El guardia del sendero

El valle de Pishqay

El frio viento les daba la bienvenida a la tribu de viajeros que vislumbraban el ensombrecido bosque, a pesar de ser aun de dia, de donde debian cruzar para llegar a la aldea de Pishqay donde esperaban conseguir refugio.

-Papa, no hay otro camino? he escuchado que este camino esta lleno de animales y demonios

-No creo que los mas pequeños aguanten otro dia mas con poca comida, Muru- Los pequeños se hallaban dormidos sobre la carreta de madera tirada por una llamas, llenas de suciedad y tierra. Las mujeres que caminaban, rebuscaban en el camino buscando algo que sirviera de alimento, algunos se apoyaban en los hombros de otros para continuar caminando bajo el sol ardiente.

-Hace un mes que nuestra aldea se hundio bajo la tierra de la montaña, ¿porque Dios no nos llevo a todos para dejar este sufrimiento, padre?

El hombre que lideraba la caravana volvio la mirada a su hijo, quien apretaba los dientes y jadeaba buscando algo de agua del aire.

-Somos como las flores que crecen bajo los apus, algunos deben sumirse bajo la tierra y otros deben dispersarse para crecer en otras tierras, ya estuvimos demasiado tiempo en ese lugar, esta fue la señal de que debemos ser llevados por el viento a tierras mas fertiles

Una pequeña casa de piedra se visualizó a la entrada del bosque, la oportunidad de descansar en un pequeño tambo y talvez con algo de alimento que les permitiera vivir un dia mas. La choza tenia grabado en sus paredes algunas pinturas de animales, pumas, zorros, perros, serpientes y unas cuantas aves. Una advertencia de lo que verian en el camino, pero lo que mas llamo la atencion del joven Muru, fue el retrato de un demonio negro de dientes blancos, ojos amarillos y pecho rojo.

El padre de Muru se adelantó a revisar el interior de la choza, y lo que encontró dentro dentro fue un grupo de personas durmiendo acurrucandos como si entuvieran listos para ser embalados y ungidos por el sacerdote para su regreso a la tierra, pero todos dirigiron su miradas brillantes como el sol, hacia el hombre que acaba de llegar. los ojos dorados resaltaban cual lechuzas sobre el los arboles oscuros esperando entre el camuflaje a su presa, la mitad de sus caras estaban tapadas por un paño blanco grueso y sucio de tierra seca .

-Les habla Mallki, de la aldea desaparecia de Hatun, mi gente ha viajado durante mucho tiempo y solicitamos un momento para descansar y si es posible algo de alimento, tenemos un animal para intercambiar- el padre temblaba ante la presencia ocura y mirada filosa de los residentes, él mantenia una mano cerca de su cintura donde guarda una pequeña cuchilla, solo por precaucion a que los hombres sean codiciosos de lo ajeno.

Una mujer de cabello negro y ojos arrugados se levanta de entre la gente sentada y se acerca con pasos largos y pesados, como si no existiera ninguno de los sentados, la mirada de las personas se dirigian atentas y amenazantes hacia los dos que acaban de llegar, la mujer esboza una suave sonrisa aun notoria a pesar de estar tapada por un pedazo de tela grueso y sucio que cubre su nariz y boca.

-Somos de la aldea de Pishqay, a donde se dirijen, soy Kiru, encargada de este pequeño grupo que le da la bienvenida a los viajeros- Su voz era ronca y facilmente se podria confundir con la de un hombre si no fuera por las dos gruesas trenzas que se apoyan sobre su pecho.

la mujer hizo una señal a los hombres sentados y de inmediatos todos salieron dejando a la vista un enorme espacio, cubierto de mantas sobre el suelo y algunas cajas con comida.

-Sabemos lo dificil que es encontrar un nuevo hogar, asi que les permitiremos una comida y un par de horas de descanso a su gente, no necesita entregar al animal, para pagarlo deberan ofrecer su fuerza para la aldea por unos dias, le parece justo?

la mirada de Mallki se tranquilizo y le ofrecio una mano para sellar el trato. Muru le avisó a los demas sobre el trato y todos se alegraron y agradecieron a los señores cubiertos por ponchos grueso y oscuros su amabilidad. Muru sin embargo estaba intranquilo, por esos ojos dorados que miraban de forma constante a los niños que comian alegremente un pedazo de papa tibia.

-¿Que hace una parte del pueblo Pishqay al otro lado de este camino?- hablo Muru a la anciana que los acompañaba en su merienda- No es comun recibir a los extranjeros tampoco, podrian ser asaltados por animales del bosque por estar lejos del pueblo- su padre le pellizca la mano. La anciana se rie y responde con suavidad

-Nuestro pueblo es pequeño y este bosque es peligroso, pero a pesar de parecer una maldicion, en realidad no lo vemos asi, ya estabamos acostumbrados a lidiar con bestias tan grandes como un puma y astutos como un caiman, asi que este lugar no es tan diferente de donde eramos

-Debio ser un lugar muy lejano para mencionar a un caiman

- Asi es, nos tomo casi medio año en llegar, tambien nos dimos cuenta que muchos pasaban por este camino, pero no todos conocian como sobrevivir a un bosque, tantos pobres niños que fueron separados por las bestias...- volteo por unos segundo la mirada a los pequeños- nuestra tribu aprecia mas que nada la sonrisa de nuestros pequeños, pero es dificil verlos en estos tiempos dificiles, con tantas carencias

Muru dio un suspiro de alivio ante la historia melancolica de la anciana, las incomodas miradas de los sujetos que se hallaban como vigias, se torno suave y amigable ante las travesuras de los pequeños. Uno de los hombres sostuvo la flor de una niña con unas manos largas y enegrecidas, lo que asusto a la pequeña y corrio asustada.

-Por eso les afrecemos a gentes como ustedes un trato para beneficiarnos

-Habla de la fuerza que nos pidio, para pagar el descanso?

-Eso mismo, somos guerreros pero no somos diestros en la construccion o la satreria, asi que les pedimos su fuerza para completar lo que nos falta

-Es la primera vez que escucho algo asi, cambiar fuerza y no comida




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