El Guardián de la luz

Capítulo 23

No sé cuánto tiempo caminamos, pero fue bastante. Hunter me susurró que me agachase tan pronto pasamos un pequeño claro. Le seguí a su lado en silencio, intentando ser tan sigilosa como lo era él.

La luna y las estrellas iluminaban el cielo, como si nos guiaran en nuestro camino. El viento me acarició la cara con tal suavidad que parecía una mano invisible.

En ese momento, escuché el sonido de un tambor gracias al sonido que traía el viento. Hunter avanzó más rápido hasta que se detuvo detrás de unos árboles y se agachó, sus ojos ámbar brillaban llenos de vida.

–– Mira –– susurró, tendiéndome la mano.

Al agarrarle la mano, sentí una calidez agradable.

Me arrodillé como estaba él y abrí la boca sorprendida, de ver lo que mis ojos estaban observando.

–– Es precioso –– susurré. Era un lago, no muy grande. Su agua era cristalina y brillaba como si tuviera luz en su interior. Había una especie de polvo que lanzaba destellos de luz, parecían estrellas ––. ¿Qué es? –– pregunté sin separar la vista del agua.

–– El Lago de las Estrellas. Es el único lugar bendecido por los Druidas –– comentó. Le miré anonadada. Sus ojos se veían distintos. Él pareció ver la duda en mi rostro, porque sonrió ––. El elemento del agua, viene de este lugar. Somos muy afortunados de tener uno de los cinco lugares de venero, aquí en Oxford. Todo Custodio que tenga el elemento, será bendecido con el poder de la visión bajo el agua, por eso nuestros ojos brillan.

–– ¿Los míos también?

Él asintió.

–– Tienes los mismos ojos que Anubis ahora mismo.

Sonreí emocionada.

–– Que pena que no pueda verlos. Los tuyos son preciosos. Nunca había visto ojos de color ámbar.

Hunter me sonrió.

–– Gracias por el cumplido. En realidad, no conozco a nadie más con los ojos ámbar.

–– ¿Eres el único?

–– No lo creo. Me gusta pensar que algún día me encontraré a alguien con ellos –– la mirada de Hunter se separó de la mía para alzar ambas cejas y mirar al lago. El sonido de otro tambor sonó cerca ––. Mira, acaban de llegar.

Giré el rostro y volví a maravillarme con lo que estaba viendo.

Había tres personas, lo que imaginé que serían Druidas. Llevaban unas túnicas blancas hasta el suelo y capuchas que tapaban su rostro. Aunque cuando uno de ellos se dejó ver, no pude verle bien la cara, tenía varias líneas de color azul decorando su rostro.

Nueve Druidas más llegaron y comenzaron a hacer un círculo. Se les veía tranquilos, sin saber  que cuatro ojos los observaban en silencio.

–– ¿Saben que estamos aquí? –– pregunté.

Hunter asintió.

–– Sienten mi presencia, pero vengo a verlos siempre que puedo. No les importa que mire, saben que nunca les haría daño. Al fin y al cabo, soy su Guardián y mi deber es protegerlos –– dijo mirándome a los ojos. Sentí orgullo en cada una de sus palabras.

Me giré al escuchar de nuevo los tambores. Un Druida, una mujer por su voz, comenzó a cantar en un idioma que nunca había escuchado, mientras dos de sus compañeros tocaban dos tambores con fuerza.

La melodía era preciosa, no entendía lo que significaba, pero el vello de mi cuerpo reaccionó enseguida. Las luces que parpadeaban encima del lago, comenzaron a girar sobre sí mismas hasta que se elevaron hacia los Druidas, envolviéndoles en espirales individuales. De sus cuerpos, salía algo transparente que reaccionaba ante las pequeñas luces parpadeantes.

Me di cuenta de que era agua. El elemento del agua saliendo de los cuerpos de los Druidas.

–– Cada mes, los Druidas le dan parte de su poder al Lago –– me explicó Hunter en un susurro ––. Es un ritual donde Lago y Druida se unen. Los Druidas rellenan el Lago con su elemento, y el Lago, les da el poder que ellos necesitan.

Miré a Hunter de reojo.

–– Es maravilloso poder ver esto –– le sonreí ––. Muchas gracias por habérmelo enseñado, esto no podría haberlo imaginado para uno de mis libros ni en broma.

Él me sonrió. Las comisuras de sus ojos se arrugaron. Hunter tenía un aura distinta al resto de los hombres que había conocido. A veces parecía sacado de otro planeta, aunque una palabra mejor sería de otra época. Su pelo corto era lo único que no le hacía parecer un caballero antiguo, su barba, sin embargo, le daba un toque mucho más maduro. Yo me veía un poco más joven a su lado, a pesar de llevarnos pocos años de diferencia.

–– ¿En qué piensas? –– me preguntó –– Veo tu mente funcionar, pero no consigo adivinar lo que piensas.

Alcé una ceja.

–– Si adivinaras mis pensamientos, o si los escucharas, te asustarías. Además de que violarías una gran parte de mi intimidad, y eso es algo que no me haría ni una pizca de gracia –– dije entrecerrando los ojos.

Hunter sonrió de lado.

–– Soy un experto en escuchar voces en mi cabeza, así que sé por experiencia que no hay nada que me asuste ya, Rose. En cuanto a lo de tu intimidad –– se lamió el labio inferior ––. Tienes toda la razón.




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