El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 10| Tú eres la causa de todos mis delirios

Nota aclaratoria: Bellas lectoras, sé que esperamos el tan anhelado delicioso, sin embargo saben que esta novela no es de clasificación de más de 18 años, por lo tanto no podré entrar en muchos detalles en cuanto al sexo, se los advierto desde ahora jajaja quizás me anime y suba un pequeño libro con los capítulos más candentes para darles con lujo de detalles todo lo que hacen este par de loquillos, este por supuesto clasificación más de 18, para satisfacer el morbo de mis pervertidas lectoras que quieren cada detalle de ese semental ;D. Sin más que decir, disfruten de este delicioso capítulo.

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Jennifer

Sus fuertes manos sujetan mis caderas mientras nos devoramos en el asiento trasero de un taxi. Nos terminamos de volver locos, llevo una botella de vodka en mi mano, cuando separamos nuestras bocas es solo para bebernos ese potente licor que lo único que hace es acrecentar estas ganas de comernos hasta los huesos.

Pongo el pico de la botella en su boca y la levanto para que beba del líquido transparente. Miro su manzana de adán moverse sensualmente al tragar. Me muerdo los labios y pego mi lengua a esa zona. La arremolino sobre su garganta, siento como sus manos me aprietan con más fuerza.

¡Maldita sea!

La ropa me estorba y su bulto me lastima la entrepierna.

¡Quiero que me coja ya!

Conozco a Kyle Anderson lo suficiente como para saber que si no lo mantengo entretenido se arrepentirá de esto. Es demasiado correcto y rígido. Necesito ablandar su resistencia.

Busco su boca y sujeto su labio inferior entre mis dientes, nos miramos a los ojos y no puedo con la intensidad calcinante de su mirada.

¡Qué hombre, joder!

— Ejem… Llegamos. — dice el pobre taxista que viene más rojo que un tomate. Kyle tuvo que darle doscientos dólares para que no reclamara por nuestro indecente espectáculo en su asiento trasero.

— Gracias. — murmura el pelinegro bajando del auto sin soltarme la mano.

Entramos al edificio entre tambaleos y risas estúpidas que llaman la atención del conserje. — ¿Señorita Campbell, se encuentra bien? — mira con desconfianza al hombre a mi lado.

— ¡Mejor que nunca, Carlos! — frunce más el ceño al notar mi estado.

— No grites. — me murmura el pelinegro haciendo cosquillear mis partes de señorita cuando su cálido aliento golpea mi oído. — el pobre hombre está espantado.

Me carcajeo como una loca. — señorita.

— Estoy bien, Carlos. Hablo en serio. — intento que mi voz suene convincente, pero joder, estoy más caliente que otra cosa, solo quiero ir a follar con el Adonis que tengo al lado y este amable y entrometido señor me lo está impidiendo.

— No parece estarlo. — suspiro y me acerco tambaleante hasta él.

— Mire Carlos, soy una mujer adulta y sé lo que hago, no necesito un sermón suyo. — aprieta los labios. — ahora… ¿Puedo subir o me impedirá ir al departamento que es de mi entera propiedad?

— Claro que no. Por favor, llámeme si necesita ayuda.

Su comentario me hace reír nuevamente.

¿Ayuda?

Quizás un bombero para que apague las llamas que me queman el cuerpo cuando lo miro, Kyle se ve desastroso, con la camisa desabotonada y maltrecha. El cabello que siempre lleva perfectamente peinado ahora es un desastre que lo hace ver malditamente delicioso. Me muerdo el labio y le hago un ademán al anciano para que se quede tranquilo.

Camino nuevamente hasta mi guardaespaldas. Subimos al ascensor y no pasa ni un segundo de que la puerta se ha cerrado cuando ya lo tengo encima de mí. Su mano sujeta mi nuca y su aliento caliente me pega en la cara antes de volver a fundirnos en un candente beso.

— Ese pobre hombre sospecha que abusaré de ti. — muerde mi labio inferior y jadeo. Bajo mis manos por su cuerpo, duro y grande.

¡Joder!

— Pues ese hombre tiene la razón. Puedes abusar de mí todo lo que quieras. Al final de cuentas yo terminaré por devorarte esta noche. — paso mi lengua por sus labios robándole un gruñido ansioso.

El ascensor se abre y salimos dando tumbos por el pasillo. Entre besuqueos y manoseos que nos hacen casi imposible llegar a mi puerta. Cuando lo hacemos me pega a ella y siento su lengua jugar en mi cuello, muerde y tortura mi piel haciendome apretar los labios para no gemir en mitad del pasillo.

Mierda. Creo que mi ropa interior se pulverizó.

— La llave. — jadeo buscando en mi cartera. La borrachera y la calentura me hacen torpe, tiemblo tanteando a ciegas, no puedo encontrarla.

— Eso no es problema, Podría follarte aquí mismo. — me muerdo los labios cuando sus manos suben por mis piernas desnudas.

¡Y es que este idiota pretende generarme un infarto!

— Muy tentadora tu propuesta, pero me urge tenerte en una cama conmigo montándote. — mis palabras lo vuelven un poseso.

Gruñe y me voltea haciendo que mi mejilla y mis pechos se aplasten contra la superficie helada de la puerta.

— Eres una incitadora. — me estremezco cuando sus fuertes manos me aprietan los glúteos. — lograrás que te posea sin tacto ni miramientos.




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