El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 21| Rescate

Kyle

Decir que estoy furioso es poco.

Gruño con mi cabeza pegada al respaldo del asiento del auto. Soportar verla sonreír con ese idiota fue un tormento. Verla entre sus brazos, besándolo y él tocándola como tanto deseo me carcomió las entrañas. Pero lo que terminó de matarme fue verla salir con él, en planes de…

Joder.

No estoy bien y lo sé.

Llevo semanas así, sintiéndome perdido y cada vez más confundido por lo que siento por ella.

Sé que la quiero, eso ya está más que claro.

Pero… ¿Hasta qué punto soportaré verla en brazos de otros? No soy ciego, y ahora sé que tengo un jodido corazón que se estremece cada vez que la miro.

Observo al auto que tengo a unos metros. Puedo verlos perfectamente, así como notar sus movimientos, ella está sobre él, recargada en su hombro y él la toca con ansias.

Hijo de puta.

Pasan un par de minutos más y la falta de movimiento por parte de la rubia hace que me enderece en el asiento.

Antes de tan siquiera moverme para abrir la puerta el auto sale del estacionamiento y emprende carrera en la grande avenida.

Maldigo golpeando el volante e intento prender el auto. No enciende.

¡Debe ser una puta broma!

Me bajo del carro para abrir el capó mientras marco a su número, me envía a buzón y maldigo una vez más al ver que el auto no tiene computadora.

Alguien lo saboteó, y debe ser un cómplice del malnacido que se la acaba de llevar.

Cierro el capó de golpe marcando al número de Michael.

Siento una profunda ansiedad que se acumula en mi garganta. Me desabrocho el cuello de la camisa al sentirme sofocado.

Me pasé toda la noche mirándolo como mi oponente, en lugar de un potencial peligro para Jennifer.

— Jefe. — escucho al moreno del otro lado de la línea.

— Necesito que vengas a un lugar, te mandaré la ubicación. — le digo pasándome la mano por la cara.

— ¿Qué pasó?

— Secuestraron a Jennifer, un tipo se la llevó.

— Pero, ¿Cómo…?

— ¡Era su supuesta cita! — gruño mordiéndome el puño para no gritar. — es una maldita irresponsable, confía en todo idiota que se le cruza al frente.

— Debo informarle al senador. — me dice y asiento cerrando los parpados.

— Lo sé. — suspiro. — necesito que movilicen a los hombres, la localizaré con el rastreador, no tardes.

— En seguida salimos para allá.

Se corta la llamada y pasan los veinte minutos más largos de mi vida. Cuando Michael llega junto con dos camionetas más llenas de hombres, le informo la ubicación que pongo en la pantalla del auto.

Emprendemos marcha por la larga avenida rumbo a la ubicación de la rubia, está bastante lejos, por lo menos una hora en auto y todo el camino me voy automaldiciendo por no haber estado más atento.

— No es tu culpa. — me dice el moreno deduciendo quizás el motivo de mi angustia.

— Debí cuidarla mejor, la dejé en manos de ese tipo…

— Ella lo quería, por lo que me cuentas estaba muy entusiasmada con él. — frunzo el ceño.

— Aun así no debí descuidarla. Mierda, esto estaba tan bien planeado, el imbécil sabe hacer las cosas bien, se ganó su confianza, y logró despistarme, a veces pienso que trabajar para ella es más un error que otra cosa. No logro enfocarme en mi trabajo al cien por ciento.

— Estás enamorado, es normal. — sonríe de lado y lo miro mal.

— No es momento para que te pongas a bromear, — gruño sujetando la tableta en mi mano. — estamos a treinta minutos, apenas lleguemos tendremos que armar un plan de rescate, no creo que actúe solo.

— Ella estará bien, al parecer lo que harán es pedir el rescate, no la lastimarán, ya lo hubieran hecho si ese era el objetivo.

— ¿Cómo lo tomó el senador? — inquiero y él me observa con algo de condescendencia.

— Bueno, está bastante enojado, pero la angustia le puede más, así que ahora solo está rogando para que la encontremos y se la llevemos sana y salva.

— Él no me perdonará este error. Es la segunda vez que la secuestran estando bajo mi cuidado. — miro por la ventana sintiéndome preocupado, no quiero que el senador me aleje de ella, sé que soy el más apto para cuidarla, solo que a veces… ella logra nublar mi razón.

— Tranquilo, tú solo demuéstrale lo que eres capaz de hacer por ella, él no te quitará el puesto.

— ¿Por qué estás tan seguro de eso? — sonríe sin retirar la mirada de la carretera.

— Digamos que… le guardo un pequeño secreto. — frunzo el ceño sin comprender. — uno que destruiría su imagen pública si llegara a salir a la luz.

Me quedo en silencio después de escucharlo. El senador siempre ha sido muy reservado con sus cosas, no sé que podría ser aquello tan vergonzoso que no puede salir a la luz sin destruirlo en el proceso.




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