cejas ante su pregunta, por supuesto que no haré tal cosa, pero… debo llevarla por el lado amable, esa chica puede llegar a ser en extremo insoportable y vengativa, necesito convencerla de buena manera para que no diga nada, si su padre se entera de lo que Stef y yo tenemos en secreto ambos seremos despedidos. Él ni siquiera nos dará la oportunidad de excusarnos, con esa política de cero relaciones en el trabajo es realmente estricto.

— No. — aseguro. — pero debo convencerla de que solo conmigo puede estar completamente segura, no hay nadie que pueda protegerla mejor que yo, hay muchas personas que quieren hacerle daño, y prometí cuidarla, debo cumplir con mi promesa.

Stef aplana los labios y no dice nada. No me gusta que empiece a celarme, ella sabe que lo nuestro no es una relación, solo nos divertimos y pasamos ratos agradables, no puedo ofrecerle más de eso y fue algo que ella aceptó cuando lo nuestro empezó.

— Debo irme. — me sonríe débilmente.

— Entiendo. — murmura. — te veo… el fin de semana.

Asiento y salgo detrás de la rubia. La busco en el gran salón y busco con la mirada a su padre, el senador sigue en su conversación con el presidente, no hay rastro de la rubia.

Ella no está aquí.

Me decido por salir a buscarla, voy a la entrada principal del hotel, y como lo sospechaba, la rubia está junto a una columna con el celular en su oreja. Me acerco a ella y sus ojos me enfocan.

Su ceño se frunce y cuelga la llamada. — ¿Qué quiere? Creí que estaba ocupado con su novia.

— No es mi novia. — no sé ni porque carajos le estoy dando explicaciones.

— Pues lo parecía. — gruñe y desvía la mirada. — Así que… ¿Eso piensa de mí?

— ¿Qué? — inquiero con recelo.

— Que soy una niña consentida, inmadura y que no se nada de la vida. — abro los ojos. — Oh y que además me encargo de pisotear a todo el mundo a mi alrededor. — sonríe con sorna. — vaya, creo que usted me conoce más que nadie y solo nos conocemos hace dos días.

— Lo dije por decir. — murmuro. Ella arquea las cejas y se acerca, me mantengo rígido, esperando que me mande al demonio.

— No creo que lo haya dicho sin ser lo que realmente piensa de mí. — me tenso cuando sujeta las solapas de mi traje y su aroma llega a mi nariz.

Huele a jazmín y vainilla. Es un aroma exquisito. Sacudo la cabeza, debo enfocarme en cuidar de ella y no en deleitarme con su aroma.

— Pero… ¿Sabe algo? — sus ojos encuentran los míos, tan azules, noto algo en su mirada que me pone inquieto. ¿Rabia? ¿Enojo? ¿Gusto? — me vale un carajo lo que usted y su noviecita opinen de mí. — me empuja y suspiro. — si le parezco todo eso que dijo, déjeme decirle que está lejos de descubrir quien realmente soy. — habla con ira contenida. — ¿Usted cree que mi vida ha sido sencilla? He tenido que soportar durante toda mi vida ser la hija de un hombre importante, no tener una infancia normal, o poder ir a la escuela como cualquier niño, toda mi vida tuve una maldita institutriz que me impartía clases en mi propia casa, ¿Por qué? Porque el simple hecho de ir a una escuela ya era un riesgo para mí, y después la secundaría, le rogué tanto a mi padre que me dejara ir a un colegio, al final accedió, me envió a la escuela más cara y prestigiosa de esta ciudad, pero tenía que tener a dos de sus guardaespaldas a mi lado a cada minuto del día, no tenía amigos, nadie se me acercaba al ver a los hombres intimidantes que me acompañaban… — baja la mirada. — sé que puede parecerle que mi vida ha sido perfecta por tener todos los lujos y no haber tenido ninguna necesidad, pero… perdí lo único que me hubiera hecho realmente feliz; mi libertad. — una lágrima rueda por su mejilla, y contengo el impulso de levantar mi mano y secarla.

Ahora me siento como una mierda, puede que ella sea un real incordio, pero en muchas cosas tiene razón, su vida no es perfecta, dista mucho de serla, yo también me sentiría como un ave con las alas rotas si tuviera que vivir siendo prisionero de mi propio destino. Yo me encargo de cuidar al resto, pero no quiero imaginar que se siente que alguien más cuide de mí, hasta tal punto de no poder hacer nada sin que otra persona se asegure de que es seguro y no ponga mi vida en riesgo.




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