El guardián del tiempo

3

 

El fin de semana parecía prometedor, su día de descanso lo dedicó a ver los programas favoritos de sus hijos en la televisión y leer un poco el periódico. Su esposa Susan, había ido al supermercado hacer las compras y él se quedó en casa. Habían hablado hace unos meses de turnarse cada semana, uno iba a las compras mientras el otro se quedaba en casa con los niños, ya que se dieron cuenta que era difícil controlar a dos niños berrinchudos por querer todos los dulces y juguetes que se cruzaban a su paso en el carrito de compras. 

Dexter y Carol se llevaban dos años, por eso aún era difícil hacer entender a Carol que ella es independiente de Dexter, lo que hace su hermano mayor ella lo imita todo el tiempo. Mientras sus pequeños están viendo la TV, Belial vuelve a sentarse en el sillón con el manuscrito que había dejado abandonado en su habitación; se colocó sus lentes y buscó la página donde se había quedado.  

Un recuerdo fugaz se plantó en su cabeza. Vio a Lena tecleando en su computador portátil, se encontraba tan metida en su labor de escribir, que cuando él se sentó frente a ella, la joven levantó un poco la mirada y le preguntó:  

– Dime un nombre masculino que te guste. 

– Dorian, como Dorian Grey. – Lena le miró desconcertada.  

– Dorian…Grey…por un momento pensé en Christian Grey… 

– ¡No!  

– ¡No, de ninguna manera! – Exclamó la chica mirando a Belial a los ojos con una sonrisa socarrona. – Este personaje debe ser misterioso, una roca, justo, leal, sigue las reglas... ama a los suyos...  

– ¿Y luego? – Cuestionó el actor ante el silencio de su amiga.  

Lena le miró de soslayo, se había perdido en sus propios pensamientos y la chispa que había en sus ojos color café se había perdido. Ambos amigos se miraron en silencio por unos segundos más, la joven, con un leve sonrojo desvió la cabeza hacía su vaso desechable con café, lo tomó con su mano derecha y con lentitud dio un largo sorbo. Belial, sin perder detalle de las acciones de la joven, observaba cauteloso esperando la respuesta de Lena. 

– Un viejo amor platónico, imposible e idealizado...  

Belial apretó la mandíbula, luego, frunció los labios haciendo una mueca. Imaginaba un poco al tipo de persona que Lena estaba describiendo en su historia físicamente, pero, con sinceridad siempre le intrigaba, las personas que servían de inspiración para los escritores, él sabía que la mayor parte del tiempo eran gente de verdad, que convivían con estos seres, que hacen catarsis mediante la escritura.  

– Suena un poco complicado... 

– Lo es, Belial. 

El recuerdo terminó, regresando a la realidad con el sonido de la televisión, se trataba de una canción infantil demasiado pegajosa, que sus hijos cantaban con tanta alegría y energía, que solo se concentró en ver a sus pequeños, ser niños y esperar, que el cosmocreator del universo le diera la dicha de verlos crecer y agradecer que cada día que pasara le diera la dicha de amarlos, protegerlos y enseñarles a cómo vivir en el mundo dónde se desenvolvían. 




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