El Guardián del invierno.( Volumen 2)

Capítulo 4: La Travesía del Corazón de Hielo.

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​I. El Silencio de la Senda.
​Kaelen y el Maestro de las Escarchas (cuyo nombre era Tarrion) caminaban a través de un paisaje que se inclinaba implacablemente hacia el Norte. Tarrion, con su conocimiento ancestral, se movía sin dejar huellas en la nieve. Kaelen, adaptado por la Contención, no sentía el frío, pero sentía el agotamiento energético de luchar constantemente contra la magia elemental del entorno.
​La nueva armadura de escarcha era su salvavidas. Concentraba la energía de la Niebla en su interior, impidiendo que el Guardián se congelara desde dentro.
​—Hemos entrado en el dominio puro del Dragón. —susurró Tarrion, deteniéndose ante una cresta—. El aire mismo es un arma.
​—La Niebla en mi interior lo siente. —respondió Kaelen.
​«¡Huele a sangre de Dragón! Cuidado, Kaelen. Si lo matamos, el poder será nuestro. Seremos dioses.» La voz de Elara ya no era un lamento, sino una tentación oscura y potente.
​Kaelen ignoró el susurro. Su objetivo era la destrucción controlada, no el poder.
​II. El Primer Hijo.
​Tarrion señaló una fisura en el horizonte. —El Corazón de Hielo está más allá de ese cañón. Pero la entrada está custodiada.
​Justo en ese momento, un sonido rompió el silencio: un grito agudo y metálico que resonó en el aire helado.
​—Un Hijo. Un Dragón de Hielo menor. —dijo Tarrion, sacando dos lanzas de cristal.
​La criatura apareció sobre la cresta: un Dragón más pequeño que el que Kaelen había visto en su visión, pero aún así inmenso. Tenía escamas de cristal azul y alas rasgadas por el viento. Al ver a los intrusos, lanzó un chorro de fuego de hielo líquido, una magia que congelaba el aire instantáneamente.
​Tarrion empujó a Kaelen fuera del camino. El fuego de hielo impactó en el basalto, convirtiendo la roca en una estatua de cristal blanco.
​—¡Sus ataques no son fuego, sino frío puro! ¡Golpea donde el cristal se une a la carne! —gritó Tarrion.
​III. El Duelo de la Escarcha.
​Kaelen y Tarrion se separaron. Kaelen atrajo la atención del Dragón de Hielo, moviéndose con su velocidad espectral, mientras Tarrion buscaba un punto ciego.
​El Dragón de Hielo descendió, su aliento congelando el suelo. Kaelen tuvo que usar su lanza de cristal y su nueva armadura. Concentró la energía de la Contención en la punta de la lanza.
​El Dragón atacó con su cola. Kaelen la esquivó y clavó la lanza con todas sus fuerzas en la unión del hombro y el cuello. El cristal penetró la escama.
​El Dragón de Hielo rugió de dolor. La energía de la Contención se derramó en la herida, neutralizando la magia elemental del Dragón.
​Mientras el Dragón se retorcía, Tarrion, con una habilidad increíble, lanzó sus dos lanzas de cristal a los ojos del Dragón. El cristal se incrustó, cegando a la criatura.
​El Dragón, herido y ciego, se desorientó y se estrelló contra el cañón. El impacto fue tan fuerte que un alud de nieve cayó sobre la criatura, sellándola temporalmente.
​IV. La Herida y el Descanso Forzado.
​Kaelen se acercó al borde del cañón. —Lo hemos sellado. No lo matamos, pero está neutralizado.
​Tarrion, sin embargo, se había desplomado sobre la nieve. El fuego de hielo había quemado su brazo.
​—La magia es poderosa. Tendremos que detenernos. —dijo Tarrion, su voz un susurro de dolor.
​Kaelen revisó la herida. La congelación era rápida y profunda.
​«Déjalo. Es débil. El Guardián es más fuerte solo. Su vida es una carga.» Elara era implacable.
​Kaelen, sin embargo, no era un Ghoul. Era un Guardabosque. Él arrancó un trozo de su túnica interior y lo usó para vendar la herida.
​—Si eres mi guía, no morirás por un dragón menor.
​Kaelen encontró una pequeña cueva cerca, protegida por una fisura en la roca. Necesitaban fuego para sanar la herida, pero en este mundo de frío puro, el fuego era un lujo.
