El guardián del chamán

Corazón de carbón

Se dice que muchos de los que gustan de la fantasía y la ficción suelen buscar escapar de la realidad. Creo que en parte tienen razón, son historias que te hacen olvidar por un momento la monotonía del mundo real.

Aquellos que han leído mis libros saben que no soy muy fan de los finales tristes o historias donde el villano gana. No me gusta, de eso está plagada la realidad. He escrito algunos finales dramáticos, pero sólo porque son necesarios para la continuidad de alguna historia con otro fin.

Quisiera decirles que este fue un final feliz, que Mario llegó a tiempo para salvar a Sergio y que él ahora vive feliz en el rancho con su apá. Por desgracia, esto es la vida real.

Muchos piensan que un chamán es capaz de ver el futuro, pero por lo que Mario me dice, no es del todo posible, el futuro es muy cambiante y aunque cada uno tenemos una misión qué cumplir en este mundo, cada persona posee un libre albedrío que lo puede llevar a cumplirla desde la luz, a otros desde la oscuridad y a otros a no cumplirla en absoluto. Juan Mateo ni ninguno de sus otros guías podían saber que Sergio tenía esa intención pues estaba oculta en lo profundo de su corazón y se dieron cuenta hasta que lo vieron salir decidido a quitarse la vida.

Pero ya no hubo tiempo. Mario llegó al camposanto al alba, con el corazón en un hilo al ver a su amado guardián colgado de un árbol por encima de las tumbas. Agonizaba, no se había ido todavía, estaba atrapado entre el dolor, el miedo y la culpa por lo que había hecho.

―¡Ya, déjalo! ―fue lo último que Mario le pudo decir, indicándole que no se forzara más a torturarse, que dejara esta vida que tanto odiaba. En cuanto se lo dijo, el brillo de sus ojos se perdió y Mario lo vio reaparecer a un lado del árbol como una entidad sollozante.

―¡Ay, hijo! ¿Qué te hicieron?

Con sus dones y el conocimiento en lo espiritual, Mario lo ayudó a salir de ese círculo de dolor y a perdonarse a sí mismo. Tendría que guiarlo esos días para que pudiera trascender.

Para esos días, Iveth ya estaba de lleno como aprendiz de Mario. Había ido al rancho con su marido y por la noche me llamó por teléfono.

―Te tengo una mala noticia ―me dijo―. Pero muy mala noticia.

―¿Qué es lo que pasó?

―Sergio… se suicidó.

Tardé demasiado en procesar sus palabras. Era irreal, como si después me pudiera decir que todo fue un error y él seguía con vida. Cuando terminé la llamada me quedé helada, sin comprender que en verdad había pasado. En mi mente yo sentía que Sergio tarde o temprano regresaría al rancho a terminar con todo lo que tenía planeado.

Mario me contó que la mujer de Sergio le hizo saber de todo lo que pasó justo antes de su fatal decisión. Pero él no la notaba arrepentida en absoluto, más bien asustada, quizá temerosa de haber provocado la muerte del padre de su hija y que eso le llevara consecuencias. Pero la muerte de Sergio no era su prioridad, su prioridad era alejar a Juvencio de su hermana para poder quedarse con él.

La madre de Sergio buscó alguna razón estúpida para culpar a Mario de la decisión de su hijo. Mario la reprendió.

―Acéptalo de una vez, nunca amaste a tu hijo. Dios te dio un ángel qué cuidar y un demonio para corregir. Y tú elegiste proteger al demonio y sacrificar al ángel.

La mujer se fue enfadada y por increíble que parezca, intentó regresar tiempo después, cuando se enteró de que Mario le había ofrecido parte del rancho pues quería cobrarlo para su hijo favorito. Por fortuna, todo ese acuerdo sólo quedó de palabra, así que Mario no aceptó recibirla nunca más.

―La iba a recibir, pero uno de los muchachos me hizo recapacitar ―me comentó―. Entre los dones que me dieron, no me puedo dar el lujo de odiar a nadie, porque si alguien se gana mi odio, se gana la muerte. Ya de por sí debe haberse cargado con un karma muy pesado, si la recibo y me hace enojar más, temo que sólo le provocaré algo terrible.

Mario no fue siquiera al velorio de Sergio, incluso el resto de los trabajadores y aprendices se negaron a ir. No querían ver a esa familia que lo llevó a tal desesperación.

―¡Son unos hipócritas! ―exclamó Alan―. A ellos no les dolió la muerte de Sergio. Ellos provocaron todo esto y no merecen que se les tenga compasión.

No podía evitar pensar igual que él, a todos nos dolió demasiado. Algunos estaban enojados con Sergio, realmente enfadados de que tomara esa decisión en lugar de regresar al rancho. Yo prefiero no juzgarlo, sólo es sabe qué tan fuerte era su dolor como para llegar a algo tan drástico.

Durante 40 días, Mario tuvo que trabajar espiritualmente para liberar a Sergio de su autoimpuesta prisión. El chamán se sentía culpable, después de todo, Sergio le había preguntado en su momento cómo un suicidado podía alcanzar la luz y Mario no se dio cuenta de que, quizá, desde ese entonces, ya lo tenía en mente. Después de todo, el muchacho siempre se guardaba sus sentimientos para sí mismo y los ocultaba detrás de esa eterna sonrisa.

Al fin logró darle paz y su alma logró cruzar a donde pertenecía. Esa misma tarde, una de las hijas de Mario colocó una ofrenda en su tienda, en donde puso la foto de Sergio, velas y algo de comida y dulces.

Salió a realizar unas compras y se encontró con su padre, quien iba a su local a dar algunas consultas. En cuanto entraron a la tienda pudieron ver con horror que las velas provocaron un incendio.



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En el texto hay: historia real, magia, chamanes

Editado: 28.01.2025

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