I. La Pesadilla del Cazar.
El frío de las Tierras de Invierno era una tortura constante. Habían pasado semanas desde que Kaelen dejara atrás los restos de Veridia. Él y el alma de Elara (el Ghoul) eran una anomalía en este paisaje: un fuego frío que resistía la congelación.
Kaelen ya no cazaba monstruos; ahora, el monstruo cazaba con él.
«Gira a la izquierda. El ciervo tiene un aroma fuerte, pero la carne está congelada. Busca el oso de la escarcha.» La voz de Elara en su cabeza era práctica y cruda.
Kaelen detuvo su marcha. La Ghoul en él sentía el calor y la vida con una precisión animal. —No me guías hacia la vida, Ghoul. Me guías hacia el peligro.
«El peligro alimenta la Contención. Y tú eres Hambre. Debes alimentarme.»
Kaelen sabía que la fusión con el ancla de la Niebla lo había dejado con una necesidad energética constante. La magia de la Contención requería ser "recargada," y la forma más eficiente era a través de la destrucción activa. Matar, especialmente criaturas tocadas por la magia de la Niebla, nutría su nuevo estado.
Kaelen cambió de rumbo, siguiendo la pulsación de energía más fuerte que sentía: un gran oso de la escarcha.
II. El Ataque de la Sombra.
Mientras se adentraba en un denso bosque de pinos cubiertos de nieve, Kaelen sintió una pulsación diferente: la presencia de hombres.
Se lanzó detrás de una roca, desenvainando su nueva espada. No eran cazadores; eran mercenarios. Sus armaduras llevaban la marca del Duque Ironwood, la misma que Kaelen había derrotado y apresado.
—Son tres. Y nos están rastreando. —susurró Kaelen.
«Cazadores. Los enviados del Duque, para recuperar el ancla. Mátalos con fuego. Su vida alimentará la Contención.»
Kaelen ignoró el instinto de sangre del Ghoul y se preparó para la estrategia. Eran profesionales, y en el silencio de la nieve, la batalla sería letal.
El líder del grupo, un hombre de rostro duro, gritó: —¡Sabemos que estás aquí, Guardabosque! ¡Entrega la aberración o te destriparemos por traición!
Kaelen no respondió. Esperó.
Cuando el primer mercenario se acercó demasiado, Kaelen usó la única ventaja que la Ghoul le había dado: la velocidad espectral. Se movió con una ráfaga de velocidad inhumana, esquivando la espada del primer hombre y rompiéndole la clavícula con un codazo.
III. El Sello de la Niebla.
El líder del grupo atacó, y Kaelen se vio obligado a usar su espada. El choque del metal resonó en el silencio. Kaelen luchó con la fuerza de dos hombres, pero con la precisión de uno.
En medio del combate, el tercer mercenario intentó rodearlo. El instinto de Kaelen tomó el control. Su cuerpo emitió un destello carmesí, y Kaelen lanzó una onda de frío mágico con la palma de su mano.
La onda no era Niebla, sino magia de la Contención. Impactó en el tercer mercenario, congelándolo instantáneamente en un bloque de hielo. El hombre se convirtió en una estatua de escarcha.
El líder mercenario miró a su compañero congelado, aterrado. —¡Tú... eres el Guardián!
—Soy el precio de la traición de tu Duque. —Kaelen terminó el combate con un rápido golpe de espada al líder.
Kaelen se acercó al bloque de hielo. La Ghoul en él pulsaba, exigiendo. Kaelen colocó su mano en el hielo, y sintió cómo la energía vital del hombre congelado era absorbida por su cuerpo. La Contención se estabilizó..
«Bien. Ahora estamos fuertes.»
IV. La Pista de Piedra Azul.
Kaelen revisó los cuerpos. Los mercenarios no tenían mapas, solo un objeto: un pequeño amuleto de piedra azul.
El amuleto coincidía con la piedra de la torre que había visto en su visión. Kaelen lo tocó. La piedra estaba helada, con una magia extraña.
