El Guardián

Uno: Fuertes Vientos

Altimazam, Ocsilaj; un pequeño pueblo a las orillas del lago Alapahc, con no más de sesenta cabañas y 240 habitantes. Con  Guardianes con armaduras y espadas de bronce. Las antorchas cubrían la oscuridad, pero está noche en particular no. El viento era anormalmente fuerte y apagaban cada pequeña señal de fuego. La noche era oscura y fría. Y mientras me tomaba un momento en admirar cómo la Luna alumbraba los pasillos de Altimazam, escuché a los Herreros trabajar, algo que me sorprendió. Dirigí la mirada hacía mi madre, lucía particularmente hermosa.

- Madre - murmure tomándola de la mano.

Inclino la mirada hacía mí con una ancha sonrisa.

- Dime, Edward - contestó.

- ¿Por qué los Herreros están trabajando? - pregunté.

Ocultó su sonrisa de inmediato.

- Es su trabajo, amor - contestó.

Negué con la cabeza.

- Ellos no trabajan.

Se inclinó hacia mí.

- ¿Por qué no le preguntas a tu padre? - preguntó.

- Claro - contesté con gracia.

Me giré y corrí dirección al Castillo. Mientras corría por las escaleras, me enteré de que los escalones eran increíblemente chicos. No me agradaba. La entrada estaba libre de Guardias, algo que no me sorprendía.

- ¡Padre! - grité mientras corría por los pasillos del Castillo.

- ¡Usted!

Me detuve y con la respiración agitada me giré para observar bien a la persona que interrumpió mi búsqueda. Un hombre de altura corta, con una barba larga color blanca me fulminaba.

- ¡Venga de inmediato! - me ordenó.
Con la mirada cabizbaja, me encamine al hombre.

- ¿Qué cree que está haciendo? - preguntó una vez que lo tenía de frente.

 

- Busco a mi padre - murmure aún con la mirada al suelo.

- Dígame su nombre - ordenó una vez más.

Alcé la mirada, no podía dictar mi nombre con la mirada baja.

- Edward Onallera.

La mirada del hombre se iluminó.

- Majestad - inclinó la mirada -. Una disculpa, buscaré a su padre de inmediato - añadió.

- No es necesario - interrumpí.

Me observó confuso.

- ¿Por qué los Herreros trabajan de noche? - pregunté.

Me observó con lástima.

- La guerra, Majestad - contestó.

- ¿La guerra? - pregunté.

Avanzó un poco más a mí.

- La guerra contra los Sofle se aproxima - murmuró.

Quedé atónito. ¿Una guerra? ¿Será esté el fin?

- ¿Cuándo? - pregunté.

- Majestad, no hay fecha para sucesos como estos. Tenemos que estar preparados ante cualquier cosa - contestó.

- ¡Edward! - grito mi padre desde el otro extremo del pasillo.

Me giré de inmediato, caminaba con rapidez hacía nosotros.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó.

- Vine a buscarte - contesté.

- ¡Racsó!

- Señor - contestó.

- ¿Qué conversación tenía con mi hijo? - preguntó.

- Sobre la guerra - contesté.

La mirada de mi padre cambio de inmediato. Tragué saliva.

- Una disculpa Majestad, el príncipe debe saber - contestó Racsó.

- Eso no te concierne - contestó mi padre golpeando al hombre con la mirada.

- Padre, por favor vámonos - suplique.

Me tomó bruscamente del brazo arrastrándome hacía afuera. Detrás de las puertas ya me esperaba mi madre. Corrí a sus brazos.

- No quiero que hables con nadie, ¿quedó claro? - demandó. 

- Padre - murmure.

- ¡Es una orden! - grito atrayendo toda atención.

Me sonroje.

- ¡Yrrab! - grito mi padre.

- Diga señor - contestó un hombre a mis espaldas, probablemente él era Yrrab.

- Quiero que prohíban a mi hijo cualquier contacto con desconocidos - tomó aire mientras me observaba con desdén -. Entrénenlo, quiero que se convierta en el mejor Guardián que Altimazam ha tenido.

- Te he fallado padre - murmure.

- Esperemos que puedas recuperar mi confianza - contestó.

Con los ojos empañados, Yrrab me encaminó a mi recámara.

- No es tan malo como aparenta - dijo intentando hacer la caminata menos incómoda.

- Mi infancia está arruinada - murmure.

Rio torpemente.

- ¿De qué te ríes? - pregunté enfadado.

- Una disculpa, Majestad - contestó -. Pero, cualquier niño querría la infancia que está a punto de comenzar.

- ¡Absolutamente no! - grite.

- Sí, así es - tomó aire -. Cada año, chicos de 17 años vienen a inscribirse para ser Guardianes de Altimazam.

- Es muy ridículo - contesté -. Aún me faltan diez años.

Nos detuvimos fuera de la recámara, me giré para verlo a los ojos.

- Lee mucho sobre los Guardianes y nuestros ante pasados Edward, lo necesitarás.



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En el texto hay: demonios, reinos, guerreros

Editado: 29.04.2019

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