​Kaelen miró a Tarrion. Solo quedaba una opción: usar la energía de la Contención para crear calor y sanar al Maestro, aunque eso agotara sus propias reservas y lo hiciera más vulnerable a la influencia de Elara. El Fuego Frío.
​Kaelen depositó a Tarrion en el suelo de la cueva y se concentró. Usar la Contención para sanar era antinatural; la magia de la Niebla era para destruir.
​Kaelen colocó ambas manos sobre el brazo congelado de Tarrion. Forzó la energía que vibraba en su interior. La Contención fluyó, no como el frío puro que había usado para atacar, sino como una ola de calor antinatural, un fuego blanco y silencioso que no quemaba la piel, sino que combatía la congelación a nivel molecular.
​Tarrion gritó de dolor y sorpresa. —¡Detente! ¡Esto es magia de vida, no de Contención!
​—Tu cuerpo está luchando contra el frío. Mi cuerpo luchará contra tu cuerpo. —dijo Kaelen, su concentración absoluta.
​«Desperdicio. Mata al frío en él. Pero no lo sanes. No gastes nuestro poder en la carne débil.» Elara se quejó en su mente.
​Kaelen ignoró el susurro y forzó más poder. La temperatura en la cueva se elevó ligeramente. Kaelen sintió que sus propias reservas de energía se vaciaban rápidamente, y con cada unidad de poder gastada, la presencia de Elara en su mente se hacía más fuerte, más voraz.
​Finalmente, la piel de Tarrion volvió a un tono normal, y la quemadura de hielo retrocedió. Kaelen retiró las manos, agotado.
​VI. El Regalo del Ghoul.
​Tarrion respiraba con dificultad. Levantó la cabeza y miró a Kaelen con una nueva mezcla de asombro y miedo.
​—¿Qué has hecho? Esa no es la magia que nos enseñaron del Guardián. Es... sanación.
​—Es el precio de la supervivencia. —dijo Kaelen.
​Mientras su mente estaba en el vacío del agotamiento, Elara tomó la oportunidad. En lugar de matarlo, lo premió.
​La mente de Kaelen fue invadida por una visión fugaz, más clara que la anterior: la Torre de Piedra Azul vista desde arriba. Vio a los Artesanos del Hielo luchando contra un enemigo inesperado. No eran los agentes de Ironwood, sino una figura gigantesca y encapuchada, con una fuerza que hacía pedazos el hielo.
​Y lo peor: Kaelen vio el Dragón Blanco en el Corazón de Hielo, despertando. No era solo una bestia. La criatura estaba encadenada a un altar de obsidiana, y sus ojos no brillaban con ira, sino con terror.
​—¡No es la amenaza! ¡Es la víctima! —gritó Kaelen.
​«Silencio. Es un dios. Es el poder. Solo un Dragón puede albergar la Contención absoluta. Tú debes tomar su lugar.» La voz de Elara era ahora una orden divina.
​VII. El Corazón Cautivo.
​Kaelen se dio cuenta de la terrible verdad: el Dragón Blanco estaba encadenado y era la Contención Original. Los Artesanos del Hielo no habían creado la Niebla como un escudo; la habían creado como un método para controlar al Dragón, la verdadera fuente de la energía elemental de la que dependían.
​El Duque Ironwood no quería destruir al Dragón; quería tomar su lugar como el ancla de todo el Norte.
​—Tarrion. ¡Tenemos que darnos prisa! El Dragón no es el enemigo. Es la clave de la Contención Original. ¡Y si Ironwood lo libera, la Plaga de Frío consumirá el mundo!
​Tarrion, ahora recuperado, se puso de pie, su rostro serio. —Esa no es la enseñanza. El Dragón siempre ha sido nuestro guardián.
​—Ironwood está en la Torre. Va a usar a los Artesanos para liberar la Contención original. ¡Tenemos que detenerlo!
​VIII. La Carrera Final.
​Kaelen y Tarrion salieron de la cueva. Kaelen sintió una nueva urgencia. La voz de Elara, aunque más fuerte, ahora lo guiaba con una necesidad desesperada: si el Dragón era liberado, el cuerpo de Kaelen como ancla menor sería destruido.
