El guardaespaldas de mi padre

Capítulo 36| Mira por tu ventana

Jennifer

Apenas cruzamos la puerta del departamento me encierro en mi habitación sin importarme escuchar los gritos histéricos de mi padre detrás de la puerta.

— Jennifer, ábreme por favor. Necesitamos hablar. — noto su impotencia y tono cansado, pero no puedo pasar por alto todo lo que ha hecho en los últimos meses. ¡Casi lo mata! Todo por su maldito prejuicio. Todavía no logro entender porqué odia tanto a Kyle.

El no puede comprender que yo amo a ese hombre y por más que ponga el mundo de cabeza no logrará que deje de hacerlo.

Aunque no hay algo que quiera más en este mundo que mi padre me apoye y respete mi decisión. Pero, lamentablemente sé que eso no pasará, cuando a mi padre se le mete algo en la cabeza, no hay nada que pueda hacerlo cambiar de opinión. Él está decidido a separarme de Kyle, y al parecer empieza a lograr su objetivo.

Me recuesto en la cama, maldiciendo cuando siento dolor en mi brazo fracturado. Lo único que me faltaba era esto para acabar de joder mi situación.

Lanzo un suspiro al aire y busco por todos los medios cerrar los ojos para intentar descansar un poco, la cabeza me duele, mis sienes laten y el insistente toque de mi padre en la puerta no ayuda.

No sé en qué momento logro conciliar algo el sueño, pero ese pequeño y minúsculo momento de paz dura muy poco, ya que me levanto por el movimiento de alguien a mi lado.

Pego un pequeño brinco en mi puesto y mis ojos casi se salen de mis cuencas al observar a la persona que se encuentra sentada a mi lado en la cama…

Sus ojos azules detallan los míos y por un segundo temo que tome una almohada y me asfixie con ella, supongo que si se encuentra aquí es porque mi padre lo llamó, y es más que obvio que también sabe el motivo por el cual me encuentro con un yeso adornando mi brazo.

Pero sorpresivamente su reacción no es la que esperaba… me sonríe mostrando su blanca dentadura y estira su mano para acariciar mi mejilla y retirar un par de mechones de mi rostro.

— ¿Qué haces aquí? — mi hostilidad no le pasa por alto, noto como suspira y cuadra la mandíbula intentando mantener la cordura.

— ¿Así es como recibes a tu prometido? — esas palabras logran hacer arder mi garganta con la hiel que la inunda. — vine a ver a mi novia después de que tu padre me llamara desesperado. — frunzo el ceño, mi padre cada vez hace más méritos para que considere cambiarme de apellido. — ¿Qué se te pasaba por la cabeza al conducir ebria en una ciudad como esta?

¿Conducir ebria?

Mi cara de confusión logra el mismo efecto en él.

¿Mi padre le mintió? ¿Pero por qué?

— Yo no…

— Jason, deberías ir a desempacar tu equipaje, viajaste muchas horas y debes estar cansado. — mi padre entra a la habitación y gruño para mis adentros.

¿Cómo mierda consiguió la llave?

Oh, bueno. Se me olvidaba que es el Senador de la Florida, si este hombre quisiera la llave de la caja de pandora la tendría en un chasquido de dedos.

— Quiero quedarme con ella. — le dice sin apartar la mirada de mí. Trago saliva y retiro mi mirada.

— Tendrás mucho tiempo para estar con ella, no te preocupes por eso. — le dice y volteo a mirarlo rápidamente.

¿De qué mierda habla?

— ¿Acaso…?

— Sí, le pedí a Jason que se quedara unos días contigo, estoy preocupado por ti, quizás tener a tu prometido cerca te haga entrar en razón. — me lanza una mirada de advertencia y sale de la habitación dejándome congelada. Esta debe ser una maldita broma.

— No sabes lo mucho que te extrañé. — sujeta mi mentón para besarme y me hago para atrás automáticamente. Jason ya no es una persona que me agrade, y puede que una vez haya llegado a ser algo importante para mi vida, pero ahora, después de todo lo que ha hecho…

— Lárgate. — espeto intentando cruzarme de brazos. Intentando, ya que tengo un brazo fracturado. Hago una mueca de dolor.

— ¿Dónde tienes tus analgésicos? — inquiere.

— No te importa.

— Déjame ayudarte. — gruñe.

— ¡No lo quiero! — le grito y sus ojos se abren con asombro. — no quiero nada que provenga de ti, ¿Lo entiendes o te lo dibujo?

Aprieta la mandíbula y cuando pienso que finalmente se va a largar siento un fuerte tirón en mi mandíbula.

Pega su boca a la mía y me besa dolorosamente. Sollozo intentando zafarme, pero mi brazo no me lo permite. Su mano libre se desliza a mi cadera y la aprieta generándome otro alarido que aprovecha para meter su lengua en mi boca, intento morderlo para hacerle algo de daño, pero fallo, se encuentran tan sumido en su ira que sus dientes torturan mis labios a tal punto de hacerlos sangrar.

Cuando parece saciarse se aleja y sin soltarme sus ojos azules brillan con lujuria y algo más…

— Hazte a la idea de que pronto serás mi mujer. — su pulgar acaricia mi labio lastimado. — de ti depende como quieres que sea, un esposo encantador y abnegado que te haga el amor cada noche y te trate como a una reina, o un hijo de puta que te folle cuando le plazca solo porque eres mía.




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