El guardián de Pyro

La última gema

Regresamos a la frontera con Pimual y Quayik, donde zarpamos desde el puerto de pescadores de Kamil; por su puesto cabe destacar que el enano se nos unió ¿Qué caso tenía que dejarlo en ese lugar deshabitado? el pobre ya estaba demente hablando con rocas y bichos.

En fin, volví a vomitar en el regreso hacia la ciudad Dorada, esta vez no hubo ataques de ningún bicho marino; al llegar a los puertos Dorados ahí nos esperaban nuestros dragones con ansias, bueno el mío no tanto porque me seguía odiando, Don gruñón me recibió con un coletazo que me dejó sin aire. Las personas miraban a los dragones con un poco de temor y evitaban pasar cerca de ellos, era una suerte que la zona de los barcos fuera bastante espaciosa como para que los dragones aterrizaran en ese ahí, un poco más allá a la derecha de los muelles aterrizaba un ave enorme parecida a un águila, pero de colores brillantes y su jinete descendía con agilidad desde el lomo, ojalá yo tuviera esa confianza con Don gruñón.

Emprendimos el vuelo sin más demoras hacia la ubicación de la gema del fuego, dejando a Afor en la Ciudad Dorada, pues alegó que los enanos no vuelan y que deseaba recorrer el bazar.

 

_ ¿Seguro qué no quieres venir con nosotros?_ le pregunté antes de subir en Don Gruñón.

 

_ Más que seguro, guardián_ respondió con una sonrisa_ además, ya estoy viejo y quiero encontrar a otros de mi especie, oí en el barco que en este bazar habían unos enamos comerciantes, me gustaría hablar con ellos.

 

_ Entonces aquí nos despedimos, señor Afor_ dijo Freyja.

 

_ Así es princesa, pero algo me dice que en algún momento nos volveremos a ver en el futuro_ alegó el enano.

 

_ Esperaré nuestro reencuentro, hasta entonces, cuídese y espero halle un hogar junto a otros de su raza_ expresó Freyja, ya sobre su dragón.

 

_ Gracias, princesa_ sonrió Afor.

 

_ Y no te metas en problemas, vejete_ comenté cuando Don Gruñón, alzo el vuelo abruptamente_ ¡Eh, más despacio!

 

Creo que no debí pedirle al dragón que fuera más despacio, porque ahora iba más rápido ¿Pero qué mierda le habré hecho yo a esta lagartija del carajo, para que me odie tanto? ¿O es normal que actúe así? Cuando Freyja y los demás se acercaron, Don gruñón aminoró su vuelo, Malva iba muy contenta tras Fenrir aferrada a su cintura, menuda suerte la del hombre lobo, aunque esa tía es bastante rara, así que paso.

 

 

Me imaginaba que las tres pirámides de Muine serían como las de Giza, pero no fue así; primero, todo era verde y había mucha vegetación a diferencia del desierto de Egipto, además de lagos y ríos cristalinos, sí, había arena también, pero no era un desierto y segundo, las pirámides no eran de piedra sino de diamante ¡Ostras, cómo mola! Todo era conocido como ver libros de historia o imágenes de Google y distinto a la vez.

 

_ El más grande de los tres templos, es el templo Ígneo_ señaló Malva.

 

_ Hay que aterrizar_ dijo Freyja.

 

_ Bien, ya oíste, aterricemos ¿Vale?_ musité a mi dragón dándole unas palmaditas apremiantes, por un momento imaginé que me haría caer de su lomo, pero solo gruñó, eso ya es un progreso.

 

_ ¿Te pasa algo Fenrir? De pronto estas muy tenso_ expresó Malva, que al parecer sintió los músculos del abdomen del hombre lobo.

 

_ Hay algo que no me huele bien en el aire_ el lobo olisqueó.

 

¡Ostras! ¿Será qué le ha llegado el olor del pedo que se me salió?

 

_ ¿A qué te refieres con eso?_ quise saber. Que no sea mi pedo, que no sea mi pedo...

 

_ Problemas.

 

_ ¿Crees que el imperio oscuro esté en Muine?_ inquirió Freija.

 

_ No estoy seguro.

 

El hombre lobo no dijo nada más, nadie volvió a preguntar, así pues, descendimos y al llegar ante el templo Ígneo, fuimos recibidos por el imperio oscuro y por primera vez mi dragón se tomó en serio quienes eran el enemigo y quienes no, así que chamuscó a unos cuantos, luego me vio y se fue volando (menudo miedica que resultó ser). Usé el poder de cada una de las gemas y ni aún así pudimos con tantos soldados, estaba en lo cierto el instinto de Fenrir, le olía a Problemas. Los guardias nos acorralaron y nos llevaron ante el emperador quién nos esperaba dentro del Templo, lord Atlas estaba con él.

La estancia era bastante espaciosa, con pilares de diamante tallado, suelo de mármol blanco...

_ Así que tú eres el Guardián, te imaginaba más fuerte como tu antecesor, un orco bastante fornido_ dijo Clover, arrebatándome el anillo_ Bien, tengo el anillo, pero no parece que ésta sea la ubicación exacta de la gema roja, mis subordinados ya lo revisaron todo_ se volvió hacía Atlas y le quitó la mordaza_ habla, coleccionista, porque fue a tí a quién se le confió todos los secretos al hallar la gema de hielo ¿Donde está la última gema?

 

_ Keops_ comentó Atlas, ya sin fuerzas mirándome a mí.

 

_ ¿Qué? ¿Qué has dicho, pendejo?_ Clover no entendía lo que quiso decir el coleccionista, lo zarandeó exigiendo la ubicación de la gema con la amenaza de que ordenaría arrasar con todo si no lo ayudaba, pero Atlas solo repitió lo mismo "Keops" luego agregó "Egipto" con lo cual, cabreó al emperador que lo arrojó con tal fuerza contra la pared y no volvió a moverse.

 

_ ¡Mierda!_ musité comprendiendo lo que quiso decir Atlas, mientras Clover discutía con su gente y ordenaba seguir buscando.

 

_ ¿Qué pasa?_ me susurró Freyja, que estaba junto a mí y me escuchó.

 

_ Sé en donde está la gema del fuego_ le comenté por lo bajo, pero no le dije que estaba en mi mundo. Tenía que distraer al emperador_ ¡Eh, Emperador Clover!

 

El Emperador se volvió hacia a mí con la pregunta en su mirada “¿Qué mierda quieres, guardián?”

 

_ Sé lo quiso decir Lord Atlas, y te guiare con mucho gusto a la gema con una condición_ podía sentir la respiración pesada de mis compañeros y seguramente me miraban con la incertidumbre de que si realmente sería capaz de aliarme con el imperio oscuro.




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