El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 13| Escarmiento

Jennifer

Mi mente no da crédito a lo que mis ojos presencian.

Siempre creí que mi mejor amiga estaba un poco loca, Oh bueno, no un poco, totalmente desquiciada.

Fui testigo de muchos de sus enredos de una noche. Pero jamás, nunca en mi puta vida creí que presenciaría algo como esto.

Ella y yo somos un par de confidentes. Pero ¿Qué tan perturbador puede ser ver a esa amiga tan especial en una escena como la que mis ojos están observando?

Sin duda alguna es lo más bizarro que me ha pasado en mi existencia.

Para ponerlos en contexto, al abrir la puerta me he encontrado nada más y nada menos que a la pelirroja de rodillas frente a… ¡Michael! Por la posición en la que están puedo ver perfectamente lo que mi querida mejor amiga le está haciendo con la boca. Y… todo eso que entra en su garganta con total dificultad ¡Joder!

El moreno la tiene sujeta del cabello y todo es tan sucio que mis mejillas en un minuto se encienden.

El primero en percatarse de mi presencia es Michael, que se separa abruptamente de la pelirroja para mirarme con total pavor. — Señorita Campbell. — lo miro ceñuda por unos segundos, pero irremediablemente mi vista se desvía hacia el sur.

Y no crean que soy una pervertida, bueno, quizás un poco, pero… es que es imposible no mirar “aquello” que el hombre carga entre las piernas.

¡Santa mierda!

¿Acaso es esa una tercera pierna?

Parpadeo absorta y totalmente alterada con la vista de ese ejemplar.

¡Es un monstruo de tres piernas!

— ¡Amiga! — desvío la atención de tal espectáculo y observo a la pelirroja que se levanta del piso con una sonrisa nerviosa. Se limpia las comisuras de la boca con total descaro y se acerca a mí para abrazarme por el cuello. — ¡Qué bueno que volviste! Te extrañé tanto.

— Aléjate. — gruño. — primero lávate la boca, hueles a sexo. — ella se carcajea como si todo fuera un chiste, y no le encuentro lo divertido a esto.

¡Estaban follando en la casa de mi padre!

No quiero imaginarme el escándalo que desataría si se llegara a enterar de esto.

— Señorita Campbell, lo lamento mucho. — el moreno intenta acercarse y levanto una mano con espanto al ver sus intenciones.

— Ni siquiera te atreves a acércate con ese monstruo que te cargas. — arquea una ceja sin comprender y suspiro observando los grabados del techo. — ¿Puedes ponerte algo? Por favor. — lo reprendo.

— Oh. — su sonrisa pícara al notar mi nerviosismo me hace retorcer, camina por la estancia en busca de su ropa interior.

— Chocolatito. — le dice la pelirroja y abro los ojos ante su apelativo. — recuerda que lo dejaste en el baño, cuando follamos en la…

— ¡Ya! — me exalto y ella pega un brinco en su puesto.

— Perdón. — juega con sus manos, pero sé que de arrepentida no tiene nada, es más, sé que se está esforzando por no carcajearse.

Después de unos minutos Michael sale del baño totalmente vestido. Se acerca a la puerta y antes de irse se da la vuelta y me mira suplicante. — sé que no debo pedirle esto, más aún después de lo que presenció, pero por favor, señorita Campbell, le suplico que no le diga nada al senador, y menos a Kyle. — parpadea temeroso. — Él me colgará si sabe que me metí con su amiga.

Sonrío de medio lado. No te matará porque él se metió con la hija del senador.

— Vete ahora. — me hago la enojada.

— Señorita…

— ¡Que te vayas! — gruño. — no les diré nada, pero que esto no vuelva a repetirse.

Él asiente y sale corriendo sin tan siquiera mirar a la pelirroja.

— Aguafiestas. — me dice y la miro incrédula.

— ¿Hablas en serio? — pongo mis brazos en jarra y camino por la estancia como león enjaulado. — te acabo de encontrar comiéndotele… esa cosa al moreno ese y tú no tienes ni una pizca de vergüenza. Eres el colmo.

— ¿Por qué me avergonzaría? — se encoge de hombros y se tira sobre su cama. — ese chocolate está demasiado apetecible como para dejarlo derretirse sin habérmelo saboreado antes.

— Eres increíble. — me siento en el borde de la cama sin poder creer que ella sea tan descarada.

Tú no digas nada. Acabas de mentirle descaradamente a tu señor padre, cuando te pasaste todo el fin de semana devorándote a ese bombón.

Maldita vocecilla impertinente.

— Hey, rubia. — parpadeo mirándola. — ¿Qué pasa? ¿Tan mal te dejó ver ese monumento de hombre? — dice y sonrío.

— He visto mejores. — Y sí que los he visto. En particular ese pelinegro ardiente y perfecto.

— ¿Tú? — se carcajea como si le hubiera contado un buen chiste. — te lo creería si me dijeras que te follaste al Dios griego que te cargas por guardaespaldas.

La miro en silencio por unos segundos y su sonrisa burlona desaparece.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.