El guardián de sus noches

9

Cuando se decidieron a volver, Leonora se sujetó del brazo de Nuño. Esperaba que él fuera a decirle que no era apropiado y, aunque él lo pensó, no lo llegó a decir, porque nadie sabía quién era ella, y él era una cara desconocida para todos.

—¿Tienes frío? —murmuró cuando se alejaron de las calles más transitadas.

—Un poco —admitió Leonora, apretándose la capa.

Nuño asintió levemente y pasó su propia capa por encima de ella, cubriéndolos a ambos. Sabía que él, por sí mismo no podía dar calor.

—¿Mejor?

Ella le mostró una sonrisa amplia como respuesta, pero no tuvo tiempo a contestar. Algo había llamado su atención.

Escuchó un grito ahogado en una esquina, como una exhalación de sorpresa que nunca llegó a convertirse en nada más. Nuño también lo había oído. Sujetó el brazo de Leonora cuando sintió el tirón. La conocía, sabía que querría intervenir, pero él no podía permitirlo. Olía lo que estaba pasando.

—¡Nuño! ¡Debemos intervenir! —dijo Leonora, zafándose de su agarre, aprovechando que él no la agarraba con fuerza para no herirla.

Él sabía que no podía retenerla si no era por la fuerza, y no quería eso. Cuando Leonora dobló la esquina, se encontró una escena dantesca. Una figura encapuchada, sin armas de ningún tipo, pero claramente dominante. Se bastaba de sus manos para sujetar a la mujer con firmeza, casi con ternura.

La mujer podía estar desmayada o muerta, no podía saberlo, pero su expresión era inquietantemente serena. El rostro del hombre estaba pegado al cuello de ella. No era fácil distinguir si se trataba del beso de un amante o del ataque de un animal. No había sangre a borbotones manchando sus ropas o el asfalto.

Fue cuando él levantó la cabeza, con la boca apenas manchada y las pupilas dilatadas, que no quedó duda de qué estaba pasando.

Nuño se interpuso entre ella y la visión en ese momento.

—Nuño —dijo el vampiro, limpiándose los labios con un pañuelo de seda, y dejando caer distraídamente el cuerpo—, ¿qué haces por aquí a estas horas? ¿No se supone que las princesas no salen de noche? Qué mal guardián.

La sonrisa de Santiago era afilada y falsa. Leonora estaba de piedra. No era capaz de preguntar nada, ni siquiera por qué Nuño conocía a esa criatura, o por qué no la atacaba.

—Tú tampoco deberías alimentarte aquí ahora. Las calles están llenas de gente —le replicó Nuño.

Santiago no pareció molestarse, fijó su vista en Leonora.

—¿Os ha comido la lengua el gato, princesa? —dijo, con cortesía fingida—. No os asustéis. Vuestro padre tiene un trato con nosotros.

Miró brevemente a Nuño.

—Y además no soy el primero que veis, ¿verdad? —dijo, guiñándole un ojo, de forma evidente, a Nuño.

Nuño sintió cómo la ira se apoderaba de él, como no lo había hecho en siglos. Corrió tan rápido que ni Santiago fue capaz de verlo venir. Le propinó un derechazo en todo el rostro. Si Santiago hubiera sido humano, no habría sobrevivido al golpe. Trastabilló y chocó con la pared.

—Me las pagarás, cretino —dijo Santiago, dispuesto a lanzarse a él.

Nuño escuchó el latido de Leonora cada vez más rápido, y aunque quería eliminar el problema de Santiago para siempre, supo que su prioridad era desescalar la situación. No quería perder a la única persona que le había mostrado cariño en siglos. Y no podía conservarla si ahora cuando lo miraba veía un monstruo.

—Hazme algo y Fátima te hará pedazos. Tenemos un trato con este reino —dijo Nuño.

—Me has golpeado tú.

—Te has alimentado delante de la princesa, imbécil. Si el rey se entera romperá el acuerdo y volveremos a vérnosla con la inquisición.

Leonora nunca lo había visto ni levantar la voz ni ser tan agresivo, más allá del ataque al castillo, donde tampoco profirió ningún insulto.

—Has sacado a la princesa del castillo —replicó Santiago, empujándolo, sin lograr ni moverlo ni provocarlo.

—Eso no va contra las normas del pacto, y no te incumbe —dijo Nuño, devolviéndole el empujón para apartarlo—. Vete, Santiago. Aléjate de la princesa ahora mismo, o te juro que no verás otro anochecer.

Santiago pareció titubear. Dudar. Quería contraatacar, pero tuvo miedo, no de Nuño, sino de que Fátima se enterara. Dio el espectáculo final fundiéndose con las sombras delante de la ya asustada y pálida Leonora.

Nuño se agachó y tocó la muñeca de la mujer. Tenía el pulso muy débil, pero estaba viva.

—Vivirá, no te preocupes. Santiago es un imbécil, pero no va asesinando cada noche —murmuró, sin mirarla. Tenía miedo de girarse.

Cuando finalmente lo hizo, se encontró con una Leonora de rostro blanco, expresión de horror y que se abrazaba a sí misma. Nuño abrió la boca para intentar explicarle, pero ella habló antes.

—¿Eso era...? Era un... vampiro —se atrevió a decir ella por fin.

Nuño cerró los ojos un instante y asintió.

—Sí, Leonora. Lamento que lo hayas conocido. No sabía que estaría por aquí.

—¿De qué lo conoces?

Nuño no supo cómo contestar, o mejor dicho, cómo formularlo para no asustarla.

—¿Eres como él? —insistió ella, sacándolo de sus pensamientos.

Era justo la pregunta que no quería responder. Retrocedió un paso, para parecer menos intimidante.

—¿Podemos hablar de ello en la seguridad e intimidad del castillo? —preguntó Nuño, con esperanza.

—No, quiero saberlo ahora.

Nuño se mordió el labio inferior.

—Sí, pero mi misión, mi deber y mi intención es protegerte. No corres peligro alguno conmigo —dijo con la voz ronca—. No lo correrías si no fuera tu guardia tampoco, mi último deseo es hacerte daño, Leonora. Te aprecio de verdad.

Leonora se tapó la mano con la boca, contuvo las lágrimas.

—¿Mi padre lo sabe?

—Sí. Él nos buscó, a mi grupo.

—¿Por qué? —preguntó ella, con la voz rota.

—No lo sabía en su momento, más allá de que casi te habían secuestrado poco antes de conocernos, pero desde que vi... —miró alrededor antes de continuar—. Desde que vi la magia, supe que estaba relacionado con eso también. Qué más le da una maga a un vampiro. Un guardia normal, temeroso de Dios, podría denunciarte a la iglesia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.