El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 25| Te amo

Soundtrack: Bruno Mars - Locked Out Of Heaven

Jennifer

Aliso la falda de mi vestido sin poder creer que el día que tanto había deseado evitar, lamentablemente llegó.

Hoy mi padre se casa con esa mujer.

Hoy le pondrá un reemplazo a mi madre, y aunque siempre quise que él rehiciera su vida, tenía la esperanza de que encontrara una buena mujer, una esposa que lo acompañara fielmente, y no una oportunista como lo es Miranda Coleman.

Ahora debo aparecer frente a cientos de invitados y aparentar que me encuentro feliz por el matrimonio de mi padre. Quisiera salir corriendo y no tener que presenciar como se desdicha la vida al lado de esa arpía.

Pero él ya tomó su decisión, y tal como me lo dijo el pelinegro, así odie esa decisión, no me queda más que aceptarlo e intentar no estallar en el proceso.

Kyle.

Desearía tanto que estuviera aquí conmigo, haría de este día algo menos desastroso.

— ¿Nena? — escucho la voz de amiga atrás de la puerta. — ¿Puedo pasar?

— Claro.

Entra en la habitación y me sonríe.

— Te ves increíble. — le sonrío de vuelta.

— Tú también, definitivamente el rojo es tu color. — observo su enterizo color rojo, tiene un amplio escote que deja apreciar sus atributos sin verse vulgar, su cabello está recogido de medio lado y sus rizos como siempre resaltan haciéndola ver atrevida y sensual.

— ¿Estás lista para ver a tu padre desgraciarse la vida? — dice sarcásticamente mientras se acerca a mi tocador y toma un poco de mi perfume.

— Pienso que estoy yendo más a su funeral que a su boda. — se ríe.

— Me parece que el casi difunto de tu padre está buscándote. Ya va a entrar la dichosa corte de honor.

— Estoy harta de esta mierda. — gruño y la hago sonreír. — ¿Tú estás bien? — inquiero al saber que últimamente parece que me esconde algo.

— Perfectamente. — me sonríe de oreja a oreja. — ¿Nos vamos?

Asiento no muy convencida y salimos juntas.

— ¿Y esa cara? — me observa mientras descendemos por las gradas. — Ya sé, te hace falta tu guardaespaldas.

— Pues sí. — suspiro. — este día no sería tan malo si él estuviera aquí.

— Sí, principalmente por la parte en la que te folla en algún rincón de esta mansión mientras tu padre finge felicidad frente a todos sus invitados.

Me río y terminamos de descender las escaleras. El lugar está atiborrado de empleados que van y vienen con bandejas llenas de copas de champaña o pequeños bocaditos. Camino por el lugar con mi mejor amiga y me detengo en la entrada del jardín posterior. Todos los invitados están ubicados en sus asientos, es increíble la cantidad de gente que vino a esta farsa.

Todos obviamente buscando el agrado de mi padre.

Si yo siento la hipocresía a mi alrededor, mi padre se enfrenta a algo mucho peor, la gente que lo rodea solo lo sigue por beneficio propio, o para arrebatarle el puesto que tiene actualmente. No niego que hay muchas personas que realmente lo admiran, y es que mi padre es un hombre muy capaz. El mejor en su trabajo.

— ¿Crees en los milagros? — la voz susurrante de mi mejor amiga me saca de mis pensamientos.

— ¿Qué? — volteo a mirarla sin comprender.

— No te vuelvas loca y mira a tu derecha, a las tres. — dice escondiendo una sonrisa.

Hago lo que me dice y mi corazón se salta un latido al observar al apuesto pelinegro que se encuentra dando instrucciones a tres guardaespaldas.

Está de espaldas, pero no tengo que verle la cara para saber que es él, ese hombre tiene un cuerpo tallado por los dioses, podría reconocer esa espalda ancha y ese trasero de muerte en donde sea.

— Kyle. — intento moverme y siento un fuerte tirón en mi brazo. — Auch. — miro mal a la pelirroja que me sostiene impidiéndome que vaya al encuentro de mi hombre.

— ¿Qué pretendes hacer? — habla entre dientes mirando alrededor.

— Ir a saludarlo, no es nada extraño. Al final de cuentas es mi guardaespaldas y no lo he visto en más de una semana. — le digo con obviedad.

— Te recuerdo que hace dos días lo viste en su departamento y te lo follaste como tres o cuatro veces. — sus ojos verdes me miran con suspicacia.

— Meg, necesito hablar con él. — expreso casi suplicante.

— Lo sé, pero no es el momento, si no te has dado cuenta este lugar está atiborrado de gente estirada, y tu padre está por hacer acto de presencia, no creo que se le haga gracia ver a su hija prestándole más atención a su guardaespaldas que a su propia boda. Deja de pensar únicamente con ese tonto corazón y usa el cerebro.

Aplano los labios sintiéndome ligeramente ofendida por lo que dice, pero tiene razón. No puedo actuar tan precipitadamente.

Contengo mis malditas ganas de ir con él y saltarle encima para comérmele esa deliciosa y provocativa boca que tiene. Su barba como siempre se ve perfectamente delineada y su peinado, pulcro y con su cabello hacia atrás le da un aire de galán que tiene suspirando a muchas de las viejas estiradas de este lugar.




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