El Guardián de la luz

Capítulo 39

Una vez que las chicas se marcharon a primera hora de la mañana y me quedé sola con Anubis, me detuve a pensar en todo lo que me había sucedido en los últimos días. Mi padre me había contado que cuando vivimos momentos importantes, debemos parar y pensar en ellos.

El sol calentó mi rostro y mantuvo el frío de Diciembre lejos de mi cuerpo. Sabía que la Guardiana llevaba un rato mirándonos. La había sentido hacía quince minutos, mucho antes de salir del claro dónde Anubis y yo habíamos parado a coger fuerzas y seguir con nuestra carrera matinal. Recordé que ella me había dicho que Hunter la había encontrado espiando mucho antes que el resto de sus compañeros, pero esta vez, algo me decía que debía dejar el tema así y concentrarme en lo que me había sucedido.

No le temía a Calvin, al menos de momento. Me sentía segura dentro del Círculo de Protección obviamente, pero ya le había vencido una vez, podía vencerle una segunda, aunque él fuese Rey y yo una Custodio. Tenía tres elementos, y solo debía aprender a dominarlos a la perfección. Anubis era fuerte, se había convertido en un lobo bastante grande, no tanto como Damon, pero sí mucho más grande que Dante, incluso que Finrer.

Cuando me marché de casa de Hunter esa mañana, dejándole dormido, sentí la necesidad de llevarme a Anubis. Habíamos pasado un buen rato hablando, bueno, yo hablaba y él me escuchaba. Necesitaba con desesperación encontrar una manera de hacerle ver a mi Duobus de que él me importaba mucho más que cualquier otra persona. Bueno...había alguien más que me importaba. De repente, tuve la necesidad de verla.

–– ¿Crees que podríamos ir a ver a mi madre? –– le pregunté a Anubis. Él asintió al momento.

–– Gracias.

Yo no sabía dónde quedaba ese árbol, pero Anubis conocía el camino. Cuando pasamos al lado del antiguo portal que llevaba a la La Tierra Cálida, me entró un sentimiento de pena. ¿Por qué las Tierras no podían ser todas aliadas? Todo funcionaría mucho mejor si se unieran.

Anubis se sentó enfrente del árbol. Lo suficientemente lejos de él para recordar que no quería que me quitara energía de más.

–– ¿Controlarás el tiempo? Solo necesito un par de minutos.

Mi Duobus asintió.

Me senté al lado de Anubis. El suelo frío me estremeció.

Cerré los ojos y pensé en mi madre, en lo que estaría haciendo. La volví a imaginar tocando el piano, pero cuando escuché una respiración que no era la mía, abrí los ojos de golpe.

Mi madre estaba en su cama, dormida. Me llevé las manos a la boca al verle el rostro. Había envejecido mucho, y estaba muy delgada. Tenía el pelo mucho más canoso que la última vez, parecía dormir tranquila.

Anubis apoyó su cabeza en mi muslo izquierdo. Le acaricié con cariño, ambos sabíamos que yo estaba a punto de llorar.

–– La niña –– susurró.

El corazón se me aceleró al oírla hablar de mí. Escuché el ruido de una silla, Sara estaba con ella.

–– Rosalie está en Oxford, El. Hay una tormenta en Reino Unido y no podrá volver por Navidad. Ya lo hablamos, ¿recuerdas? –– le dijo Sara con ternura.

¿Una tormenta? Yo no había dicho nada, yo…

Suspiré. La magia había hecho eso. Significaba que yo pasaría las Navidades aquí...Le había prometido a Lily que iría con su familia por Navidad.

–– Tienes razón –– murmuró mi madre ––. Está mejor allí, aquí no hay nada que le quede.

La sangre se me heló.

–– ¡No digas esas cosas, El! Sabes que no las dices de verdad, no estas pensando con claridad –– le reprochó Sara.

Una lágrima recorrió mi rostro lentamente. Cerré los ojos con fuerza.

–– En lo único que pienso es que Ben ya no está aquí. Si no hubiéramos sido tan irresponsables...–– Su voz se quebró.

Abrí los ojos, y al ver a mi madre llorar de nuevo por la muerte de mi padre, escuchar que dijo que ya no me quedaba nada cuándo ella era lo único que me quedaba de mi antigua vida. Supe que eso era suficiente.

Me levanté del suelo y la imagen de mi madre y Sara se esfumó.

Anubis me miró las manos. Las tenía en llamas. Las apagué al momento.

–– Tienes temperamento –– dijo una voz detrás de mí. Me giré al ver a la Guardiana del Bosque ––. Tu humor lo siente también tu Duobus. Si tú estás triste y dolida, él también. Anubis es lo único que puede calmarte, lo único que puede aliviarte.

Miré los ojos azules de mi Duobus. Solo para que al menos ella dejara de hablar, pero comencé a sentir calor en mi cuerpo, en mi corazón. Cada vez que una parte rota de mi corazón tambaleaba con separarse, Anubis la mantenía en su lugar, rota, pero unida.

–– ¿Cómo lo haces? –– le pregunté a mi Duobus con ambos ojos llorando.

–– Él no puede contestarte, pero he estado observando, escuchando sin querer.

Me giré, limpiándome los ojos y la miré enfadada.

–– Lo sé.

La Guardiana sonrió.

–– Creo que podríais hacer un pequeño ritual. Me consta que está preocupado de las intenciones del Guardián contigo –– me miró con una pequeña sonrisa ladeada ––. Al ser un macho, siempre será protector contigo. Quizás, si le dejas claro que pase lo que pase, él siempre será quien salve tu corazón...se quedará más tranquilo.




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