En esa última visita al rancho, justo el día en que regresaría a casa, Sergio tenía planeado que fueran todos a hacer un día de campo en “la bufa”, sitio que Mario consideraba sagrado por ser donde el manantial emanaba el agua que alimentaba el río. Lamenté no poder acompañarlos.
―No se preocupe, maestra ―me dijo Sergio―. Para la próxima que venga al rancho compramos mariscos y nos vamos a “la bufa” a hacer una parrillada.
―Eso estaría bueno ―comentó Mario―. Las parrilladas de mariscos de este cabrón están riquísimas.
Quedamos de acuerdo en que en mi siguiente visita yo llevaría los mariscos y regresé a casa.
Pero en esos días se vinieron una serie de eventos muy extraños, como si alguna energía maligna los rodeara. La camioneta descompuso a medianoche en la carretera, los ductos que llevaban agua al tanque de truchas se dañó, todo se secó y murieron muchos de los peces; Mario tuvo un connato de infarto. Era una cosa tras otra. Yo le insistí mucho a Mario que verificara si nadie le estaba mandando algún mal, pero ya conocen el dicho: “En casa del herrero, azadón de palo”. Mario siempre se preocupa por la salud y protección de todo mundo, menos de él mismo y por más que le insistí, él solamente respondía que después lo checaría.
Un mes después yo ya estaba dispuesta a ir al mercado de “La Viga” en la ciudad, famoso por su variedad de pescados y mariscos. Le escribí un mensaje a Mario antes de ir.
Doc, voy a ir hoy a La Viga por todo para la parrillada este fin de semana. ¿Le puede preguntar a Sergio qué debo llevar?
No esperaba la respuesta que me dio Mario.
Lo siento, bebé, la visita se va a tener que cancelar. Nos dejaron un trabajo de brujería muy fuerte en la entrada del rancho y en este momento es muy peligroso venir.
Lo llamé y me contó lo que había pasado. Escucharon a los perros ladrar a medianoche, así como algunos murmullos y de repente, sonidos de pisadas, como si alguien echara a correr. Fueron a verificar y encontraron una bolsa de tela en la entrada del rancho. No puedo describir qué había dentro, sólo puedo decirles que la persona que hizo eso era de una maldad terrible, el tipo de persona que recurre a la magia negra y no le importa dañar cualquier tipo de vida con tal de salirse con la suya.
Después de eso las cosas continuaron mal. La camioneta seguía fallando, los animales del rancho amanecían muertos, perdían dinero, en fin, una cosa tras otra. Mario me dijo que la brujería que le dejaron era de las más poderosas y tenía como fin acabar con su vida. Él tendría que realizar una serie de rituales en cada uno de los puntos cardinales del país. Al norte, viajaría a la zona del silencio por su fuerza energética; al sur a Chiapas, uno de los lugares donde aprendió mucho como chamán; al este en Veracruz, donde se conectó con Yemayá, la deidad yoruba del mar y al este en Guerrero, estado donde él nació.
Pero justo antes de iniciar sus viajes, otro evento desafortunado se dio. La suegra de Sergio había fallecido y, como en muchas familias, comenzó el pleito por la casa de ella. Ahí vivían su exmujer y sus hijos y otros familiares querían sacarlos de la casa, así que Sergio se fue con ellos con el fin de ayudar en lo que se pudiera.
Se llegaba el día en que Mario debía viajar al norte y no tenía ni camioneta ni chofer que lo llevara. Sabía que esos bloqueos eran parte del daño que le habían mandado. Pero él nunca dudaba de Dios, simplemente dejó fluir todo, esperando que le pusieran la solución en el camino y así llegó. Yolanda, una joven a la que sanó de fibrodisplasia osificante, llegó a agradecerle que al fin había recuperado la movilidad y a decirle que le habían regalado un automóvil para que pudiera trasladarse.
―¡Ay, hija! ―exclamó el chamán―. ¡Muchas felicidades! … Préstame tu coche.
Mario le explicó el proceso que debía cumplir, así que fue como él lo esperaba, Dios puso el auto en su camino y no sólo eso, sino a un grupo de acompañantes que fueron con él al norte.
Lograron reparar la camioneta y Mario pudo viajar a los otros 3 puntos, eliminando toda mala energía que le dejara aquel trabajo mortal. El dinero volvió a fluir a su negocio, el rancho poco a poco se fue recuperando, todo volvía a la normalidad, a excepción de una cosa: Sergio.
Las cosas en la casa de su esposa continuaban complicándose. Ya había bastante familia peleando esa casa y no sólo otros hijos de la mujer, sino también yernos.
Sergio tenía la intención de dejarlo todo y llevarse a su familia, incluso a su exmujer al rancho de Mario. El chamán le había ofrecido una parte del terreno y allá quería construirles una casa, pero la mujer se negó rotundamente a dejar esa casa, y Sergio encontraría que la razón de esa renuencia sería algo a lo que temía desde hacía tiempo.