«Es el Sello. La marca de los Artesanos del Hielo. El camino al Norte. El Dragón.»
Kaelen se dio cuenta de que el Duque Ironwood no solo estaba tratando de recuperarlo, sino que estaba enviando a sus hombres al Norte para hacer un nuevo pacto con los creadores de la Niebla.
El Guardián no estaba cazando solo a los monstruos míticos; estaba en una carrera contra los hombres. Kaelen guardó el amuleto. Tenía una brújula Ghoul y una pista de piedra azul.
—Si Ironwood está enviando a sus perros, no estoy lejos de la fuente.
Kaelen se adentró en el desierto nevado, siguiendo el camino que le indicaba el amuleto, listo para enfrentarse a lo que el Sello de Hielo protegía. La Disputa del Sello.
Kaelen ató a los cuerpos de los dos mercenarios muertos y al bloque de hielo de su compañero. No por respeto, sino para que la fauna local no se acercara demasiado y, accidentalmente, rompiera la Contención de escarcha.
Se centró en el pequeño amuleto de piedra azul. Era gélido al tacto, pero emitía un pulso de energía fría que era ajeno a la Niebla.
«Es un faro. Una llamada a la Torre de Piedra Azul. El que lo lleva es bienvenido.» La voz de Elara sonaba irritada, como si el amuleto interrumpiera su propia señal.
—Y el Duque Ironwood lo está usando para enviar a sus perros, no para invitaciones. —masculló Kaelen.
—«Un atajo es un atajo. Y el camino de la sangre de los hombres es más rápido que el camino de la nieve. La Contención necesita velocidad. Mantenlo. Úsalo.»
Kaelen sintió una oleada de pragmatismo frío del Ghoul. Elara tenía razón. En este páramo, la velocidad lo era todo. Cada día que pasaba, Ironwood ganaba más tiempo para consolidar su poder, y la Niebla, aunque controlada, se tensaba contra su ancla viva.
Kaelen se colgó el Sello de Hielo de piedra azul en el cuello. No era una pieza de joyería; era una trampa.
VI. El Camino Iluminado.
Al ponerse el amuleto, el paisaje cambió. La piedra azul no brilló, pero Kaelen percibió una línea de luz blanca invisible que se extendía a lo lejos sobre la nieve. Era un rastro, una ruta mágica que solo el Sello podía revelar.
—Ahora entiendo cómo los mercenarios se movían tan rápido. —dijo Kaelen.
El Guardián comenzó a seguir la línea de luz invisible. El terreno se hizo más traicionero. Cruzó pasos de montaña congelados y barrancos llenos de ventiscas que en otras circunstancias lo habrían desorientado. Pero el Sello actuaba como una brújula perfecta.
A medida que avanzaba, la vegetación se hizo más escasa, reemplazada por formaciones de hielo y piedra negra. Kaelen sintió que entraba en la zona de influencia de un poder antiguo.
VII. El Desafío del Guardián Dormido
La línea de luz lo llevó a un profundo cañón, donde el viento aullaba como el lamento de un dios moribundo. Kaelen tuvo que descender, resbalando sobre el basalto helado.
Al llegar al fondo del cañón, Kaelen se detuvo. Había una gran estructura de hielo y roca negra, que parecía ser una especie de Tumba Mítica o Cripta Ancestral.
Frente a la cripta, custodiando un gran portal de hielo, se encontraba la forma de un Gigante Dormido. Era inmenso, hecho de roca y cubierto de escarcha, sentado con una lanza de obsidiana helada en la mano.
«El Primer Sello. El Guardián Original del límite. Es un ser de inmensa energía, Kaelen. Si lo despiertas, te matará. Si lo matas, la Contención se alimentará por años.» La voz de Elara era ahora una sugerencia tentadora.
—No vine a matar centinelas. Vine a cazar al amo. —dijo Kaelen.
Pero el camino de luz del Sello de Hielo pasaba a través del Gigante Dormido. Kaelen no podía rodearlo sin perder la guía mágica.
