El guardián del tiempo

14

 

A estas alturas Belial ha tenido que leer dos veces el capítulo. Cuando terminó de leer la hoja se quedó incrédulo porque no esperaba ese tipo de muerte tan repentina y mucho menos que fuera Jarvis. Siendo sincero él quería que el primero en morir fuera Dorian. Pero se ha encontrado con la sorpresa que el primer asesinato cometido hacia la Gracia de Dios tuvo como objetivo al amable y sensible Jarvis, que, a pesar de ser un asesino, para él aquel hermano menor de los Ferdinand mostraba tener buen corazón.  «Tan buen corazón que tuvo que morir...» pensó incrédulo. «Creo que en este momento están dejando de agradarme las muertes sorpresas... ¿y a quién le va a agradar esto?»

Cuando leyó el capítulo por segunda vez su mente empezó a crear las imágenes y a exponer a los posibles asesinos de Jarvis. Por estar sumido en sus pensamientos no tuvo tiempo de percatarse con anticipación que el coche estaba pronto a llegar a su destino. El chofer tuvo que hablarle para llamar su atención y que Belial regresara al presente. Pidió disculpas por quedarse sumido en sus pensamientos, pagó el servicio y bajó del coche con tanta delicadeza que al cerrar la puerta del vehículo dedujo que la había empujado con poca fuerza dejándola abierta. Vio al coche alejarse, se dio la media vuelta, consultó su reloj y sin prisa se adentró a la estación de trenes. El tren zarpaba en diez minutos.

— Tengo tiempo de leer un poco más...Espera un momento, Lena. — Belial siguió impactado por lo que acababa de leer. Caminaba por la estación de trenes para llegar al andén — ¿Por qué has hecho esto tan repentino?

— Porque de eso se tratan las historias, Belial.

Volteó palideciendo al escuchar la voz de la joven, quién le veía con la ceja levantada. Todo fluía en la estación de trenes, personas moviéndose de un lado a otro hacia su destino, el ruido sobre los andenes, trenes que llegaban y otros que se iban, los avisos en toda la estación y la poca brisa que alcanzaba a pasar movía los cabellos rebeldes de la joven de un lado a otro. Él  recargó en la pared del andén y sólo bajaba la cabeza para ver a Lena a su lado.

La joven estaba de perfil mirando hacia el frente con los labios cerrados sin apretarlos como solía hacerlo, Lena, siempre estaba tensa, no movía el cuello de un lado a otro esperando que sus músculos o huesos dieran un chasquido, sólo veía a la nada con las manos en sus costados relajadas, sin apretar los puños, y la ropa que usaba, seguramente era la que tenía cuando la cremaron.

— ¿Estoy soñando?

Belial por un momento dudo en poner una mano sobre el hombro flacucho de la joven ¿qué etapa del duelo proporcionaba sueños tan lucidos que podían hacerte creer que estabas en la realidad? ¿Por qué soñaba demasiado a la joven si él casi no tenía sueños? ¿Por qué aferraba tanto sus manos al manuscrito? ¿Estaba volviéndose loco? ¿Cómo pudo quedarse dormido de pie sobre el andén?

— Eso crees —, respondió con enjundia — ¿Por qué no lo averiguas? Al fin y al cabo, señor Belial, usted es un demonio corrupto.

— Sigue molestando con eso y te veré en el infierno... — Susurró, si no estaba dormido no quería ser escuchado.

Lena sonrió.

— Abre los ojos Belial, ya vives en él...

El tren que Belial iba a abordar, arribó, llevándose con él a Lena mientras frenaba completamente, confundido, parpadeó un par de veces y jaló un dedo de su mano, al escuchar que el hueso tronó, se pellizcó fuertemente el brazo, todo lo que había hecho le indicó que seguía despierto, porqué pudo sentir el dolor y, antes de abordar, dio un pequeño salto; definitivamente estaba en la realidad y él, quizá en un par de días o meses, daría un pasó más a la locura o tendría que dejar su escepticismo de lado y creer que hay vida después de la muerte; su última opción era hacerle caso a su esposa e ir al psiquiatra. 

«¿Debo llamar a mi esposa y contarle lo que me pasa o debo dejar de leer por un tiempo?» Al abordar el tren y encontrar su asiento, después del suceso que había tenido en el andén, el lector se relajó un poco y vuelve a meter el manuscrito en su valija, no lo pensó dos veces y sacó su móvil para mandar un mensaje de texto:

 Nathan, necesito hablar contigo en persona ¿Nos vemos dónde siempre a las 9 p.m.?




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