Sergio nació en una zona de rancherías en provincia, lugares donde el trabajo duro era parte del día a día. Desde muy pequeño, Sergio aprendió un poco de todo: albañilería, carpintería, cuidado del ganado, agricultura y hasta algo de medicina herbolaria.
Pero muy pronto se dio cuenta de que el trato entre él y su hermano Juvencio no era nada equitativo. Juvencio evadía el trabajo, desde la adolescencia se entregó a los vicios y las parrandas, saliendo con una mujer tras otra, dejando embarazadas a varias sin hacerse cargo nunca de ellas.
Irónicamente, Margarita, su madre, protegía mucho más a Juvencio. Sergio al ver cómo su madre consentía a su hermano, trabajó todavía más duro, buscando una aprobación que jamás obtuvo de ella. Margarita parecía responder más a las quejas sobre Juvencio, necia en justificarlo y defenderlo de cualquier burrada que él cometiera, mientras que a Sergio le exigía cada vez más, pues era él quien debía pagar monetariamente por cualquier problema en que se metiera su hermano.
En su juventud conoció a Silvia, una joven del pueblo, liberal, alegre, algo alocada, que gustaba de salir a divertirse entre los muchachos de la zona. Le gustó mucho desde el principio, pero ella no estaba muy interesada en un hombre tan serio y dedicado al trabajo, no, ella quería a alguien con quien salir a bailar, a emborracharse de vez en cuando.
Le sorprendió mucho cuando, una tarde, Silvia fuera quien lo invitara a salir. No podía creerlo, ella se mostró muy cariñosa con él desde el principio y en la noche de esa primera cita, se entregó por completo a él.
Al poco tiempo, Silvia le daría la noticia de que estaba embarazada, pero Sergio no era tonto, dudó desde un principio. De entrada, Silvia no era virgen cuando llegó a él y fue muy sospechoso que accediera al coito tan repentinamente después de tanto rechazo.
No pensaba responder por esa responsabilidad, pero Margarita intervino, exigiéndole que viera por esa criatura. Por dar gusto a su madre, Sergio se casó con Silvia.
Cuando el niño nació a los 8 meses de aquel primer encuentro, Sergio sospechó aún más, pero decidió no decir nada, después de todo, al fin tenía una familia en donde se sentía amado.
Nació el niño y se vino un periodo de tranquilidad y felicidad en su vida. Un par de años después, Silvia se embarazaría de nuevo dando a luz esta vez a una niña. Sergio se sentía realizado en su rol como padre de familia, sintiendo al fin que todo su trabajo valía la pena por ver bien a sus hijos.
Pero esa felicidad no duraría demasiado. El hambre del hedonismo invadiría de nuevo a Silvia y a ella le molestaba ver que no podía seducir a Sergio a seguirla en ese camino de irresponsabilidad. Las peleas se hicieron más y más frecuentes hasta que llegaron a un punto en el que no podían congeniar en absoluto.
Para esos días unos conocidos de Sergio lo recomendaron con Mario, quien estaba requiriendo personal para su rancho. Hastiado de tanta pelea, Sergio dejó la casa de su suegra y se fue a vivir con el hombre que cambiaría su vida por completo.
Mario no tardó mucho en confiar tanto en Sergio al grado de ofrecerle como regalo una parte de su terreno para que construyera su casa. Sergio ya sentía el rancho como una parte de su vida y creó todos esos planes, no solo para él y sus hijos, sino para toda la familia que con Mario quedaba completa.
Silvia no tenía apuro alguno en dejar a sus hijos de vez en vez con su padre, después de todo, ellos eran una limitante para retomar su vida de parrandas, así que los llevaba con Sergio principalmente en fines de semana o periodos vacacionales para poder dar rienda suelta a su hedonismo.
Y no hubo problema hasta que el niño mencionó que compartían la recámara con Mario. Sergio había comprado una cama matrimonial que metió a la habitación del chamán pues él sabía que parte de su misión era ser su guardián terrenal y dormía ahí con sus hijos, vigilándolos a los tres toda la noche.
Pero la abuela de los niños, en parte por su propia imaginación que la hacía ver cosas que no eran y en parte por los celos al ver que los niños querían más al chamán que a ella, se expresó en total desacuerdo.
―¡No es posible que Sergio los deje dormir con un perfecto extraño! ¿Cómo sabe que no abusa de ellos? ¿Cómo sabe que no se aprovechará cuando él esté dormido?
Podría decirse que es un temor comprensible, de no ser que a la mujer no le importaba realmente que su hija estuviera metiendo a un extraño tras otro a su casa, en donde estaban los niños, sobre todo, porque los niños le dijeron más de una vez que querían ir a vivir con su papá en el rancho de Mario y eso no le gustó en absoluto.
Cada que Sergio iba por los niños era el mismo pleito, exigían que se los llevara pero no al rancho, algo completamente absurdo tomando en cuenta que es ahí donde Sergio vivía. Sin embargo, al final Silvia siempre terminaba accediendo a que se los llevara, apresurada por salir a alguna fiesta.
En una de esas visitas, la pelea fue solamente con su suegra, pues Silvia tenía mucha prisa por salir. Él la vio irse con un sujeto de mala pinta, completamente maquillada y con ropa muy ligera. Regresó al rancho deprimido, nunca había contado nada de eso a Mario y pensó que ese era el mejor momento.
―Apá, esto es algo que me tortura desde que el niño venía en camino. Por favor, ayúdeme a sacarme esta espina de mi corazón, quiero saber si el niño realmente es mío.