El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 11| Nuestra burbuja

Soundtrack: The Weeknd - Earned It

Jennifer

Compartir departamento con mi mejor amiga siempre ha sido todo un embrollo. ¿Por qué? Porque esa maldita pelirroja es una total ninfómana. Cada día desde que nos decidimos por compartir departamento era un ir y venir de chicos que desfilaban ante mis ojos.

Unos muy apuestos, otros no tantos.

Unos altos, otros bajitos.

Morenos, blancos, asiáticos, y latinos.

Un montón de hombres que pasaron por la cama de mi amiga y que ella presumía orgullosa como su fuera todo un logro haber follado con la mitad de la población masculina de esta ciudad.

Siempre me pregunté ¿Qué era aquello que le gustaba tanto del sexo como para tener una vida sexual tan malditamente activa?

Hoy, gracias a un potente hombre de un metro ochenta y siete, boca y manos mágicas lo he descubierto.

¡Este es el puto paraíso en la tierra!

Habíamos pasado todo el día cogiendo por cada maldito rincón de esta casa; empezamos en la cocina después de la maldita zurrada que me propinó. Todavía me duele el culo, pero ese dolor es insignificante al que siento en la entrepierna.

¡Ese hombre es pura potencia y desenfreno!

Debí haberlo sospechado con ese primer beso. Un hombre normal no te agarra del pelo amenazando con arrancártelo y te devora la boca con tanto fervor en un arranque de histeria.

Después de la cocina pasamos a mi alcoba. Mi cama debe tener uno que otro tornillo desajustado de lo mucho que traqueteó. He descubierto, que además de buen guardaespaldas es excelente albañil; taladra y martilla como todo un profesional.

Luego en el baño. Creo que estuve a punto de partirme la cara un par de veces ante su intensidad. ¡Casi me quiebro el cuello cuando se le ocurrió una postura… extraña! No me pregunten cúal.

Luego en mitad del pasillo, eso fue más rápido, solo una empotrada contra la pared y vi mi vida pasar frente a mis ojos. Este hombre me tenía delirando y no sabía que sería de mi maldita existencia cuando toda esta burbuja de sexo y felicidad se rompa.

Eso sucederá hoy mismo. Son las seis de la tarde, el atardecer pinta de naranja el cielo, y aquí me encuentro sentada sobre mi guardaespaldas, dándonos otra deliciosa sesión de potente sexo, como si ya no hubiéramos tenido suficiente hoy.

Jadeo llevando la cabeza hacia atrás, Kyle pasea sus labios por mi cuello, su barba cosquillea en mi piel y suspiro cuando me da la vuelta en el sofá y queda sobre mí. Sus ojos negros se conectan con los míos y el aire escasea en mis pulmones.

¿Cómo puede ser tan hermoso y malditamente bueno en esto?

Debe ser una injusticia ser un Dios en la tierra y no ser venerado como se lo merece.

Tiene el cabello húmedo pegado a la frente, había acabado de salir de la ducha. Cuando salió envuelto en una miseria de toalla con la cual solía secarme la cara, solía. No pude evitar saltarle encima como una maldita depredadora.

De por si ya era el ser más sexy que había conocido, y sumándoles las gotas que caían por su torso como perlas y su cabello negro rebelde que por más que se lo llevara hacia atrás hacía todo por despeinársele. Ustedes se imaginaran que perfección presenciaron mis mortales ojos.

Un jodido Dios.

Las gotas de agua que caen de su cabello me salpican la frente cuando se inclina para besarme e inevitablemente me río.

Estamos muy desquiciados. Parecemos dos conejos que no se sacian.

Kyle me mira y arquea una ceja. — ¿Coger conmigo te parece muy gracioso? — inquiere algo ofendido.

— Puedo jurarte que ese sería el último de los calificativos que le daría a esto que no hemos parado de hacer desde que descubrimos la octava maravilla del mundo. — sonríe con picardía y me muerdo el labio peinando su cabello hacia atrás. Me pierdo en la belleza de su rostro, tan masculino, con facciones fuertes, pero sin imperfecciones. Ni una sola. Parpadeo intentando encontrar una jodida peca o un punto negro. Pero fallo en el intento. Su nariz es recta y sus labios con el grosor perfecto.

— Deja de mirarme de esa forma mientras sigo dentro de ti, es… incómodo.

— ¿Por qué? — bajo mis manos por sus hombros fuertes. — ¿Acaso el hombre correcto quiere salir de su escondite a importunar justo en este momento? Dile que se quede en donde sea que está, me cae gordo. — vuelve a sonreír.

— No, pero me hace recordar que eres demasiado buena e inocente para mí.

Alzo las cejas.

— ¿Yo inocente? ¿Y sobre todo… buena? — me carcajeo haciéndolo negar. — soy una pervertida que se inventó un pretexto para llevarse a su guardaespaldas lejos en un plan perfectamente elaborado para follárselo manteniéndolo alejado de una impertinente asistente y… ¿Sabes qué? Soy una arpía malévola, no tengo nada de buena créeme.

— Lo sabía. — gruñe intentando separarse de mí, pero se lo impido, enredo mis piernas en su cintura sujetándolo con fuerza. — eres increíble.

— Lo sé. — le lanzo un guiño junto a un beso, gesto que no le hace gracia. Está cabreado, pero así me gusta más, así me coge más rico.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.