Kaelen se acercó, su paso silencioso sobre el hielo. La criatura no se movía. Su respiración era el viento del cañón.
Kaelen se dio cuenta de que el Gigante no estaba dormido, sino inactivo. Para pasar, no debía luchar, sino activar algo.
Buscó la clave. Y entonces la vio: un pequeño hueco en la base de la lanza de obsidiana del Gigante. El hueco tenía la forma exacta del amuleto de piedra azul que colgaba de su cuello.
Kaelen se dio cuenta de la verdad: el amuleto no era solo una brújula; era una llave. VIII. La Decisión del Guardián.
El silencio en el cañón era ensordecedor, solo roto por el aullido del viento que era la respiración del Gigante Dormido. Kaelen observó el hueco en la lanza de obsidiana.
—El Sello no es una llave para abrir. Es una llave para activar. —susurró Kaelen.
«Es un Guardián. El Sello lo pone en funcionamiento. Si lo activas, luchará contra todo lo que no sea un Artesano del Hielo.» Elara era una voz de pánico cauteloso en su mente. «Y tú no eres un Artesano.»
—No. Pero el Duque Ironwood enviará a más de sus perros. Necesito que este centinela se ocupe de mis perseguidores, no de mí.
Kaelen tenía que apostar. Si la magia del Sello de Hielo reconocía su energía de la Contención como neutra o amiga (por ser el ancla viva, esencial para la Niebla), el Gigante lo dejaría pasar. Si no, Kaelen tendría que luchar contra una montaña animada.
El Guardián se acercó lentamente a la lanza. El hueco de la llave estaba cubierto de una fina escarcha, pero el pulso del amuleto en su cuello era fuerte.
IX. La Activación.
Con un movimiento rápido, Kaelen tomó el Sello de Hielo de su cuello y lo insertó en el hueco de la lanza.
La reacción fue inmediata y violenta. La escarcha que cubría al Gigante Dormido se deshizo en una nube de vapor helado. Sus ojos, hechos de un zafiro opaco, se abrieron lentamente. El Gigante era inmenso, su piel de basalto negro con grietas de hielo azul.
La criatura giró la cabeza, su mirada recorriendo el cañón. Kaelen estaba justo delante de él.
Kaelen contuvo la respiración. Estaba en el punto de mira de un Guardián elemental.
El Gigante no atacó. Sus ojos se detuvieron en Kaelen, en el ligero brillo verdoso de su piel y en la energía fría que emanaba la Contención. Kaelen era una anomalía, una paradoja mágica: el Guardián de lo que el Gigante protegía.
El Gigante emitió un sonido que no era un rugido, sino un crujido de hielo y roca. Lentamente, movió su lanza para apartarla del portal.
Kaelen había pasado la prueba.
El portal de hielo detrás del Gigante, que antes parecía un muro opaco, ahora brillaba con una luz azul translúcida. El camino de la luz invisible del Sello se extendía directamente a través de él.
X. El Centinela de la Retaguardia.
Kaelen recuperó el amuleto de piedra azul de la lanza.
—Buen perro. —dijo Kaelen al Gigante, que ahora miraba fijamente la entrada del cañón por donde Kaelen había llegado.
«Espera a los cazadores de Ironwood. Y el Sello no lo atacará. Solo a otros intrusos.» Elara en su mente estaba satisfecha.
Kaelen se dio cuenta de que había convertido al Gigante Dormido en un centinela personal. El Gigante defendería el portal contra cualquiera que viniera detrás, asumiendo que el portador del Sello ya había pasado.
Kaelen se giró hacia el portal de hielo. No era solo un paso, sino una barrera mágica hacia las verdaderas Tierras de Invierno. Se ajustó la nueva espada a su espalda y cruzó el umbral.
El frío se hizo mil veces más intenso, y el aire vibró con una magia elemental pura. Kaelen había dejado la persecución de los hombres para entrar en el dominio de los Artesanos del Hielo y del Dragón Blanco.