El Guardián de la luz

Capítulo 40

Quedaban muy pocos Custodios en Oxford. Cada día veía menos gente en el comedor y durante las clases, hasta que dos días antes de Navidad, quedamos menos de veinte personas. Mis días habían consistido en correr por las mañanas con Anubis, asistir a clase, despedir a mis amigos uno a uno, entrenar con Mary tres tardes a la semana y cuando podía, veía a Hunter. Se había tomado muy en serio la tarea de ir despacio, a pesar de que le había dicho que no era algo que yo quisiera, pero mi intuición me decía que esa era una de las cosas que había hablado con Anubis.

Hacía tres días que no veía a Hunter, sin embargo Mary y Charles se dejaban ver mucho más que antes, había estado hablando esos últimos días con Charles, me resultó muy agradable. Había quedado con él y Mary para dar un paseo a caballo, Anubis parecía disfrutar de la compañía del Duobus de Mary.

–– La Guardiana del Bosque se está luciendo estos días con el tiempo –– comentó con cierta alegría Charles.

–– Querrá hacerte feliz otra Navidad más –- añadió Mary en tono burlón, después me miró explicó ––. La Guardiana tiene debilidad por Charles, yo creo que es porque le parece exótico que venga de la Tierra del Viento.

Charles se echó a reír.

–– No es por eso, pero cuándo tú y Hunter estáis fuera con vuestras misiones, yo hablo con ella.

Los miré con una sonrisa. Intenté aprovechar para conocer un poco más a Charles.

–– Espero no meterme donde no me llaman, pero ¿puedo preguntarte por qué te fuiste?

Mary iba a hablar, pero se lo pensó mejor. Fue Charles quien contestó, despreocupado.

–– Tranquila, Mary. Han pasado muchos años –– miró a su amiga con confianza, después a mí ––.  Mi querido hermano pequeño, tu nuevo mejor amigo –– dijo con rabia ––. Le contó a nuestro padre que mi Duobus, había intentado matarle. Mi hermano tiene un don, un poder....Rose, no sé lo que es, pero Calvin tiene algo que sus palabras convencen –– se me heló la sangre al suponer lo que había sucedido. Las lágrimas aparecieron en mis ojos cuando Charles me miró con tristeza ––. Como has supuesto, mi padre mató a mi Duobus.

Calvin era maldad. Cada parte de mi cuerpo lo aborrecía.

No me dio tiempo a contestarle, porque un conocido cosquilleo en el cuerpo nos hizo detenernos. Hunter se había marchado.

–– ¿A dónde se ha ido? –– preguntó en un susurro Mary. Miró a Charles ––. ¿Tú sabes algo?

Charles sacudió la cabeza.

–– Nuestro amigo el Guardián, lleva días desaparecido, Mary. Debemos hacer una reunión tan pronto vuelva.

Giré la rienda de White hacia la derecha para dejarles a los dos hablar a solas. Anubis cambió de ritmo para seguirme, pero antes de irme, escuché a Mary gritar.

–– ¡Es obvio que algo le está pasando, Charles! No le vemos desde hace tres días, justo desde que su elemento le desobedeció. No es ninguna casualidad.

La preocupación me invadió enseguida. Yo había visto a Hunter bien la última vez que estuve con él. Habíamos pasado gran parte de la noche paseando a caballo, o recorriendo el bosque, incluso Anubis y Damon se unían de vez en cuando a nuestras caminatas. La relación de mi Duobus y Hunter había mejorado con creces. Aunque Anubis se negaba a hacer el ritual, cada noche intentaba sacarle el tema, pero él se negaba.

El sol comenzó a bajar y decidí que lo mejor sería guardar a White e ir al comedor. Había quedado con Cole para cenar. Mañana, en Nochebuena, él y Finrer pasarían el día juntos.

 

Las hojas de los árboles se movían lentamente y el sonido de las pisadas de Cole, junto con las mías, se escuchaban mucho más que de costumbre. Habíamos salido del comedor hablando de cuánto nos arrepentíamos de comer un segundo trozo de tarta.

–– Dime qué estás tan llena como yo –– comentó Cole agarrándose el estómago.

Me eché a reír.

–– Nos pasa por golosos, al menos al fin he encontrado a mi compañero de tartas de queso.

–– Es mi favorita –– dijo mirando hacia un lateral ––. ¡No, otra vez no! –– gritó riéndose. Yo miré hacia donde él estaba mirando, me giré rápido hacia la izquierda al ver a Finrer tirar al suelo a Cole ––. Odio que hayas aprendido a ser sigiloso.

Así que era eso lo que Anubis estaba haciendo. Cuatro días atrás, había aparecido detrás de mí sin haberlo visto ni escuchado. Me sentí tonta por no haber comprendido lo que mi Duobus me estaba mostrando.

Anubis se detuvo detrás de ellos, parecía cansado. Tenía el pelaje manchado de barro por un lateral.

–– ¿Todo bien? –– le pregunté. Mi Duobus asintió ––. Anubis y yo nos vamos, Cole –– mi amigo se levantó del suelo y se sacudió la tierra del abrigo negro que llevaba.

–– Disfruta de la Nochebuena, Rose. Nos vemos el día de Navidad. Al menos estaremos todos juntos.

Asentí, despidiéndome con un abrazo.

Seguí caminando, a pocos metros apareció nuestra cabaña. Anubis subió las escaleras con rapidez. Tenía que volver a insistir en el ritual, pero cuándo se tumbó directamente enfrente de la chimenea, supe que algo le pasaba.

–– ¿Estás bien? –– volví a preguntar, sentándome a su lado. Miré su cuerpo detenidamente, dándome cuenta de que no estaba apoyado encima de su estómago sino del lado donde tenía barro. Llevé la mano a esa zona, pero él se giró gruñendo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.