El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 19| Estás enamorado

Soundtrack: Sam Smith - How Do You Sleep?

Kyle

No lo soporto.

Una profunda rabia surge en mi interior quemándome las entrañas y generándome una sensación que nunca jamás había experimentado.

Había decidido dar un rápido recorrido a la gran mansión. No pude dormir en toda la noche de solo imaginar lo que ese maldito rubio podía estarle haciendo. Rodeé la propiedad y me encontré el área de la piscina.

Sabía que acabar con mi extraña relación con la rubia sería difícil, pero jamás imaginé que me generaría esta molestia tan profunda.

La veo metida en el agua, con ese maldito imbécil tocándola y devorándole la boca. La había perdido, lo sabía, y eso se sentía como la mierda.

Se supone que solo fue sexo para mí.

Ahora ya no puedo asegurar eso, no cuando la sangre me hierve al verla en brazos de alguien más.

¡La quiero conmigo, joder!

Vuelvo al auto al no encontrarle sentido a esto. La estaba espiando como un puto acosador, y se supone que yo la protejo de los hombres así. Me estoy convirtiendo en lo que más odio. Definitivamente ella me está cambiando, no sé si para bien o para mal, pero desde que esa niña llegó, mi vida dio un giro de 180 grados.

Pasa media hora más y finalmente la veo salir por la puerta principal. Trae el cabello húmedo y el riquillo idiota la tiene sujeta de la cintura. No la suelta ni un solo minuto, parece una maldita lapa.

— Te escribiré para salir. — le dice el idiota y ella asiente con una sonrisa.

— Bien, te veré pronto. — intenta moverse para venir en dirección al auto, pero el tipejo ese la detiene para volver a devorársele la boca.

¿Acaso ya no tuvo suficiente con lo de anoche y esta mañana?

No, por supuesto que no. Con Jennifer nunca se tiene suficiente. Yo lo sé perfectamente.

Por más que la he hecho mía un sinfín de veces, todavía no logro calmar estas ansias de su cuerpo, de su bella sonrisa, de su personalidad irritable y a la vez espontánea y encantadora.

— Debo irme. — le dice separándose discretamente del rubio.

— Te extrañaré. — la mira con intensidad y retiro la mirada.

Ese hombre tiene una obsesión con ella. Lo supe desde el primer momento en que lo vi mirarla. Es como si Jennifer fuera una Diosa a la cual venera, y pues… al parecer se me está pegando el mismo síndrome.

¿Y es que quien no veneraría a una mujer así?

¡Es perfecta!

— Adiós. — logra separarse finalmente y camina alejándose de él. El rubio me mira con expresión seria y le mantengo la mirada.

Cabrón. Si no fuera por Jennifer, y su posible reacción si le tocara un pelo ya lo hubiera hecho candidato a reconstrucción facial.

— Andando. — me dice la rubia que pasa por mi lado sin dirigirme la mirada.

Aprieto la mandíbula y rodeo el auto para subirme en el asiento del piloto. Salgo con ella de la mansión y respiro profundo intentando no actuar por mero instinto llevándomela lejos de acá para encerrarla en un lugar apartado y tenerla solo para mí.

Eso sería prácticamente secuestrarla. Podría hacerlo sin ningún problema, pero las consecuencias serían muy graves sin duda.

¿En serio lo estás considerando?

Inquiere mi conciencia y sonrío. Sí, definitivamente esta mujer me ha robado toda la razón.

— Detente en aquella farmacia, necesito comprar algunas cosas. — escucho su voz y asiento desviando el auto de la carretera para parquearme frente al lugar. — no tardaré.

— Iré contigo. — frunce el ceño.

— Solo será un minuto, no necesito que me sigas a todos lados como un perro faldero. — Ok. Supongo que seguiremos violentos.

— Es mi deber cuidarte, así te fastidie tenerme cerca.

— Puto. — me dice y abro la boca. Ese es un nuevo insulto. Bastante ridículo, por cierto.

Se baja del auto y gruño apagándolo para seguirla. Entra a la farmacia y se para frente al mostrador. Me mira con el ceño fruncido.

— ¿Esto es necesario? — habla entre dientes. — necesito privacidad, idiota.

— Puedes pedir lo que quieras, yo no estoy aquí para juzgarte, solo te protejo.

Me dedica una mala mirada y la mujer se acerca para tomar su pedido. — ayúdeme con una inyección anticonceptiva trimestral y un paquete de… tampones. — dice en un susurro y carraspeo mirando a otro lado. Ahora entiendo lo de la privacidad. — ah y también me llevo una de estas.

La miro en el preciso instante en el que toma una caja de condones de un pequeño dispensador. Frunzo el ceño.

Esta niña quiere conocerme de verdad.

— Serían veinte dólares con setenta y cinco centavos. — le dice la farmaceuta que no deja de mirarme a cada tanto. Sonrío con malicia.

— Tenga. — le tiende la tarjeta de crédito y aguarda a que le cobre.

— Yo también compraré una de estas. — le digo a la chica tomando una caja de condones solo para molestar a la rubia.




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