Dicen que el cuerpo se acostumbra a los cambios en tan solo veintiún días. El mío se había habituado a despertarse por la mañana antes del alba y a correr por el bosque mientras el frío daba paso al calor de los primeros rayos de sol.
Mi elemento se había ido potenciando con el paso de los días y con los entrenamientos que hacía con Cole y Jason. Sin embargo, no todo era entrenar mi cuerpo o mi elemento, también necesitaba ejercitar mi mente. Ir a la Biblioteca era el mejor momento del día sin duda, podía pasarme horas leyendo antiguas historias de Oxford, documentándome para saber más sobre el lugar que me rodeaba. Jason me acompañaba muchas veces, otras, desaparecía para salir a correr durante la tarde con Káel.
Me encantaba sentarme en el suelo de madera de la Biblioteca y escuchar a Lauren narrar historias maravillosas sobre antiguos Guardianes, o de Historiadores. Llevaba veintiocho días yendo a la Biblioteca y todavía no había visto a su Maestro, tampoco había visto un libro de esos que aparecían y desaparecían después de ser leídos.
No había vuelto a ir a ver a Lily. No había salido del Círculo de Protección ni un solo día, hasta que durante la cena, Alice nos habló de un “festejo” así era como llamaban a las fiestas aquí, que habría durante el fin de semana no muy lejos de Oxford, cerca del río, al parecer acudían muchos Custodios.
–– Solo digo que podríamos ir. Además, Rose y Jason nunca han ido –– comentó Alice mirándonos con una amplia sonrisa.
Me encogí de hombros.
–– No tengo ningún problema en ir. Llevo muchos días entrenando y hacer algo un fin de semana no suena nada mal. ¿Podemos llevar a nuestros Duobus? –– pregunté.
Alice dudó.
–– No es recomendable llevar a nuestros Duobus fuera del Círculo de protección. Mejor que se queden aquí.
Yo me había llevado a Anubis al otro Oxford, no sabía que recomendaban dejarlos aquí.
Por el rabillo del ojo, vi como Jason se remangó las mangas de la túnica y se cruzó de brazos. No me había dado cuenta hasta ahora del cambio que él estaba teniendo. Se le veía mucho más fuerte que el día que le conocí en la noche de los fuegos. Su mirada se cruzó con la mía y me di cuenta de que me había pillado mirándole. Una pequeña sonrisa se asomó en sus labios.
–– Si Rosalie va, yo también. Tenemos que vivir juntos la experiencia de ser los nuevos –– me sonrió con picardía. Le alcé una ceja, negando con la cabeza.
–– Yo nunca le digo que no a un festejo de los lugareños. Buen vino, música instrumental, hogueras, suena estupendo –– concluyó Jaime.
Los tres que habíamos aceptado ir miramos a Cole y a Gina. Ambos se miraron y pusieron los ojos en blanco.
–– Vale, iré –– respondió Gina.
Cole simplemente asintió.
Alice se levantó del banco de un salto.
–– Damas, tenemos que decirle a nuestro armario que escoja algo para nosotras.
Fruncí el ceño, confusa.
Gina hizo un ademán con la mano de que luego me contaría.
***
Anubis había crecido mucho en estos últimos días. Su cabeza llegaba a la mitad de mi pierna cuando se sentaba. No volví a ver una mancha de sangre en su hocico desde que Miranda le había lamido y él se había molestado. Sus patas eran fuertes y rápidas y corría muchísimo más rápido que yo, solo que él se empeñaba en correr a mi lado para ir juntos.
El viernes había llegado y con él, el sol. Daba gusto correr por el bosque sin que la lluvia calase nuestros cuerpos.
En un rato me tocaría enfrentarme a Cole. Era el mejor de todos sin ninguna duda. El pobre se sentía mal por manejar dos elementos, pero por eso me gustaba practicar contra él, el fuego y el viento eran increíbles juntos. Aunque siempre perdiese, me gustaba ver como Cole los controlaba.
Me detuve a pocos pasos de la neblina donde había visto a Hunter aquella vez. Su color era de color morado, siempre me detenía aquí antes de dar la vuelta o más bien, descansar y que mis pulmones se llenasen de aire.
–– Cada vez aguantamos más, Anubis. Veintinueve días seguidos. Mañana toca descansar, creo que nos lo merecemos.
Anubis asintió.
El sol salió de detrás de una nube e iluminó una parte del bosque.
Me tumbé en el suelo y cerré los ojos tan pronto el sol acarició mi rostro. Las gotas que bajaron por mi frente se calentaron. Me las sequé con la manga de la túnica. Abrí los ojos cuando Anubis se tumbó a mi lado, siempre le daba la espalda al bosque y contemplaba la neblina antes de bajar su cabeza a la hierba.
Cerré los ojos durante unos minutos, disfrutando del momento. Me sentía en paz, tranquila, cansada por la carrera y más cansada al pensar en tener que volver, pero esto me venía muy bien.
El bello de mi piel se erizó y abrí los ojos.
–– No quería molestarte –– la voz de la Guardiana del bosque me sorprendió.
–– Ahora mi cuerpo avisa al sentirte –– dije mientras me inclinaba hacia delante, sentándome.
Ella se echó a reír, divertida.
Editado: 16.01.2024