El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 31| Extrañándolo

Jennifer

Volver a Manchester después de todo lo que ha pasado en mi vida durante estos dos meses se siente tan extraño como desconocido para mí.

Antes este era mi hogar, amaba esta ciudad, y la libertad que experimentaba al estar lejos del lente de las cámaras, o de toda la gente que seguía a mi padre y buscaba en mí una heredera digna del imperio Campbell.

Me gustaba la tranquilidad y normalidad que me regalaba esta ciudad. Podía ser yo misma sin preocuparme por el qué dirán.

Pero ahora… siento que no pertenezco a este lugar. Sin él a mi lado todo se siente tan vacío y deprimente. Es como si Kyle hubiera logrado absorber mi alma, dejándome en un cuerpo inerte al no encontrarme a su lado.

Despedirme del hombre que logró robar mi corazón en tan poco tiempo es lo más doloroso que he tenido que pasar en mi vida. Es como haber perdido a la persona más preciada para mí. A mi madre no la recuerdo, así que su muerte por más que lo intente no me genera esta desolación que siento justo ahora al tener que separarme de él.

Es increíble lo mucho que llegué a enamorarme de ese testarudo hombre. Al principio no lo soportaba, ni a su personalidad seca y fría y mucho menos la forma en la que me trataba.

Debo aceptar que desde la primera vez que lo vi quedé hechizada con esos hermosos luceros negros. Poco a poco pude darme cuenta de que detrás de esa coraza de indiferencia se escondía un increíble hombre, cálido y gentil.

Ahora me encuentro tan enamorada que no tengo idea como resistiré todo un año sin él a mi lado.

— Queridos pasajeros, por favor abrochen bien sus cinturones, aterrizaremos en cinco minutos.

Despierto de mis pensamientos y observo por la ventana como la hermosa ciudad de Manchester me saluda radiante como siempre.

Una sonrisa triste se me escapa. Desearía tanto que él estuviera aquí conmigo. Cuanto quisiera poder hacer mi vida con él lejos de ese país. Lejos de las personas que quieren separarnos y hacernos daño. Lejos de mi padre.

Lo amo, eso no cambiará bajo ninguna circunstancia. Pero la decepción y tristeza que siento es algo imposible de borrar. Siempre creí que él deseaba lo mejor para mí, y ahora me doy cuenta de que solo busca lo que él considera apropiado según su percepción para mi vida, pero que es totalmente todo lo contrario.

Me alejó del hombre que amo solo por no ser de nuestro mismo estatus social. Y me obliga a casarme con un niño rico que lo único que quiere es tenerme como un trofeo, como una linda y sofisticada esposa la cual presumir ante la sociedad.

El avión aterriza en el aeropuerto internacional de Manchester. Apenas salgo al exterior el inclemente frío azota mis músculos haciéndome tiritar. Busco un abrigo y me lo coloco para después estirar la mano y parar un taxi.

Me dirijo al departamento que comparto con mi mejor amiga. Apenas me ve entrar se levanta de su silla y me sonríe.

— Señorita Campbell, bienvenida. — saluda cordialmente.

Le brindo una sonrisa de labios cerrados. — hola ... ¿Cómo va todo?

— Muy bien, la señorita Murphy llegó ayer… — vacila y enarco una ceja en su dirección.

— ¿Pasa algo? — inquiero.

— Bueno… la señorita me pidió llamar un camión de mudanza. — frunzo el ceño. — al parecer se mudará del departamento.

— Esa traicionera. — gruño entre dientes.

— ¿Perdón? — inquiere confundido.

— Nada. — aprieto los labios. — cancele el dichoso camión, nadie se mudará hoy.

 El hombre no dice nada solo se queda quieto y con los ojos abiertos. Camino al ascensor y presiono el botón de mi piso. Encerrada en la caja metálica rodeada de espejos no puedo evitar transportarme a aquel momento.

Sus manos recorriendo mi silueta. Su dureza maltratándome la entrepierna. Esa experta lengua recorriendo mi boca, robándome gemidos cargados de deseo y amor.

Un suspiro abandona mi cuerpo mientras recargo mi cabeza en el espaldar. ¿Cómo soportaré no tenerlo cerca, amándome y haciéndome suya como solo él sabe hacerlo?

Sin darme cuenta ya estoy en mi piso y la situación no mejora. Nos recuerdo caminando tambaleantes por el pasillo, recargándonos en la puerta y comiéndonos con ansias locas mientras intentábamos inútilmente encontrar la llave de mi departamento.

Una sonrisa triste se me escapa, sin percatarme siento la humedad de una lágrima salada recorriéndome la mejilla. Me muerdo el labio conteniendo el llanto que quiere salir y hacerme gritar en pura desesperación.

Con dificultad encuentro mi llave y la paso por la ranura. Seco mis lágrimas y doy un fuerte respiro para entrar y solucionar otro de mis problemas.

Mi mejor amiga.

Apenas entro me encuentro con un montón de cajas apilonadas alrededor de la sala. Gruño internamente y camino hacia una maleta negra que se encuentra sobre el sofá.

— ¡Megan Nicol Murphy sal ahora mismo o tu ropa terminará desparramada en la entrada del edificio! — amenazo tomando la maleta y llevándola hacia el balcón.




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