El guardián del tiempo

5

 

«Asesinar a Lena, ¿por qué estoy pensando que esto es la evidencia de lo que ocasionó tu muerte?» El hombre bufó con pesar. Durante su vida, Belial ha perdido buenos amigos que se han distanciado por los giros inesperados que da la vida, pero, Lena ha sido una amiga a la cual la muerte llegó antes de tiempo, era demasiado joven para morir de un infarto. Belial no sospecha de Nathan, el pobre joven sigue devastado por la muerte de su novia; tanto que le da pena llamarle para saber cómo esta... No quiere que, al preguntar por su estado, empeore la situación donde quiera que esté.  

Está consiente que su etapa de negación le crea fantasías sobre la muerte de Lena, aunque desde que le llegó el manuscrito ha sospechado del método de entrega, ¿Lena sabía que iba a morir? Porque si estuviera viva, ella misma hubiese entregado el manuscrito en persona como lo hizo en el sueño. «Lena...harás que vaya a terapia por esto...» Bufó. «Murió, Belial. Son fantasías tuyas que van a volverte loco poco a poco.» A pesar de sus pensamientos y cordura, ya no pudo seguir con la lectura, pues sintió, la mirada que le dedicaba su esposa desde el espejo del tocador; Susan cepillaba su cabello para luego ir hacerle compañía en la cama al terminar. 

Belial hizo una mueca, como si su esposa le hubiera atrapado pensando en una travesura; sin embargo, la mirada que le dedicaba el amor de su vida, era bondadosa, cariñosa y tierna, una mirada que lo consolaba al instante. Susan, sabía que Lena le derretía el corazón; una vez en broma, su esposa le había dicho:  

– Creo que, en la otra vida, Lena fue tu pequeña hija.  

 – ¿Estás bien de la cabeza, mujer? 

– Espero que pronto...tengamos una hija que te derrita el corazón.  

Y no estuvo equivocada, dos años después nació Carol. Belial recuerda que, con mucha energía, entusiasmo y felicidad, invitó a Lena y a Nathan a una fiesta que había hecho, en honor a su esposa que esperaba a su amada Carol; Lena le había dicho que era demasiado alboroto por el nacimiento de un ser, que ni siquiera era participe de la celebración en su honor. 

– Una niña... – Comentó. – Estoy muy feliz por los dos... 

– Quiero saber... – Dijo Susan metiéndose a la cama lentamente sin dejar de observar a su esposo, que no estaba en el presente. – ¿Recuerdas más las vivencias que tuviste a lado de alguien que partió de este mundo, que cuando estaba vivo?  

Belial le miró sorprendido. Lo conocía tan bien, que a pesar de no leer su mente, sabía que pensamientos estaba teniendo.  

– Es lo que estoy evaluando... 

– Me he dado cuenta... – Susan besó sus labios con ternura. Fue un pequeño beso que lo volvió al presente. – Sólo quiero que sepas, que estoy aquí para ti...no encuentro las palabras correctas para consolar tu perdida, ni comprendo el sufrimiento que tienes, pero, es hora descansar y necesitas dormir...Belial. – Susan, tomó con delicadeza el manuscrito de las manos de su esposo y lo colocó en su mesa de noche.




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