El Guardián de la luz

Capítulo 38

Hunter no me habló en todo el viaje. Se pasó todo el camino pensativo, muy lejos de nosotros. Mary intentó hacer alguna broma para que nadie pensara en lo que acababa de suceder hacía apenas unas horas con Calvin. Cole, sin embargo, me intentó tranquilizar diciendo que él nunca podría tocarme en Oxford. Tuve que decirles que no estaba preocupada, ni nerviosa. Simplemente les dije que quería llegar a Oxford, y abrazar a Anubis.

Tan pronto cruzamos corriendo a caballo el Círculo de Protección, Hunter y Mary se metieron con sus monturas en el interior del bosque. White me llevó hacia la izquierda del bosque, alejándome de Cole y Brooke. Enseguida supe a dónde me estaba llevando.

Anubis estaba esperándome en un pequeño  claro.

Al bajar de White, mi Duobus se me abalanzó encima con tanta fuerza que me tiró al suelo. Me eché a reír al notar sus nervios y su alegría también. Con su hocico me acercó unos mechones de mi pelo y me los puso delante de la cara. No me había dado cuenta de que tenía más pelo blanco.

–– ¡Tenemos un nuevo elemento! –– exclamé contenta. Él me olfateó por todas partes ––. Estoy bien, estoy bien Anubis –– de repente se detuvo, abrió la boca mostrando su potente mandíbula, después gruñó a mi mano izquierda donde tenía el anillo.

En ese momento caí en la cuenta de lo primero que tenía que hacer.

 

Dejamos a White en su caballeriza y volvimos al bosque rápidamente.

No sé cuánto tiempo estuvimos dando vueltas buscando el camino que nos llevaría al jardín de rosas con la verja, hasta que nos topamos con Hunter y Damon.

–– ¿Qué hacéis aquí? –– pregunté. El jardín estaba justo detrás de ellos.

Hunter, con la misma ropa del viaje. Pantalones negros y la túnica negra abierta por los dos primeros botones, se rascó el cuello. 

–– Creí que necesitarías caballería por si ella se enfadaba.

–– ¿Quieres bajar conmigo?

–– No puedo. Ella ya sabe que el Guardián está cerca.

–– ¿Y eso es malo? –– volví a preguntar. Acercándome a él. Anubis esperó a mi lado.

–– Ya engañó a mi Guardián y a ti también –– su voz sonó cauta ––. No tentemos a los espíritus.

–– ¿Es lo que es ella? ¿Un espíritu?

Hunter se encogió de hombros.

–– No lo tengo claro todavía. Es algo que tengo pendiente –– miró directamente a Anubis ––. Deberías quedarte con nosotros, no sé si es buena idea que ella te vea. Todavía no sabemos por qué está aquí.

Anubis me miró primero a mí, después a Hunter.

Su respuesta fue un gruñido de reproche, pero se levantó para sentarse de nuevo al lado de Damon.

–– No tardaré –– dije dubitativa. En realidad no tenía ni la más remota idea de lo que pasaría tan pronto bajara esas escaleras de piedra. Me di la vuelta sin mirar a ninguno de los tres a los ojos. Sabía que si miraba a Anubis, solo habría preocupación, pero si miraba a Hunter...no sabría lo que me podría encontrar.

Tan pronto puse un pie en el primer escalón vi sangre en ella, apenas un par de gotas. Hunter había usado la suya para hacer aparecer la verja que llevaba a ella. Bajé el resto de escaleras decidida, esta vez no fue necesario utilizar el elemento del fuego para iluminar el camino, las antorchas que estaban a cada lado de las armaduras ya estaban encendidas. Cuando llegué al final de la escalera. Ella apareció.

–– ¡Bienvenida de nuevo Rose! –– exclamó contenta, con una sonrisa en sus labios. Comenzó a caminar hacia mi ––. Me miró de arriba abajo lentamente, hasta que sus ojos se detuvieron en mi mano izquierda ––¡Sabía que lo conseguirías! –– su voz sonó con emoción –– ¿Tuviste algún percance allí? –– quiso saber.

–– Unos cuantos de hecho.

Ella me miró de reojo.

––Veo cambios en tu cabello. Conseguiste un nuevo elemento.

–– Eso no fue lo único que conseguí –– dije con ironía.

Su sonrisa vaciló.

–– ¿Qué más conseguiste? aparte de mi anillo y un elemento –– ronroneó.

–– Un enemigo –– la miré enfadada. Sabía que quería sonsacar más cosas así que simplemente le solté ––. No me dijiste la verdad sobre la marca que me hiciste.

El fantasma alzó una ceja.

–– Ah, eso. Bueno, no es algo importante. Sabía que lo conseguirías.

La miré enfadada.

–– ¿No es importante? ¿Y si no lo hubiera conseguido? –– me acerqué a ella y levanté un poco la voz ––. ¿Me habrías echado una maldición también a mi?

Ella estiró el cuello y cuadró los hombros, después entrecerró los ojos.

–– Se lo contaste a tu Guardián.

–– Él lo adivinó gracias a la marca que me hiciste.

De repente sonrió, ladeando la cabeza.

–– Sabía que lo haría. Todavía no he tenido el placer de conocerlo, pero creo que después de esto, vendrá a verme.

La miré enfadada. No me gustó la manera en la que dijo eso.




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