El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 18| No eres mi dueño

Soundtrack: Don't start now – Dua Lipa

Jennifer

Los días habían pasado y ya me sentía un poco mejor. Pasé dos días más en cama, me sentía terriblemente, y no solamente por mi resfriado, tener a Kyle en el mismo lugar me afectaba. Así que decidí permanecer la mayoría del día encerrada en mi habitación para no tener que verlo.

Hoy es jueves y en la noche saldré con Jason. Me vi tentada a cancelarle, lo cierto es que no me siento con ánimos de salir, pero mi mejor amiga es tan insistente que no me dejó desistir de la cita de esta noche.

Ahora nos encontramos en un spa, Meg alega que debo verme regia para el rubio. Me sigue pareciendo una tontería, pero decido seguirle el juego para que no me agobie todo el día. Esa chica puede ser realmente molesta cuando se lo propone.

Lo cierto es que necesitaba esto. Llevaba muchos días tensa y sintiéndome como una persona totalmente diferente a la que soy. Creo que he llorado lo suficiente por él, a partir de ahora me dedicaré a superarlo.

No es como si él y yo hayamos compartidos momentos memorables, solo follamos, según sus propias palabras.

— Esto es vida. — dice la pelirroja mientras le masajean la espalda. Sonrío con los ojos cerrados, mis músculos tensos y adoloridos agradecen la atención de las fuertes manos que presionan sus nudillos sobre mi zona lumbar. Este era un spa en el que solo habían hombres masajistas. — un poco más abajo, guapo. — le dice al chico que la masajea y me río cuando se pone nervioso y baja hasta casi el inicio de sus nalgas.

— Dese la vuelta. — me dice el hombre que me está masajeando. Me doy la vuelta y quedo boca arriba. No llevo una mierda encima, el desconocido me puede ver los pechos. Solo hay un pequeño paño que cubre mi zona íntima, me siento como una exhibicionista.

Empieza a masajear mis piernas con sus fuertes manos, estoy toda llena de aceite, facilitándole la tarea de que sus manos se deslicen por mi cuerpo con total facilidad. Esto parecería sucio y pervertido, pero no lo es. Todos estos chicos son profesionales, y por más que alguien se les ofrezca ellos mantienen su postura profesional.

Y es que están muy bien a la vista.

El chico que me masajea me mira por un segundo con sus bonitos ojos verdes y me sonrojo retirando la mirada. Sonríe levemente y sigue en su tarea de manosearme, digo masajearme.

Baja a mis pies y toma uno de ellos para hacer presión con sus yemas en mi planta. No sé si soy yo, pero su forma de mirarme me está poniendo nerviosa. Cierro los ojos y disfruto de lo relajante que es esto. Pasa al otro y repite la acción, cuando ha terminado me siento renovada.

Me siento en la camilla y recibo la bata que me tiende. — pase a la bañera de hidromasaje, iré en unos minutos.

Asiento y me levanto para ir a otra sección del spa. Dejo a mi amiga en buenas manos, literal. Ella sonríe dichosa mientras el rubio toca sus… ¡Dios!

Olviden lo que dije antes, esto si es sucio y pervertido. Pero a la mierda, todas las mujeres nos merecemos que nos consientan de vez en cuando, y más si se trata de especímenes tan bien hechos.

Salgo de ahí y me dirijo a la sala de hidromasaje. Me quito la bata y entro al agua, está a la temperatura adecuada, y huele a diferentes aromatizantes que me hacen aspirar con placer.

El hombre que hoy se ha encargado de llevarme al cielo con sus manos mágicas se para a unos metros y prepara algunas cosas en una pequeña mesa. Cuando termina viene hacia mí y se coloca a mi espalda. Me deja ubicada con el cuello extendido y comienza a dar pequeños masajes a mi rostro con algún aceite. Sonrío complacida. Esto es vida, joder.

Pasan los minutos y me relajo totalmente recibiendo sus atenciones. Pues sí cobran bastante, pero vale la pena cada puto centavo. Este es mi spa favorito, y no había venido desde hace mucho tiempo. El personal había cambiado en su mayoría, ahora los hombres se veían mucho mejor, como el hombre a mi espalda.

— Le dejaré la mascarilla por diez minutos. Relájese, volveré en ese tiempo. — asiento y me quedo en esa posición sintiendo como el agua burbujea a mi alrededor.

Me relajo totalmente, me permito no pensarlo durante un rato, solo medito sobre mi vida. Me queda prácticamente la mitad del tiempo en este lugar, después volveré a Manchester y dejaré de verlo.

Podré soportarlo.

Solo tengo que dejar de verlo para superarlo.

Suena bastante sencillo, la cuestión es que lo sea realmente.

Pasan los diez minutos y el masajista regresa. Me retira la mascarilla y lava mi cara con delicadeza. Increíble como sus manos pueden ser tan fuertes a la hora de masajear tu cuerpo, y tan suaves y delicadas al tocar tu piel.

— Listo. — se mueve y puedo incorporarme. Toco mi piel, tersa y suave.

— Gracias. — le sonrío y me sonríe de vuelta.

— Fue un placer atenderla, señorita Campbell. — lo veo salir apreciando esa ancha espalda y apetecible trasero. Rico.

¿Qué rayos está pasando conmigo?

Juntarme mucho con esa loca me está haciendo mal.

Salgo de la bañera y me seco el cuerpo con la toalla que dejó doblada en un pequeño banco. Voy a los vestidores y me cambio. Cuando he terminado me dirijo a la recepción, mi amiga aún no sale, así que me acerco a pagar. Puedo sentir una intensa mirada a mi espalda, y no tengo ni siquiera que voltear para saber quién es.




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