El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 24| Por ella

Kyle

Te amo.

Esas palabras se repiten en mi cabeza una y otra vez.

La había escuchado antes de marcharse, y después de eso no puedo pensar en otra cosa más que en esa simple, pero tan significativa confesión.

Aunque sé muy bien lo que la rubia siente por mí, escucharlo de ella misma me ha puesto en un estado de trance, del cual no logro salir.

No sé cómo reaccionar ante esto.

En el ejercito siempre nos preparan para todo tipo de situaciones. Hechos que podrían marcar tu vida para siempre, como la muerte de un compañero, ver perderse vidas inocentes sin poder hacer nada para cambiarlo, matar a sangre fría dejando a un lado tu humanidad y el remordimiento de arrebatar una vida con tus propias manos.

Esos años en los que vivía solo para mi país, en los que no pensaba en absolutamente nada más que en defender mis principios, mis ideales. Esos años me hicieron una persona de corazón duro. Tuve que ver a mucha gente morir, desde ancianos, hasta niños y mujeres embarazadas. Personas inocentes que ningún mal podían hacerle a este mundo de mierda, pero que para los peores delincuentes de este país eran simples fichas de su juego perverso.

Trata de blancas, tráfico de órganos, esclavismo, sicariato.

Fui testigo de todo tipo de atrocidades, cosas que a cualquier persona traumarían de por vida, pero que yo aprendí a manejar apagando mis sentimientos y convirtiéndome en un hombre frío y calculador que nadie podría perturbar jamás.

Y aquí me encuentro ahora, sintiéndome extrañamente alegre y asustado al mismo tiempo.

No cabe duda de que la amo como nunca creí podría llegar a hacerlo.

Y me siento tan malditamente frustrado, porque sé que por primera vez no tengo el control de la situación, ni de como me siento cuando la tengo a mi lado.

La amo.

Y ni siquiera todos mis años del más duro entrenamiento en el ejercito pueden contra este sentimiento que me arde en el pecho.

Saber que ella es prohibida para mí ha logrado hacer crecer en mi interior una urgente necesidad por hacer lo impensable para mantenerla a mi lado.

No tengo una puta idea de como enfrentaré al senador. O que haré para mantenerme en pie mientras todo por lo que una vez luché se desmorona a mi alrededor.

Pero lo cierto es que no me importa. Jennifer ha llegado a convertirse en todo para mí, así que ella será mi prioridad a partir de ahora.

Solo ella.

Suspiro y sujeto las llaves del departamento, para eso debo dar el primer paso y es hablar con mi padre. Salgo y tomo un taxi rumbo a su casa. Mamá ha ido casi todos los días a llevarme comida y cosas para la despensa. Le he dicho un sinfín de veces que no debe molestarse, pero ella es demasiado terca como para lograr persuadirla de que me encuentro perfectamente y no necesito ser tratado como un niño.

Todavía me agito un poco más de lo común, he tenido que reducir a la mitad del tiempo mi rutina de ejercicio, pero es algo que no me impacienta, sé que pudo haberme ido mucho peor.

Cuando llego a la casa de mis padres toco el timbre y la primera en salir es mi madre que me abraza con cariño.

— Hijo, ¿Por qué saliste de tu departamento? — me reprende suavemente. — si necesitabas algo, debiste haberme llamado…

— Quería venir personalmente, mamá. Además, estoy muy bien, no necesito que te tomes más molestias por mí.

— ¿Molestias? — gruñe arqueando una ceja. — eres mi hijo, lo que haga por ti lo hago porque te amo y me preocupo por ti. Entiende. — sonrío inclinándome para darle un beso en la frente.

Mi madre es la mejor mujer que conozco. Siento que fui privilegiado al tener una madre como ella, siempre ha sido cariñosa y entregada a su hogar. Ha estado presente en cada momento de mi vida y debo decir que gracias a ella me crie como un hombre de bien, no he fumado un tabaco en mi vida y el alcohol no es algo cotidiano en mí.

Desde mi niñez ella me educó para ser un buen tipo, en mi adolescencia mi único vicio era el deporte. Creo que pasaba la mayor parte del día en el gimnasio que en mi propia casa. Le debo muchas cosas y por eso entiendo que ella se preocupe tanto por mi futuro, sé que muchas veces me muestro irritado por entrometerse de más en mi vida personal, pero debo aceptar que su empeño por verme encontrar a la mujer ideal y formar una familia me hacen sentir querido.

— Gracias, mamá. Por todo. — me sonríe de vuelta.

— Dime que me traes buenas noticias. — arqueo las cejas sin comprender, me guía a la cocina y me hace sentar en una de las sillas de la pequeña mesa que tiene en la estancia.

— ¿Buenas noticias? — inquiero haciéndome el desentendido, aunque sé perfectamente a lo que se refiere.

— Con la bella rubia. — me dice en tono cómplice mientras pone un vaso de jugo de naranja en la mesa y se sienta frente a mí. — todos esos días que pasaste en el hospital, me sirvieron para confirmar mis sospechas; esa chiquilla está muy enamorada de ti.

Me sonríe y suelto un suspiro que no le pasa desapercibido. — bueno, en realidad… — tomo el jugo y le doy un gran sorbo para mojar un poco mi garganta seca. — ella y yo… — mi madre abre los ojos como platos.




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