El guardián del tiempo

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Belial estaba ahogándose con el sorbo de café que bebió al instante en que leyó el final del capítulo. Escupió parte del café al manuscrito y con drama se le salió un poco de líquido por la nariz. No está exagerando la trama de la historia, es su propio drama de fantasía, lo que hizo que reaccionara con tal sorpresa. Mientras tose, intenta limpiar las hojas con una servilleta, el café escurre poco a poco por el papel blanco. Intenta no volver a pensar en el asesinato de su amiga Lena, sabe que no ha sido Nathan su asesino, pero, cada capítulo lo mantiene alerta y lo hace imaginar cualquier suceso posible con su muerte. Ha descartado ir al psicólogo o psiquiatra, porqué quiere ser él quién analice su duelo.

Sintió un alivio tremendo por la muerte de Dorian. Y ahora se sentía identificado con las emociones que emanaba Joshua. Joshua, no era Nathan. Nadie de los personajes eran personas que conocía y eso lo estaba volviendo paranoico. No saber de dónde Lena había sacado las personalidades de los personajes le abrumaba, más porqué Lena, se usó como personaje principal. Una muerte que en realidad sucedió en el mundo real y no cree en las coincidencias.

— Esto está mal, muy mal. Debes tranquilizarte, es una historia, pura fantasía.

Después de limpiar el líquido de las hojas del manuscrito, se puso a limpiarse su ropa. Volvió a pedir más café a un mesero y se regocijo en el cómodo asiento que lo sostenía. Vio la hora en su reloj de mano y suspiró cerrando los ojos con alivio.

— Tengo media hora más... ser el destructor del mundo en las grabaciones me está agotando bastante con ese super traje tan sofocante. — Se alentó con sarcasmo en voz alta. Su nuevo papel, se basaba en un libro con una historia bastante peculiar del bien y el mal. Él había ido hacer audiencia para el personaje principal, que, para su suerte, era el protagonista y se había quedado con el papel. La historia comienza en un mundo diferente al de la Tierra, en otro sistema solar muy alejado del universo conocido por el hombre actual, todas las criaturas del planeta vivían en armonía, amaban al prójimo, trabajaban sus propias tierras, lo tuyo es mío y lo mío es tuyo, amaban la naturaleza, respetaban a sus dioses, podían hablar con ellos desde los confines del universo, tenían un cuerpo físico con facultades extraordinarias que sólo se usaban para la voluntad de los dioses, pero, el personaje de Belial, comenzó a corromperse con el paso de los años y todas las virtudes que los dioses le dieron a su cuerpo, fueron usadas para el polo opuesto.

La cafetería dónde estaba pertenecía al estudio de grabación y en su hora de descanso se había escapado de la vista de Richard, su agente, quién lo cuidaba demasiado desde que vio que no andaba en su sano juicio por la novela que estaba leyendo. Belial estima mucho a Richard y conociéndolo, lo iba a encontrar pronto.

Sacó el móvil de su bolsillo y buscó el número de su esposa. Apretó el botón verde y se acercó el aparato al oído.

— Amor… ¿puedo hablar con los niños?

También te amo y estoy de maravilla, cariño.

— Te amo más…Susan. — Rió.




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