​El camino hacia el Corazón de Hielo era ahora una carrera contra el tiempo.
​Tarrion señaló una fisura que ascendía por la montaña. —Es un atajo. Peligroso, pero rápido. Nos dejará justo sobre la guarida del Dragón.
​Kaelen no dudó. Con la armadura de escarcha brillando y su mente luchando contra los susurros de Elara, el Guardián se lanzó hacia el risco. Había dejado de ser un Guardabosque. Ahora era un guerrero que luchaba por salvar a su enemigo original, el Dragón, antes de que el verdadero villano, Ironwood, tomara el control absoluto del poder de la Niebla. Conclusión de la Escalada.
​IX. La Ascensión Desesperada.
​Kaelen y Tarrion comenzaron el ascenso por la fisura de la montaña que servía de atajo al Corazón de Hielo. La escalada era brutal. La roca basalto estaba cubierta de hielo negro, y el viento, cargado de la magia del Dragón, intentaba arrojarlos al vacío.
​Tarrion, a pesar de su reciente herida, era un maestro del movimiento vertical, moviéndose con ganchos de cristal y cuerdas. Kaelen dependía de la fuerza sobrenatural de la Contención y su entrenamiento de Guardabosque.
​«Cae. Él es lento. Si lo dejas, llegarás antes y el poder será solo tuyo. ¡Piensa en la gloria, Kaelen!» Elara intentó sabotearlo, su voz llena de una excitación casi sexual ante la cercanía del poder del Dragón.
​—No. Somos uno en esta carrera. Si caemos, la Contención muere, y Ironwood gana. —Kaelen se obligó a concentrar el fuego frío, no para sanar, sino para dar agarre y tracción a sus botas.
​X. La Visión de la Traición.
​A mitad de la escalada, Kaelen se detuvo en un saliente para tomar aliento. Abajo, en el desierto de hielo, vio una línea de figuras oscuras avanzando.
​—Son ellos. Los agentes de Ironwood. Y no están solos. —dijo Kaelen.
​Tarrion se unió a él. —Llevan a los brujos mayores. ¡Y esa figura! Es el Maestro de Espías del Duque, el que se encarga de los Pactos de Sangre.
​Kaelen sintió un escalofrío que no era de frío. Ironwood había enviado a su mejor equipo para el ritual. Esto no era una simple toma de poder, sino un golpe cósmico.
​Pero lo peor vino de la visión de Elara. Kaelen vio el Corazón de Hielo—la guarida—y vio a una figura familiar junto al altar de obsidiana: Giovanni.
​—¡No puede ser! —gritó Kaelen.
​«Tu amigo. El que te traicionó. Siempre lo supe. La debilidad del Guardabosque.» Elara se regocijó.
​Kaelen sintió una oleada de desesperación. Giovanni no podía estar allí por casualidad. O había sido coaccionado, o había traicionado a Kaelen para unirse a Ironwood. La imagen de su amigo, el único que le quedaba, junto al altar de obsidiana, golpeó a Kaelen con más fuerza que cualquier arma.
​XI. El Juramento Final.
​Kaelen, con el corazón roto por la posible traición de Giovanni, se negó a creerlo. No importaba la verdad; el Dragón era lo primero.
​—Tarrion, tenemos que ir más rápido. No es solo un Dragón. Es mi amigo.
​Kaelen dejó de preocuparse por el riesgo. Sacó su lanza de cristal y la clavó en la roca, usándola como punto de apoyo. Su cuerpo brilló con una intensidad verdosa.
​—¡Agárrate fuerte! —gritó Kaelen.
​Kaelen usó una ráfaga de energía de la Contención para impulsarse a sí mismo y a Tarrion hacia arriba, escalando el resto del risco con una velocidad vertiginosa. El esfuerzo fue casi insoportable, pero el miedo a la traición y la necesidad de salvar a Giovanni lo impulsaron.
​Llegaron a la cima. Abajo, se extendía una vasta cúpula de hielo. Era el techo del Corazón de Hielo.
​—Aquí es. La entrada es por el agujero central. —dijo Tarrion.
​Kaelen miró hacia el agujero humeante. Estaba listo para el enfrentamiento final: contra el Dragón, contra Ironwood y, lo más doloroso, contra la posibilidad de que Giovanni lo hubiera traicionado.




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