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Jinuan examinaba en la distancia la montaña en la que se encontraba la caverna en la que se encontraba la caverna a la que acudían aventureros de todo el mundo en busca del fabuloso tesoro que se decía que allí estaba escondido, al igual que casi todas las familias del poblado de Utan, su familia no nadaba en la abundancia... Por lo que al igual que todos los chicos, soñaba con poder ser uno de esos aguerridos guerreros o poderosos magos que veían intentar hacerse con el preciado premio que aquel lugar seguía atesorando.
El día acordado, se reunió con su amigo Vincunu y este le sugirió la loca idea de aventurarse a la misteriosa cueva, ambos todavía no tenían los veinte años, que era el mínimo legal permitido para poder aspirar a realizarla. Jinuan había cumplido los quince hacía apenas un mes y el que sería su compañero en la arriesgada empresa, le aventajaba en un par de años.
Llegado el día estipulado, ambos se armaron con las espadas de sus padres y portando armaduras ligeras, se reunieron de madrugada en la plaza del pueblo.
¡¿Estás seguro de que hacemos lo adecuado?!, ¿no nos meteremos en un lío? –inquirió con temor Jinuan.
Para cuando descubran a dónde fuimos... ¡Ya estaremos de vuelta con el tesoro y nos ganaremos el respeto de todos! –aseveró totalmente confiado Vincunu.
El más joven de los dos utanianos, pese a no tenerlas todas consigo, optó por contagiarse de ese optimismo. Así que ambos partieron en silencio, dejando atrás la seguridad de su hogar.
Llegaron a su destino tras una hora de andar vigilantes por el bosque, por suerte, no se toparon con ningún depredador peligroso del que tener que defenderse. La entrada de la caverna les impresionó al verla por primera vez en persona, ninguno se imaginaba que pudiera provocar tanto temor.
Deberíamos volver a nuestras casas, ahora que estamos a tiempo, Vincunu –propuso Jinuan, al dudar de que ahora, hicieran lo correcto– Igual... Aún pasa desapercibida nuestra pequeña aventura, al nadie haberse dado cuenta de nuestra ausencia –insistió a su amigo.
Aunque estaba confiado, lo miró decepcionado, por la cobardía que mostraba.
Tú puedes hacer lo que desees, no es que en realidad te vaya a necesitar ahí dentro –comentó al despreciarlo al girarse para observarlo– Yo me basto y sobro, para pasar las pruebas que me esperen en el interior –ratificó confiado en sus posibilidades como guerrero.
Sin molestarse en esperar penetró en la tenebrosa entrada a la tierra, dispuesto a hacerse con el botín, que se obtiene al llegar frente al guardián, que lo entregaba al que pasara las pruebas.
El joven utoniano, sin aún tenerlas todas consigo; lo siguió, al no querer dejarlo solo ante los peligros que le pudieran aguardar.
Procura al menos no estorbar, ¡cobarde! –espeto al verlo a su lado.
He decidido entrar para ayudarte, ¡al menos podrías intentar ser más amable! –replicó molesto Jinuan.
Su compañero ni se molestó en responder, al considerar un estorbo su presencia allí con él.
No tardaron en tropezar con la primera de las pruebas, un foso que había que cruzar saltando sobre losas de piedra suspendidas en el vacío.
Será mejor que actúes con decisión y sin cruzarte en mi camino a partir de ahora, ¡no quiero tener que ayudarte! –reprocho con actitud engreída Vincunu a su compañero.
Antes de que Jinuan pudiera detenerlo, comenzó a saltar a lo loco entre las losas, al llegar a la quinta... Las siguientes se alejaron de él, impidiendo seguir avanzando; así que no le quedó más remedio que volver al punto de partida.
Mi turno, creo que ya sé sobre cuáles hay que ir brincando –exclamó confiado Jinuan.
Para sorpresa de su compañero, este sí logró llegar al otro lado del foso, por lo que se tragó su orgullo y le imito. Sin agradecerle que gracias a él pasarán la prueba, siguió avanzando por el túnel.
No tardaron en llegar a la segunda prueba, que consistió en el segundo foso en donde primaba la habilidad para la habilidad sobre la inteligencia, a diferencia del anterior. Para cruzarlo era preciso ser rápido y ágil al desplazarse por las cuerdas suspendidas en el aire, en caso de fallar en esta... Ya suponía la descalificación para la siguiente que consistía en un combate con el paladín del guardián.
Esto es lo mío, Jinuan –exclamó Vincunu aún dolido por lo anterior– Aquí no me humillarás como en la anterior prueba –se jactó al saltar a la primera cuerda.
Al joven utaniano le tocó dar el cien por cien para seguir el ritmo que le impuso su orgulloso compañero de aventuras. Llegó por los pelos al otro lado del foso, gracias a un salto que tuvo que dar para evitar fallar la prueba y ser descalificado al instante para pasar a la tercera.
Se suponía que íbamos a colaborar entre los dos, ¿se puede saber qué demonios te ocurre? –recrimino a su compañero que sonrió ante su casi eliminación.
En la que queda, seré el campeón y tú no la pasarás en solitario, aquí se da por concluido ese acuerdo –admitió sin inmutarse.
Eso dejó sin palabras a Jinuan, que se resignó a observar como vencía con cierta facilidad al paladín en la última prueba. Él, en cambio, admitió su derrota de antemano y pasó a la sala del guardián sin pelear.
La etérea figura de un mago se formó en esa última sala, que se hizo corpórea ante sus ojos.
Enhorabuena, Jinuan, eres apto para aspirar al premio. Ten a bien aceptarlo –notificó a la pareja de utonianos.
¡¿Cómo va a ser el ganador?!, si yo gane al paladín al final –reclamo Vincunu exaltado.
Gracias a tu compañero pudiste pasar la primera prueba, y tu soberbia te hizo romper el acuerdo que tenías con él, al sentirse herido tu orgullo por fallar en primer lugar –aclaro al enojado perdedor– Recibirás una cuarta parte de la recompensa, ¡y te puedes dar por satisfecho! –culminó diciendo.