El guardián del chamán

Manifestaciones

Muchos ya me habían hablado de que en el rancho habían sido testigos de situaciones paranormales, desde avistamientos de entidades como brujas o naguales hasta manifestaciones demoníacas durante los rituales de sanación del doctor. Para ese entonces yo llevaba ya 5 años yendo al rancho y jamás había visto nada, hasta esa ocasión. Creo que todo se despertó justo en el momento en que decidí apoyar en la biografía de Mario.

Iveth y yo regresamos al rancho, en donde Sergio nos dio una depuración, ya que ambas teníamos algunos problemas estomacales. Por lo mismo, casi no dormimos esa noche, así que nos levantamos muy temprano por la mañana.

La mayoría de los invitados habían regresado a sus casas después del evento, así que en la recámara sólo estábamos Iveth y yo. En ese entonces, la recámara tenía unas vigas en el techo, y era común que sus empleados y aprendices, ante la falta de gavetas, guardaran su ropa en bolsas de plástico y las colgaran sobre las vigas. Iveth y yo estábamos sentadas en las camas, una frente a la otra, platicando. De repente escuché un golpe, como si alguien hubiera dado un manazo bolsa que colgaba por encima de la cabeza de Iveth. Yo esperaba que detrás saliera alguna de mis sobrinas, quizá haciendo a un lado la bolsa para que no le estorbara, pero no pasó nada, volví a mis espaldas y vi que ahí estaban mis dos sobrinas, detrás de mí, y no había nadie más en la recámara. Mientras Iveth me seguía hablando volví a escuchar otro golpe y la bolsa con ropa se meneó más violentamente. Iveth tenía ambas manos entre sus muslos por el frío, tampoco había forma de que ella la hubiera golpeado.

―Espera… ―la interrumpí ―, ¿ves esa bolsa que se mueve encima de ti? ―ella miró la bolsa fijamente―. Tú tienes las manos entre tus piernas, yo desde aquí no la alcanzo y las niñas están atrás de mí… ―Iveth se quedó dubitativa por unos segundos.

―Ahora que lo pienso, esa bolsa se estuvo moviendo toda la noche.

Reímos tontamente y en seguida salimos de la recámara, nos fuimos a la cocina en donde estaban Mario y Sergio. Les contamos lo que habíamos presenciado en la recámara y el hombre sólo esbozó una amplia sonrisa.

―Así es, bebé, tenemos muchos guardianes en este lugar.

―Sólo díganles que también viven aquí para que no las molesten ―agregó Sergio.

Desayunamos con ellos y preparamos todo para retirarnos. Mientras guardaba mis pertenencias, Edith salió de otra recámara, le platiqué sobre lo ocurrido con la bolsa, ella sonrió y me dijo simplemente:

―Seguro fue Elegguá, él siempre anda muy cerca de Mario y le encanta hacer travesuras.

Terminamos de preparar todo y regresamos a casa, haciendo una escala en la tienda, en donde Mario nos entregó a Iveth y a mí dos manzanas.

―Estas manzanas se han purificado en el flujo del río ―nos explicó―. Yo las voy a bendecir para ustedes y cada una va a colocar la suya en su altar y esta les debe durar un año entero sin descomponerse. La van a ver marchitarse, eso es normal, pero si ven que comienza a pudrirse o descomponerse, tómenle foto y llámenme de inmediato.

El chamán colocó la manzana en mi mano y realizó una plegaria poniendo sus manos encima. Nos preguntó si habíamos comido algo, a lo que respondimos que sólo desayunamos un tamal, así que nos dio más manzanas de la misma caja para que comiéramos en el camino.

Yo solía ser de creencias agnósticas, quizá un poco más inclinada al ateísmo. Ya me habían dicho que Mario trabajaba con deidades de todas las religiones, y entre ellas, trabajaba mucho con todo el panteón yoruba, pero más con Elegguá, pues se sentía más cercano a él.

Por una cuestión de índole personal, Mario me había pedido poner un pequeño altar justo a esa deidad, así que había conseguido una figura del niño de Atocha que es con el que sincretiza, y lo coloqué con algunos dulces y canicas como él me indicó. Mi lado ateísta me obligó a hacer la prueba, coloqué en el altar la manzana que bendijo en mis manos, a un lado la otra manzana que sólo fue purificada y aparte en el mercado compré otra manzana exactamente del mismo tipo y dejé las tres en el altar.

La manzana del mercado duró solamente 1 semana y comenzó a pudrirse, así que la quité del altar para que no fuera a afectar a las otras dos.

Curiosamente, después de quitar esa manzana, mi esposo llevó a casa una bolsa de frituras de plátano, así que se me ocurrió dejar un par de esas frituras entre los dulces de Elegguá. Levanté mi mano para colocarlos en su plato y entonces…

Crunch, crunch, crunch

Justo a mi lado, a la altura de mi hombro escuché el inconfundible sonido que hace alguien cuando come algo crujiente. Miré a mi alrededor pensando que quizá mi gato o mis perros estaban cerca, pero no, los tres estaban en el patio. Mi hija estaba en su recámara y mi esposo en la nuestra, en la sala no había nadie más que yo, pero no había duda, yo había escuchado ese sonido.

Poco más de un mes después pasó algo todavía más extraño. Mario nos había invitado al ritual anual de día de muertos, en donde él abre portales para que desde el más allá pasen los fieles difuntos a compartir el altar y a ayudar a cruzar a los que se hubieran quedado en este plano sin darse cuenta de que murieron.



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En el texto hay: historia real, magia, chamanes

Editado: 28.01.2025

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