Los textos del pasado

Ambos reinos guardaban, en lo más profundo de sus archivos, fragmentos de un pasado que nunca se debía olvidar… ni recordar demasiado.

En el reino del fuego, los guardianes más ancianos protegían pergaminos ennegrecidos por las cenizas. En ellos se hablaba de los Amores del Desastre: historias de doncellas de hielo que habían amado a hombres de fuego y habían condenado a la tierra a temblores y catástrofes. Entre líneas se repetía la misma advertencia:
"Si el fuego se abraza con la escarcha, el mundo arderá hasta apagarse."

En el reino de la nieve, en cambio, se conservaban códices escritos en páginas de piel endurecida por el hielo. Sus relatos no eran advertencias, sino lamentos. Cantaban las tragedias de mujeres que habían visto derretirse su propia esencia por un beso de fuego, y de hombres que habían ardido hasta convertirse en cenizas por un abrazo de nieve. De ellas nació la costumbre de los ritos de perdón al linaje: cada doncella debía, al llegar a cierta edad, ofrecer flores congeladas y un suspiro al viento, pidiendo perdón a sus ancestros por el amor que nunca debían elegir.

Los mitos compartidos eran aún más oscuros. Se decía que los amantes prohibidos no desaparecieron del todo: sus almas vagaban en los bordes de la frontera, atrapadas entre la nieve y las llamas, buscando todavía unirse. Por eso, cuando la noche era clara, en el horizonte podía verse una figura de hielo y otra de fuego abrazándose, antes de desvanecerse con el amanecer.

Los líderes de ambos reinos mantenían esas historias bajo llave, temiendo que se convirtieran en inspiración para los jóvenes. Pero el destino tenía la costumbre de encontrar siempre un camino para que lo prohibido resurgiera.

Y en algún rincón de sus palacios, tanto la doncella de nieve como el guardián del fuego, tarde o temprano encontrarían esas palabras escritas siglos atrás… sin saber que hablaban, en realidad, de ellos.