El Guardián de la luz

Capítulo 17

Durante la mañana del lunes, hubo mucho movimiento de profesores que subían y bajaban por las escaleras que sabía que daban al despacho del Canciller.

–– ¿Preparada para sudar y morder el polvo, Rose? –– me preguntó Jaime mientras terminábamos de comer.

Suspiré.

–– Uy si… es lo que más deseo en este mundo, que el Guardián me pegue tal paliza que derrumbe mi ego –– dije con ironía.

Jaime y Cole se echaron a reír.

–– Me estaba metiendo contigo, el Guardián no hará tal cosa –– explicó Jaime ––. Hace mucho que no entrena con nosotros. Siempre tiene cosas que hacer, pero alguna vez al mes, nos deja combatir contra él.

–– Que afortunada soy, entonces.

Jaime asintió y le sonreí con ternura porque sabía que a él le gustaría entrar en el Círculo del Guardián.

–– Hablando de morder el polvo –– dijo Cole esta vez –– ¿Y Jason?

–– Yo le he visto entrenando en el Campo de entrenamiento cuando vine a desayunar –– respondió Alice.

–– Estará nervioso –– dije.

–– ¿Vamos yendo para coger sitio? –– preguntó Jaime, levantándose del banco.

Todos asentimos.

Yo no estaba muy nerviosa, aunque cuando empecé a ver al resto de los Custodios que comenzaban a llegar al Campo de Entrenamiento, los nervios florecieron. Anubis y el resto de Duobus también estaban allí.

La profesora Cresseida estaba en el centro del Campo, su Duobus, no la acompañaba.

–– ¡Bienvenidos! Como es tradición, nuestro Guardián, practicará con los nuevos integrantes. Todos le estamos agradecidos por compartir su tiempo –– comenzó Cresseida ––. En primer lugar, lanzaremos una moneda, para saber quién saldrá elegido como primer contrincante –– señaló a su izquierda ––. Guardián, si eres tan amable.

Hunter entró en el campo de entrenamiento y mi corazón se aceleró un poco al verle. Llevaba los tres primeros botones del cuello de la túnica negra desabotonada, mostrando su pecho desnudo y bronceado y unos pantalones flojos, como los de la última vez que le vi. Parecía descansado.

–– Custodios –– su voz sonó grave y autoritaria ––. Podéis acercaros.

Gina me dio un cariñoso golpecito en la espalda y enseguida entré al Campo de entrenamiento. Jason, se acercó a mi lado por la izquierda, con rostro serio.

Cresseida nos miró con una gran sonrisa y carraspeó.

–– Cara, Rosalie, cruz, Jason.

Ambos asentimos.

Busqué la mirada de Hunter, pero en ningún momento me miró.

La profesora lanzó la moneda, y cuando llegó a su mano y la mostró. Un alivió me llenó el cuerpo. Cruz.

–– Jason, empiezas tú –– dijo Cresseida –– ¿Espada?

–– Sí.

Cresseida, desenvainó una espada y se la tendió. Jason la guardó en una funda que no había visto en su cintura.

Él me miró y se encogió de hombros.

Le levanté el pulgar, en señal de ánimo.

Jason arrugó el ceño, y al instante me sonrió.

Volví a junto de mis amigos. Anubis acercó su cabeza a mi mano. Enseguida supe que estaba emocionado.

Hunter y Jason se habían separado el uno del otro. Al segundo se le veía tenso y nervioso, mientras que el Guardián, estaba tranquilo, con el rostro sereno. Fue él quién atacó primero.

Abrí los ojos, alucinando con la potente llamarada que salió de una de sus manos. Para mi sorpresa y la del resto, Jason lo esquivó tirándose al suelo, pero el Guardián ya le había mandado una segunda llamarada con la otra mano. Jason, todavía en el suelo, creó una pared de fuego, tan alta como él y, se levantó del suelo con mucho cuidado. Mientras, el Guardián dejó de lanzar fuego y desenvainó su espada con una amplia sonrisa en el rostro. Jason hizo lo mismo y cuando estuvieron cerca, ambas espadas chocaron haciendo que el ruido vibrase en nuestros oídos. Tuve que reconocer, que Jason no mintió cuando me contó el día que lo conocí, que sabía usar una espada. No lo hacía nada mal. Su espada chocaba una y otra vez contra la del Guardián, con movimientos rítmicos, hasta que Jason le lanzó dos bolas de fuego seguidas, pero Hunter alzó la hoja de su espada para protegerse de ellas.

–– Eso ha estado muy bien, Jason –– dijo Hunter.

Aunque eso fue lo último que vimos. Enseguida, el Guardián, le lanzó una llamarada, menos potente que la otra a Jason, haciendo que este cerrase los ojos. Hunter dio una vuelta en el aire y le apuntó con la espada en la garganta.

El duelo no había durado ni ocho minutos.

Suspiré. Tenía las manos sudorosas.

–– Tú puedes –– me susurraron Gina y Cole, dándome ánimos.

Hunter y Jason hablaron durante un minuto y después, mi amigo se marchó. Al menos se le veía tranquilo, pero cansado. Me guiñó un ojo cuando se detuvo a mi lado.

–– ¡Rosalie! –– exclamó Cresseida –– Tu turno.

Entré al Campo de entrenamiento con muchos nervios, sin comprender por qué estaba así. Ya sabía que iba a perder y que me darían una paliza.




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