El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 9| Tú eres un riesgo que quiero correr

Jennifer

Volver a Manchester es tan refrescante como renovador para mí.

En esta ciudad puedo caminar libremente por las calles sin temer en lo absoluto que me secuestren o asesinen. Y eso, ni siquiera toda la fortuna o la seguridad de mi padre puede regalármelo. Apenas ponemos un pie afuera del aeropuerto el aire frio cala en mi cuerpo. Tomo mi abrigo y me lo pongo.

Observo a Kyle que permanece en el mismo silencio sepulcral desde que tuvimos esa conversación. Al parecer no solo está resuelto a no volver a repetir lo que pasó ayer, sino que pretende no hablarme en lo más mínimo, a menos que sea enteramente necesario.

Me irrita su actitud y empiezo a arrepentirme de toda esta estupidez que hice para mantenerlo lejos de esa mujer.

¿Qué carajos pasó por mi cabeza cuando pensé en esa tontería?

Definitivamente este hombre me afecta a tal límite de hacerme perder el sentido común y actuar como una total idiota.

— Acompáñeme, debo alquilar un auto. — habla y asiento siguiéndolo sin dejar de mirar su espalda ancha y ese culo de muerte que se carga.

Kyle Anderson está como para comérselo con crema batida y fresas. A punta de mordidas y lamidas.

Caminamos algunas cuadras, sonrío metiendo las manos en los bolsillos de mi abrigo, me encanta el clima de Manchester, aunque es particularmente frío, es bastante reconfortante.

Llegamos hasta un grande parqueadero y no es hasta que estamos cruzando la entrada principal que me percato de un minúsculo detalle.

— Kyle. — el hombre voltea a mirarme. — olvidé decirle que tengo auto. No es necesario que alquile uno.

Frunce el ceño. — ¿Y cuándo pensaba decírmelo?

Sonrío avergonzada. — lo lamento, se me pasó. — me muerdo el labio.

Se me pasó por estar distraída mirándote el culo.

Exhala y asiente. — bien, iremos por su auto y después a su universidad, con suerte alcanzaremos a tomar un vuelo de regreso hoy mismo.

Aprieto los labios. El idiota está ansioso por regresar con su aventurilla. Cabeceo rígida, de nada me sirve hacer un drama ahora si ya habíamos dejado las cosas claras. Entre él y yo no puede volver a suceder nada.

Cosa difícil cuando mi guardaespaldas tiene la palabra “fóllame” pegada a la frente. Tan sexy e irresistible.

Subimos a un taxi e intento no sentirme afectada por estar en un espacio tan minúsculo junto a él. Su perfume es exquisito, y su presencia imponente me hace hipersalivar. Volteo a mirar la mano que tiene apoyada sobre su rodilla. Las venas surcan su dorso dándole ese aire sensual que lo caracteriza. Son grandes y bien cuidadas, lleva un reloj y puedo notar un pequeño tatuaje que surca el lateral de su mano.

“Rose”

¿Quién carajos es Rose? ¿Y por qué tiene su nombre tatuado en la piel?

¿Acaso una exnovia? o peor aún ¿Exesposa?

Lo miro curiosa y noto como su entrecejo se hunde. — ¿Por qué me mira así? — voltea ligeramente para dedicarme una mirada fría. Sus ojos negros son un espectáculo hermoso de admirar. Siempre creí que los ojos más bellos eran los claros, como los míos. Pero después de conocer a Kyle Anderson me doy cuenta de que esa profundidad y oscuridad que transmite cada vez que te mira, logra hacerte temblar de miedo y excitación. Es como un misterio que deseas con fervor descubrir.

— Tenía curiosidad por su tatuaje. — por mero instinto llevo mis dedos a esa zona. Acaricio la tinta que forma las letras cursivas más bonitas que he visto. Noto su recelo y retiro rápidamente mi mano. — ¿Qué significa? — inquiero volviendo a mirarlo. — ¿Quién es Rose?

Pasan unos segundos en los que se dedica a mirarme como si yo fuera un ser incomprensible y particular. — una persona muy importante para mí. — dice a secas y siento un pinchazo en mi interior.

— ¿Alguien a quien ama? — no puedo controlar mi pregunta. No sé ni porqué mierdas le estoy preguntando estas cosas.

Él sonríe y vuelve a mirar al frente. Como si el recuerdo de esa persona fuera lo mejor que podría poseer.

— Sí, definitivamente la amo. — responde con convicción. Aprieto los labios y alejo mi vista del idiota a mi lado.

Sí, difinitiviminti Li imi.

Imbécil.

Escucho una ligera risa que hace cosquillear mis tímpanos. En seguida los vellos de mi nuca se erizan ante tal sonido ronco y sensual. Volteo a mirarlo ceñuda. — ¿Qué es tan gracioso?

— Su reacción. — sus ojos me observan juguetones y tengo que tragarme la saliva que se acula en mi boca al verlo tomar esa expresión. — la amo porque es mi madre.

Mi boca se abre de la impresión. El hombre se carcajea haciendo que mis mejillas se pinten de rojo. Inevitablemente termino riéndome también.

Debí haber parecido una idiota.

¿Y lo dudas?

Responde esa voz cantarina en mi cabeza.

— Lo siento, creí que… ya no importa. — bajo la mirada a mis manos.

— Solo he amado a dos mujeres en mi vida, mi madre y mi hermana menor. Absolutamente a nadie más, y estoy conforme con eso. El amor no es algo que llame mi atención.

Vuelvo a mirarlo curiosa.

— ¿Acaso le rompieron el corazón alguna vez, señor Anderson? — me observa sin parpadear. — lo digo porque habla del amor como si fuera lo peor del mundo.

— Lo es. — afirma. — y no necesito haber tenido una mala experiencia en el amor para confirmarlo. Es una debilidad absurda que nada bueno puede darte, más que incertidumbre, problemas e inestabilidad emocional. Una real pérdida de tiempo.

Alzo las cejas.

— Vaya. Usted es todo grinch del amor. Que curioso. — recito haciendo que entrecierre los ojos.

— ¿Y es que usted sabe mucho del amor, señorita Campbell? — me muerdo el labio.

— No, yo tampoco me he enamorado, Kyle.

Sus negros luceros me observan con intensidad. ¿Y así él quiere que me aleje y olvide lo que pasó?




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