El Guardián y el Parásito.
El frío de las Tierras Libres era cortante, pero no era el peor de los fríos. El peor era el que habitaba en el centro del pecho de Kaelen.
Habían pasado tres meses desde que la Niebla de Veridia retrocediera, estabilizada, y desde que el Duque Ironwood fuera juzgado. Kaelen no había esperado la paz. Había huido al Norte, sabiendo que su vida normal había terminado.
Ahora era el Guardián, el ancla viva.
En la cima de un pico nevado, bajo la distante y extraña luz de la Aurora Boreal, Kaelen se arrodilló, intentando meditar. Su piel, aún con ese tenue brillo verdoso, era una manta de energía fría.
De repente, una voz silenciosa pero punzante resonó en su mente: «Hambre. Frío. Vuelve a casa.»
Era la Ghoul Elara. Su esencia, fusionada con Kaelen, se había convertido en un parásito mental. Elara no era malvada, sino una criatura de instinto y Niebla. La fusión había salvado a Veridia, pero a Kaelen lo había condenado a ser dos.
Kaelen se obligó a ignorarla. —Estamos muy lejos de casa, Ghoul. Y la comida aquí es demasiado rancia para tu gusto.
«Te necesitamos fuerte. El invierno no es el enemigo. Es el muro. Y detrás del muro...»
La Visión del Origen.
La influencia de Elara no era solo un tormento, sino una brújula. A través de sus recuerdos residuales como Guardiana, Kaelen veía destellos de lo que había originado la Niebla.
Esa noche, la Aurora Boreal se intensificó, y la mente de Kaelen fue arrastrada a una visión. Vio un paisaje de hielo y basalto, inmensas grietas en la tierra y, en el centro, una Torre de Piedra Azul que se alzaba hasta el cielo. Alrededor de la torre, no había Niebla, sino Cristales de Hielo puros que absorbían la luz.
Vio figuras, no nobles, sino humanoides altos y pálidos vestidos con ropas de hueso y piel. Eran los Artesanos del Hielo, los que habían forjado la Niebla como arma mágica y la habían enviado al sur.
La visión terminó con la imagen de un inmenso Dragón Blanco custodiando la torre, sus ojos brillando con la misma luz de la Aurora Boreal.
—Esa es la fuente. —murmuró Kaelen, su aliento congelándose en el aire.
«El Dragón. El Guardián Original. El que permitió que el arma viajara...» La voz de Elara era ahora una advertencia.
El Desafío del Guardián.
Kaelen se puso de pie, su nueva espada de guerra (un regalo de Giovanni) desenvainada. Ya no era una misión de rescate o chantaje. Era una misión de aniquilación.
Sabía que el Duque Ironwood, incluso en prisión, había enviado a sus pocos seguidores leales para matarlo y recuperar el control. Pero eso era secundario. Su verdadero enemigo estaba en el Norte.
—Si destruyo la fuente, Veridia será libre. Y yo seré libre de ti, Ghoul. —dijo Kaelen.
«La libertad es una mentira. Pero la caza es real.»
Kaelen se ató un grueso manto de piel de lobo alrededor de sus hombros y miró hacia el vasto desierto de nieve. El mapa de Veridia era inútil aquí; solo tenía la dirección que la Ghoul le indicaba y la memoria de una torre de piedra azul.
El Guardián del Invierno había iniciado su verdadera cacería