El guardián de sus noches

5

Los días avanzaron lentamente. Nuño fingía no darse cuenta de que atraía la atención de la princesa, y ella guardaba sus pensamientos en secreto, dirigiéndole la palabra lo menos posible, y dedicándose a contemplarlo en silencio. Era una mujer observadora, y Nuño lo sabía. Había notado que "lo ponía a prueba".

Leonora, por su parte, había notado que le incomodaba el sol, que estaba más activo de noche, que no solo no comía, sino que tampoco bebía, y que a veces, cuando volvía de los pocos descansos que tomaba, siempre cuando ella estaba rodeada de otros guardias y soldados y nunca una hora completa, volvía con las mejillas más sonrojadas. Ella solía intentar incomodarlo diciéndole cosas como: "tienes mejor color" o "Menudo sonrojo, ¿tienes calor?", pero no lograba arrancarle ni un ápice de nerviosismo.

Una tarde, en concreto, Leonora entró en la biblioteca y se puso a buscar en la sección de ocultismo cuando apenas había gente. A su padre no le gustaba que estuviera allí, pero estaba en una reunión y no la vería.

Se paró frente a una estantería, que llegaba hasta el techo y miró a una de las baldas más altas.

—¿Sabes leer, Nuño? —preguntó con una sonrisa disimulada.

—Sí, alteza, ¿necesitáis ayuda para coger uno de los tomos más altos?

La sonrisa de Leonora se amplió y señaló hacia la balda.

—Necesito ese de lomo marrón, el que pone "criaturas nocturnas de los pueblos antiguos".

Nuño levantó la vista, identificó el tomo y subió a la escalera para cogerlo. Era grande y pesado, con las páginas amarilleadas por el tiempo.

—¿Os lo llevo a una mesa? Pesa mucho.

Ella asintió con la cabeza y se sentó en uno de los escritorios. Nuño le dejó el libro enfrente y le encendió una vela para que pudiera leer mejor.

Leonora pasó unas cuantas páginas en silencio, miró a su alrededor y, cuando vio que estaban solos, le hizo un gesto para que se acercara.

—Puedes sentarte si quieres. Me vendría bien comentar el libro con alguien.

—Estoy bien, Alteza, pero podéis comentarlo conmigo si lo necesitáis.

La princesa soltó una risas sorda y pasó otra página antes de hablarle de nuevo.

—¿Alguna vez os habéis encontrado con una criatura de estas? De las que salen de noche, tipo lobishome.

Nuño se inclinó levemente sobre el libro. Había un dibujo de un lobo negro, del tamaño de una persona, prácticamente a dos patas. Antropomorfizado. Parecía dudar de si contestar o no.

—Pocos humanos se encuentran con uno y viven para contarlo —respondió Nuño, intencionalmente ambiguo.

—No has respondido a mi pregunta —insistió ella.

Para su sorpresa, la respuesta de Nuño fue una risa ligera. Le resultó raro escuchar algo tan simple, tan mundano, en sus labios, y no pudo evitar sonreír de vuelta.

—Sospecho que intentáis ponerme a prueba de alguna forma, Alteza.

—Puede.

—Solo os puedo decir que no es buena idea rondar los bosques ni las sierras de noche, pero que si algún día hemos de partir a horas intempestivas, conmigo no correréis peligro alguno, y eso es una promesa —dijo con solemnidad.

Leonora suspiró, quería seguir insistiendo. No tenía interés real en el libro más allá de preguntarle a él para ver si alguna mención lo ponía nervioso. No tuvo tiempo. Una campana comenzó a repicar. La del torreón oeste. Algo iba mal. Muy mal.

Nuño no perdió los nervios. Desenvainó su espada. En un instante perdió la serenidad distendida que estaba compartiendo con ella hasta hacía un segundo.

—Venid conmigo, Alteza. Voy a llevaros a la cripta —dijo con calma—, pero debéis permanecer tranquila, detrás de mí y muy cerca, ¿de acuerdo?

—¿Y mi familia? —preguntó ella, intentando permanecer serena.

—Vuestra familia está protegida, y si hace falta, cuando estéis a salvo, iré a echar un ojo, pero necesito que me sigáis —dijo él, sin saber si podría cumplir sus palabras, pero priorizando salvarla.

Se atrevió entonces a hacer algo que no debía. Le tendió la mano, para darle seguridad. No lo hubiera hecho en cualquier otra circunstancia, o con cualquier otra escolta, pero sabía que Leonora buscaba, de algún modo, y probablemente impulsada por curiosidad hacia sus rarezas, cercanía con él.

Ella tomó su mano sin pensarlo. Él la apretó con suavidad y tiró despacio en dirección a la salida antes de soltarla.

Fuera de la biblioteca, que estaba en la primera planta, había una paz tensa, pero cuando se acercaron al patio interior, la situación empezó a cambiar. Nuño le hizo un gesto para que se agachara y caminara por debajo de la línea de la baranda, donde era más improbable que una flecha la acertara. El vampiro miraba, constantemente todas las salidas posibles. En la planta baja, unos guardias luchaban contra unos soldados sin estandarte visible, con armaduras oscurecidas que no sonaban de nada a ninguno de los dos.

Doblaron una esquina y descendieron por unas escaleras secundarias, de caracol.

—¿Cómo han podido llegar tan rápido sin ser vistos? —murmuró Leonora.

—Magia, Alteza —respondió el vampiro—. ¿No notáis la electricidad del aire?

Leonora lo sentía, pero toda su vida le habían dicho que debía ocultar esas sensaciones, que los humanos normales no lo notaban. Asintió con la cabeza. No había tiempo de preguntarle por qué él podía notarlo. Dos hombres se acercaban por el estrecho corredor de la sala de leña.

—Contra la pared —ordenó el vampiro, con una voz que Leonora no había oído nunca y que era difícil de desobedecer.

Ella no dudó y pegó la espalda a la pared. No quería mirar, pero tampoco podía apartar la vista. El combate fue rápido, como todos, pero limpio, como pocos. Nuño se movió con una velocidad imposible. Como si viera el mundo en cámara lenta, como si la espada fuera de papel.

Dio un tajo al primero en la axila, cortando tendones y venas a la vez. Iba a ser una muerte rápida, cayó al suelo, desangrándose. El segundo aprovechó el momento para atacar a Nuño con su espada, pero el vampiro fue lo suficientemente rápido para parar el golpe con su espada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.