El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 29| Revelaciones

Jennifer

Suspiro internamente mientras Kyle sale del agua y se ve como todo un adonis provocativo y sensual digno de ser inmortalizado.

Noto que capta la atención de las mujeres que se encuentran a los alrededores, y una oleada de celos recorre mi cuerpo.

Es bastante infantil de mi parte querer tener el poder de desaparecer de la faz de la tierra a todas las mujeres que ponen sus ojos en mi hombre, pero las ganas que reflejan sus miradas, sin un poco de disimulo sacan el lado psicópata que mantengo escondido en mi interior.

— Pareces algo molesta. — escucho su voz y me despabilo. Levanto la mirada y toda mi ira se disipa para darle paso a mi estúpida versión enamorada, esa que suspira y ve corazones flotando a su alrededor al notar su pícara sonrisa.

— Ser novia del hombre más sensual de Miami es tan bueno como estresante, ya se me antojó ser la protagonista de una masacre en la playa. — se ríe acomodándose a mi lado en la tumbona, su cuerpo húmedo refresca mi piel caliente por el sol, me rodea la cintura con su brazo y escondo la cara en el hueco de su cuello.

Huele exquisito. Amo su olor, su perfume me embriaga y ese aroma propio de su cuerpo, varonil y sensual me hace aspirar produciéndole un estremecimiento.

Sí, he descubierto los puntos débiles de mi chico, uno su cuello, dos esa V perfecta que termina en la gloria entre sus piernas.

— Gracias por invitarme a la playa. — susurro sin despegarme un milímetro de su piel. — estaba algo afectada por lo de Meg, salir me ayudó a despejar la mente.

— Me alegra haber sido de ayuda. — acaricia mi cadera con sus dedos generándome un cosquilleo placentero, me muerdo el labio con placer. — ¿Hablarás con ella?

— No lo sé. — hago una mueca. — ayer… tuvo un comportamiento algo extraño inclusive para su personalidad desenfrenada, la quiero y desearía que me contara eso que la atormenta, pero al parecer no quiere hacerlo y no puedo obligarla a hacer lo contrario.

— Quizás necesita tiempo para decirte lo que le pasa. — su voz logra brindarme una especie de calma que necesito en estos momentos. — ten paciencia, de seguro te dirá lo que le sucede.

— Mi mejor amiga es muy frustrante, no sé como pude atraer a alguien con más trastornos mentales que yo.

Kyle se ríe haciendo vibrar su pecho, sonrío recargando mi mejilla en su pectoral.

— Por ahí dicen que siempre hay un roto para un descosido. Eso las define a la perfección, ninguna de las dos hubiera podido congeniar con alguien completamente cuerdo. No está dentro de su naturaleza.

Mi ceño se frunce y me separo de él para mirarlo a los ojos. Noto su expresión divertida y golpeo su brazo sin producirle el más mínimo daño.

— ¿Me estás diciendo loca y trastornada? — inquiero con fingida indignación.

— Creí que eso ya lo sabías. — gruño y recibo como respuesta su risa ronca y varonil que logra ponerme más caliente que molesta.

Es injusto que tenga tantos encantos, así no puedo enojarme ni un gramo antes de querer devorármelo.

— Por más que lo acepte no me agrada que otros me lo restrieguen en la cara.

Su mano sube hasta mi cuello y comienza a acariciarlo con sus dedos robándome un suspiro casi imperceptible.

— ¿Qué debo hacer para que perdones mi gran bajeza? — susurra aproximándose a mi boca.

Tiemblo al percibir su aliento acariciar mis labios.

— Mmm… no lo sé… quizás algunos besos deliciosos puedan contentarme.

Sonríe y su nariz acaricia la mía, noto el brillo en sus ojos negros. Mi corazón comienza una maratón en mi pecho.

— Sus deseos son órdenes para mí, señorita Campbell.

Amo cuando se pone en modo guardaespaldas complaciente. Atrapa mis labios con los suyos y nos besamos con deseo y pasión sin importarnos estar dando un espectáculo en medio de tanta gente curiosa.

Su lengua se entrelaza con la mía y me estremezco ante el recorrido de sus dedos por mi hombro y brazo hasta llegar a mi cintura y apretarme contra él.

Me aferro a su cuello y me monto en su regazo, nos besamos durante un rato más. Mis labios arden y de seguro están inflamados por la intensidad de nuestros besos. Acaricio su cabello negro y lo miro a los ojos sin dejar de sonreír.

— Te amo, Kyle. — sus manos se desplazan por mi espalda subiendo y bajando suavemente, acaricia mi piel desnuda y me sonríe con cariño.

— Y yo a ti hermosa, te amo demasiado.

— Convenceré a mi padre de que te envíe conmigo a Manchester. — su expresión se transforma plasmando una expresión de puro desconcierto en su rostro.

— ¿Qué? — inquiere rígido.

— Se lo pediré a mi padre, al final de cuentas después de tantos atentados que he sufrido no voy a estar muy segura, así sea en otro país. Papá me complace en todo, estoy segura de que, si hablo con él, quizás pueda…

— Jennifer, eso no va a suceder. — me dice y sus palabras logran el efecto de cristales rompiéndose, como si mis anhelos representaran cada fragmento. — él no me enviará contigo a Manchester.




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