El Guardián de la luz

Capítulo 10

Fue imposible concentrarme en nada más.

–– Veo que tenemos dos nuevos Custodios –– dijo sin mirarme.

–– Si, Guardián. Ahora mismo iban a presentarse –– señaló asintiendo con la cabeza a Jason.

Yo solo podía mirar a Hunter. Parecía el mismo hombre que había conocido, pero todo en él irradiaba grandeza. Cruzó los brazos por detrás de su espalda y se apoyó en una pierna. Se le veía tranquilo, con el rostro serio, escuchando como Jason se presentaba, yo ni le oía hablar. Hasta que sus ojos ámbar se posaron en los míos.

Anubis me dio un pequeño cabezazo en el pie haciéndome volver al momento, miré al resto. Todos me miraban. Jason tenía el ceño fruncido, me dijo moviendo los labios que me tocaba.

–– Soy Rosalie Morgan, nunca he visto mi elemento y sí, mi Duobus es un macho, se llama Anubis –– volví mi mirada a Hunter.

–– Bienvenida a Oxford, Rosalie –– él mencionó mi nombre de tal manera que me hizo dudar de si se acordaba de mí o no ––. Es cierto que no es normal siendo mujer, tener un Duobus macho, pero estoy seguro de que tu elemento saldrá pronto. A todos nos ha costado –– me miró una última vez antes de darme la espalda y dirigirse a la profesora Creseida ––. No tengo mucho tiempo ahora mismo, pero me gustaría reunirme con ambos esta semana.

–– Claro, Guardián.

Hunter asintió y tanto él como Damon se marcharon en una perfecta combinación de movimientos.

Le seguí con la mirada en silencio, hasta que lo perdí de vista.

No volví a concentrarme en el resto de clase.

***

El día había pasado demasiado rápido. No había hecho nada, no había conseguido ni sentir cuál sería mi elemento. Gina intentó relajarme, pero mi cabeza pensaba en demasiadas cosas.

Vine a su cabaña sin pensármelo dos veces, Anubis se había marchado con el resto de los lobos a cazar, imaginé.

–– ¿Te puedo hacer una pregunta?

Alcé la vista hacia el rostro de Gina.

–– Claro.

–– No quiero ser cotilla, pero ¿ya conocías al Guardián?

Me apoyé en el respaldo del sofá.

–– Sí, lo conocí en el otro Oxford –– me ahorré el día que me había cobijado en su casa ––. Me ha sorprendido verlo aquí.

Ella asintió.

–– Tu mirada era de absoluta sorpresa cuando apareció, por eso pregunto. Al Guardián le gusta mucho estar en ambos mundos, o eso me han contado.

–– ¿Por qué no lo mencionaste antes?

Ella se encogió de hombros.

–– Hay tantas cosas que todavía no te he contado, Rose. Tampoco quiero llenarte de información, es tu primer día aquí.

Asentí.

–– Cuéntame entonces ahora. ¿Qué es un Guardián?

Giró su cuerpo hacia mí y cruzó las piernas.

–– El Guardián es el encargado de nuestra protección. De toda la Gran Isla. Tiene los cuatro elementos, fuego, tierra, agua y aire más el poder de controlar la electricidad, puede crear tormentas incluso. Este último solo lo tienen los Guardianes también.

Alcé ambas cejas sorprendida.

–– Suena increíble.

Gina asintió.

–– Es la figura más importante de Oxford. Su Duobus controla al resto de los Duobus de estas tierras. Ambos son nuestros guardianes, nuestros protectores.

–– Pero… ¿De qué nos protegen?

–– El profesor Randall nos contó que antiguamente, había Guardianes que querían más tierras que las suyas propias. Controlar lo que por ejemplo tú conoces como Francia, Italia o España. Custodios y Guardianes avariciosos –– explicó pensativa ––. Hace un tiempo escuché algo –– bajó la voz ––. Estaba con Miranda esperando para entrar en el despacho de Agatha y ella estaba discutiendo con el Guardián por culpa de Cambridge, creo que las relaciones de ambos lugares no están bien.

Alcé una ceja.

–– ¿Por las regatas?

Ella parpadeó y negó con la cabeza.

–– Oxford y Cambridge tienen una relación tensa desde hace siglos, solo que mantienen la compostura. Yo creo que tiene que haber algo importante para que nuestro Guardián se ponga tenso cuando ellos vienen a visitarnos.

–– Imagino que en todos los mundos tiene que haber de todo.

Ella me sonrió.

–– Las guerras, las conspiraciones y todo lo malo que te imagines, lo crearon los Custodios. Tanto poder, crea avaricia.

–– Supongo que tienes razón.

La puerta de la entrada se abrió y ambas alzamos la cabeza para ver entrar a nuestros Duobus.

Anubis volvía a tener el hocico lleno de sangre, sin embargo, Miranda estaba limpia.

Le miré entrecerrando los ojos.

–– No sabes limpiarte, ¿verdad?

Fue Miranda la que en dos pasos se acercó a él y le dio un lengüetazo en el hocico, quitándole la sangre. A Anubis no le hizo mucha gracia eso.




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