El Guardián de la luz

Capítulo 15

Lily y Will se creyeron cada una de las palabras que les conté. Creían que Rupert y yo habíamos tenido un accidente de coche, aunque la realidad fuera muy distinta. A los policías les conté la verdad, que Rupert había intentado violarme. Recibiría su merecido. La cárcel.

Me había dado una larga ducha por la mañana y frotado el cuerpo hasta enrojecerlo. Esa vez, agradecí que mi cuerpo se curase solo. No quedaba ninguna marca de los golpes que me había dado al caer al suelo. Solamente quedaba una única marca, la de mi mente. Y, aun así, sentía que me olvidaba de cosas. Supuse que serían los nervios, el estado de shock sobre todo. Intenté recordar el momento en el que me quedé a solas con Rupert, pero no conseguía que mi mente lo reprodujese. Cuando Lily me puso un plato de comida en la mesa, me había olvidado de su nombre.

La tarde había pasado rápida. Me di cuenta cuando Will llegó. Traía consigo la cena. Parecían estar tranquilos, como si nada hubiera pasado, como si se hubieran olvidado de lo que les había contado hacía apenas unas horas.

Tumbada en el sofá me paré a pensar. Una gran pregunta me rondaba la mente.

¿Le hubiera matado yo misma? Me di cuenta de que si hubiera podido usar mi elemento…lo hubiera hecho.

Anubis que estaba tumbado encima de mí, me miró con sus ojos azules. No se había separado de mi desde que le conté lo ocurrido.

–– ¿Crees que sería capaz de matar?

Él me aguantó la mirada. Creo que era su manera de decirme, que no lo sabía.

Recordé el momento en que escuché a Damon en mi mente, su voz se parecía a la de Hunter. Creo que eso fue lo que impidió que me sintiese rota.

Rota…esa palabra nunca la había usado ¿Me sentía así?

No.

En realidad, ahora...me sentía fuerte.

–– Vengo ahora –– le susurré a Anubis.

Me levanté del sofá y me metí en el baño, a pesar de que él había intentado seguirme. Sentándome en el suelo me puse a pensar de nuevo en todo lo sucedido, o al menos, lo que recordaba.

No había sido mi culpa que ese hombre quisiera atacarme.

Yo no había reaccionado mal. Al contrario, quise atacarle con mi elemento y le ataqué dándole dos patadas.

Me defendí. Pedí ayuda, es cierto, pero … si no hubiese estado drogada me hubiese defendido mucho mejor, y no hablaba de usar mi elemento.

Al pedir ayuda…grité el nombre de Hunter. ¿Por qué? Porque estaba en el límite del puente. Su poder y el de Damon eran en verdad muy fuertes. Me había escuchado a pesar de no estar en Oxford.

–– ¿Rose? –– me llamó Lily.

–– ¡Ya salgo!

Me levanté y me apoyé en el lavabo, mirándome en el espejo.

No veía mis nuevos mechones blancos, pero sabía que estaban ahí. Yo nunca me había roto, incluso cuando mi padre murió, seguí adelante. Esto que me había pasado, había sido algo malo, pudo haber sido peor…es cierto. Lo superaré. Lo superaré como he superado otras cosas.

Cerré los ojos y respiré hondo.

Sentí el líquido que recorría mis venas, cruzando todo mi cuerpo. Calentando cada músculo y cada hueso. Mi elemento estaba más vivo que nunca. Era su respuesta de que no me abandonaría.

Abrí los ojos y me hice un juramento a mí misma.

Entrenaría mi cuerpo, mi mente y mi elemento cada día. Nadie volvería a hacerme daño.

Sonreí. No era una sonrisa que llegase a mis ojos, pero me sentía viva de nuevo.

Abrí la puerta del baño y me encontré a Lily acariciando a Anubis.

–– Voy a sacarle –– dije entrando en la habitación ––. Ahora venimos.

Metí en el bolso, el teléfono móvil y me quité el pijama. Me puse un vestido. Sí, un vestido para no cogerle miedo a nada.

–– ¿Preparado para volver? –– pregunté mirando a mi Duobus.

Él asintió.

Esta vez, me despedí de mi amiga decidida a volver más fuerte.

 

Me detuve justo enfrente del Puente de los Suspiros. Observando el lugar donde había sucedido todo, la noche anterior. Me costaba mucho recordar el momento en el que Rupert me había tirado al suelo. Sabía que había sucedido porque recordaba haber visto a Damon desde el suelo. Desde ese punto, parecía muchísimo más grande. ¿Por qué me estaba olvidando?

Anubis dio un paso hacia delante, indicándome que cruzáramos.

–– Tienes razón.

Me acerqué a mi Duobus y ambos avanzamos por debajo del puente. En un abrir y cerrar de ojos, habíamos cruzado al otro Oxford.

Los últimos rayos del sol me acariciaron el rostro. Cerré los ojos unos segundos para memorizar los olores que había. Olía a humedad, a fresco…así debería ser el olor de la pureza. Si el olor a café me reconfortaba, este olor, junto con la lluvia, me calmaba.

Escuché el relincho de un caballo, no  muy lejos de donde me encontraba y abrí los ojos para bajar la mirada y encontrarme con el azul zafiro que más me gustaba.




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