Ella era pequeña en estatura, de piel blanca como la nieve y cabello negro que caía liso sobre sus hombros. Sus ojos cafés, profundos y cálidos, contrastaban con la frialdad de su presencia, y cada movimiento suyo era delicado y preciso, como si danzara entre la escarcha. Vestía siempre como una doncella de su reino, con telas suaves que se mezclaban con el blanco de la nieve, moviéndose con gracia entre las montañas y los valles helados que eran su hogar.
Él, en cambio, era alto y llamativo. Su cabello colorado parecía un fuego que brillaba bajo el sol, y sus pómulos tenían un tono rosáceo, como manzanas maduras, que le daban un aire juvenil y ardiente. Sus ojos reflejaban la intensidad de su naturaleza, y su sonrisa podía encender la vida a su alrededor. Vestía con trajes elegantes, siempre impecables, y llevaba un reloj de bolsillo que había pasado por generaciones de su familia, un recuerdo de tradición y disciplina que acompañaba cada uno de sus pasos.
Aunque separados por reinos y fronteras mortales, y aún sin conocerse, el hielo y el fuego parecían destinados a encontrarse. Ella, delicada y fría; él, imponente y cálido. La tensión entre ambos era palpable incluso en la distancia, y el destino comenzaba a tejer silenciosamente los hilos que algún día los unirían.
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amor, amor y una gran historia por descubrir., en el texto hay una historia de fantasia
Editado: 16.09.2025