Me desperté muy temprano esa mañana, quería correr y descargar toda la energía posible. Ordenar un poco mis pensamientos y mis ideas. Hacía buen día, no llovía y además el frío que solía hacer por las mañanas, parecía que seguía durmiendo en algún lugar del bosque. El cielo estaba iluminado con una gama de colores en tonos naranjas y rojizos. Una imagen sencillamente preciosa. Tuve una tentación muy grande de ir al árbol donde había visto a mi madre, pero mi instinto me decía que no debía volver tan pronto. Y si los Custodios nos dejábamos llevar por nuestros instintos…no quería ser la excepción.
Anubis se subió a una roca alta y estiró el cuello con delicadeza. Se estaba convirtiendo en un lobo grande y eso me enorgullecía.
El sol seguía subiendo poco a poco, hasta que comenzó a iluminar con timidez los árboles que nos rodeaban. Cerré los ojos cuando al fin llegó a mi rostro. Me calentó lentamente, llenándome de nuevo de la energía que había intentado perder. Abrí los ojos y sonreí a mi Duobus. Anubis estaba tumbado encima de la roca, con los ojos cerrados y con su respiración en calma.
— ¿Quieres quedarte más, amigo? — pregunté con cariño.
Me giré en el mismo momento en el que Anubis abrió los ojos. Ambos la habíamos sentido.
— Buenos días, Rosalie — dijo la Guardiana del Bosque haciéndome una reverencia. No me sorprendió esta vez. La imité con una sonrisa — Algún día dejarás de hacerme esa reverencia — dijo con una ceja levantada.
— La dejaré de hacer cuando dejes de hacércermala a mi.
Se echó a reír. Las hojas de las ramas de los árboles comenzaron a moverse al son de su risa.
— Nos llevaremos muy bien, Rosalie.
Puse ambas manos en las caderas.
— ¿No lo hacemos ya?
Me miró largo y tendido, más de lo normal. Durante unos instantes pensé que la había ofendido, pero su sonrisa me tranquilizó.
— Es cierto. Venía a buscarte para decirte que tienes visita en tu cabaña.
Alcé ambas cejas, sorprendida.
— ¿Quién?
Ella se movió hacia un lado, mostrando el camino por el que había venido.
— Tendrás que descubrirlo tú misma.
Puse los ojos en blanco y asentí.
— Tú ganas. Nos vemos, Guardiana — dije despidiéndome y comenzado a correr de vuelta a mi cabaña. Me sorprendió saber, que no tardé ni quince pasos en llegar. Al menos la Guardiana, se había portado bien.
Lo vi sentado en las escaleras de mi cabaña, junto con Káel. Llevaba un vaquero y una cazadora de color verde. Se levantó al verme, su Duobus se acercó a Anubis. Supe enseguida a qué había venido.
— Te vas.
Jason asintió.
— Ayer estuve hablando con mis padres, creo que necesito estar un tiempo lejos de la magia, de los elementos — señaló a nuestro alrededor —. Voy a viajar con Káel, recorrer un poco de mundo y conocernos un poco más.
Me acerqué a él y asentí lentamente. Jason me sonrió con tristeza. Subí un peldaño de las escaleras y le abracé. Cerré los ojos y apoyé el rostro en su hombro, apretándole con cariño.
— Me alegro de haberte conocido, Jason. Odio que la gente que comienza a meterse en mi corazón se vaya tan rápido — dije cerca de su oído.
Él me apretó más hacia sí y me acarició el pelo.
— Mi abuelo me decía que a veces, hay personas que están en nuestras vidas por algo en concreto. Yo creo Rose, que tú apareciste en mi vida para despertar sentimientos que llevaban un tiempo dormidos.
Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos. Suspiré con fuerza.
Jason me separó con delicadeza de su cuerpo y al abrir los ojos, vi que él también estaba a punto de llorar.
— Tu abuelo era un hombre muy sabio, pero creo que no hace falta decirte que tienes una amiga a la que poder visitar cuando quieras — dije mirándole a los ojos.
Jason asintió y llevó ambas manos a mis mejillas, limpió mis lágrimas con los dedos y me sonrió con cariño.
— La amiga más increíble. Lo mejor que tendré en Oxford — acarició mi rostro y fue moviendo las manos hasta volver a atraerme hacia sí y besar mi frente.
— ¿Me escribirás? — pregunté volviendo a abrazarlo.
— Claro, sé dónde encontrarte.
— La próxima vez que nos veamos, quiero ver un lobo grande, que lance fuego por la boca — dije sonriendo.
Jason asintió dos veces.
— Te lo prometo — susurró en mi oído.
Nos separamos, mirándonos lentamente, queriendo tener un recuerdo de nuestros rostros.
— Te irá bien Jason. Sé que ahora no lo ves, pero estoy segura de que serás un Custodio fuerte e increíble.
Se echó a reír.
— Tendré que serlo si es lo que tú ves.
Agarró mi muñeca izquierda y acarició lentamente el relieve de la marca que ambos teníamos.
Editado: 16.01.2024