El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 34| Déjame ver tu oscuridad

Jennifer

— ¡Suéltame, joder! — grito y me sacudo sobre su hombro. Todo es en vano, este hombre es como una columna de concreto, tan duro y resistente que ni siquiera mis puños golpeando esa dura espalda logran hacerlo inmutar.

No sé a dónde me lleva, y no puedo con el remordimiento al saber que el pobre de Jareth fue el que se llevó la peor parte por mi dichosa rebeldía.

Pero es que ¿Cómo carajos iba yo a imaginarme que él estaba en Manchester?

¿Cuándo pasó eso?

Así que su dichoso viaje era para venir a verme. ¿Por qué no me lo dijo? ¿Por qué decidió ponerme a sufrir y a creer que lo nuestro había terminado?

Estoy tan molesta y caliente que no sé ni siquiera como sentirme al sentir su aroma invadir mi sistema.

Huele delicioso.

Y su trasero…

¡Maldición! Esta vista no le ayuda a mi enojo.

— ¡Kyle, bájame ahora mismo!

— No lo haré hasta que escuche una explicación de tu parte. — dice con la voz tan fría como el clima de esta noche.

— ¿Qué…?

— ¿Qué hacías con otro hombre tomada de la mano y sonriendo como un par de idiotas? — me dice y de pronto me percato del posible motivo de su enojo, la situación pudo haber sido malinterpretada, pero solo estábamos haciendo las paces, ese era un simple gesto de amabilidad entre dos nuevos amigos.

— Eso no…

— Responde y espero que sea una respuesta buena o te llevaré cargada por todas las calles de Manchester sin importarme que termines congelada en el proceso.

— ¡Eres el peor novio del mundo! — empiezo con mi drama y su mano se aprieta alrededor de mi cintura. Me muerdo el labio, sea cual sea la situación en la que nos encontremos amo el contacto de su cuerpo con el mío. — voy a resfriarme a enfermar y morir por tu culpa.

Lo siguiente que siento son mis pies tocando el suelo y me alarmo cuando lo veo regresar por la calle donde vinimos.

— ¡Espera joder, ¿Qué haces?! — Lo sujeto de la chaqueta intentando detenerlo.

Eso sin tener que explicarlo demasiado es totalmente imposible.

— Aguarda…

— Iré a tener una conversación con ese chico, quizás él pueda responderme que hacía con mi mujer en mitad de la noche mientras te miraba como si quisiera comerte.

Mis ojos se abren con total asombro. ¿Qué carajos con este hombre?

— Kyle Anderson detente ahora mismo. — sus pasos no cesan y la desesperación comienza a tomarme. Si este hombre vuelve a poner sus manos sobre el chico lo destrozará. Es como la pelea entre un león y un simple venado, no hay punto de comparación. Además, Jareth quedó malherido, juro que pude ver un hilo de sangre descender de su nariz antes de que el cavernícola me sacara de ese lugar. — ¡Detente ahora mismo, te lo estoy ordenando!

Me planto frente a él con las manos de frente, sus ojos negros me dan un escaneo rápido y mi enojo empieza a pulverizarse siendo reemplazado por las malditas ganas que tengo de besarlo.

— ¿Y qué te hace creer que te haré caso? — su voz me pone las piernas como gelatinas.

— P-porque… soy tu jefa…

— Estás equivocada, ya no lo eres más. Ahora solo eres mi mujer.

Juro que esas palabras atacan mi feminidad logrando encharcarme en un segundo.

Intenta moverse, pero lo detengo poniendo mi mano en su abdomen. Tan duro como un bloque de hielo. — No vayas tras ese chico, te juro que no pasa nada entre nosotros.

— Dímelo mirándome a los ojos. — su mano sujeta mi mentón y levanta mi rostro dejando que nuestras miradas se conecten. — júrame que no tengo que regresar y asegurarme de que no vuelva a mirarte de esa manera. — su pulgar acariciando sutilmente mis labios me pone a temblar de deseo. — asegúrame que ese tipo no es alguien de quien tendré que preocuparme en un futuro.

— Lo juro. — sujeto su mano y la acaricio con anhelo. — no hay hombre que pueda lograr que deje de amarte como lo hago.

Noto como la comisura de su labio se eleva casi imperceptible. Continúa molesto, lo noto por su postura tensa y la llama chispeante en sus ojos azabaches.

— Si sabes que de tu castigo no te salvas ¿Verdad? — me muerdo el labio asintiendo.

— Antes de ser castigada por mi desobediencia deseo probar los labios de mi novio al cual no he visto durante cuatro largos y tormentosos meses.

Me sonríe y su mano se planta en mi espalda baja.

Se inclina y sentir la suavidad de sus labios es la mejor maldita sensación del universo. Su mano se desplaza a mi mentón y me abre la boca para meter su lengua en mi cavidad.

Aprieto sus hombros y busco mayor contacto entre nuestros cuerpos. El calor que emana me envuelve y la deliciosa sensación de su lengua entrelazándose con la mía me eleva como si me encontrara en una maldita nube de algodón.

Siento sus dientes morder mi labio inferior y me quejo sutilmente poniéndolo tenso y tan duro que maltrata mi entrepierna con el bulto que crece en su pantalón.




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