El Guardián y la Hechicera Maldita

Capítulo 4

La noche en la que las sombras llegaron a la torre comenzó como cualquier otra, con el viento susurrando entre las piedras antiguas y la luz de la luna se filtraba por las grietas de los muros. Pero había algo en el aire, una tensión palpable, un susurro de peligro que erizaba la piel. Gael, acostumbrado a detectar las señales de una emboscada, lo sintió primero. Su instinto le advirtió antes de que los gritos de los cuervos resonaran en los cielos.

Se levantó de un salto para tomar su espada de la mesa junto a la ventana. Sus sentidos se agudizaron mientras sus ojos escaneaban la oscuridad que rodeaba la torre. No había ninguna luz que pudiera penetrar la negrura más allá de los límites del claro que rodeaba la construcción, sin embargo, el guerrero sabía que algo, o alguien, estaba ahí.

—Gael —la voz de Selene interrumpió sus pensamientos. Ella estaba de pie en el umbral de la puerta, envuelta en sombra y con sus ojos grises brillando intensamente bajo la luz tenue de las antorchas—. Lo sientes también, ¿verdad?

El chico asintió. Estaba concentrado, intentando descifrar de dónde vendría el ataque. De repente, un gruñido gutural rompió el silencio, seguido de un escalofriante aullido. Las criaturas habían llegado.

—Nos han encontrado —dijo él con tono sombrío. Su mente ya estaba trabajando a toda velocidad, planeando su próximo movimiento. Sabía que la torre, por mucho que hubiera sido construida para confinar a la hechicera, no resistiría a las fuerzas que los acechaban. Había llegado el momento de hacer lo que temía: huir—. Tenemos que salir de aquí —continuó con firmeza mientras la miraba—. No podremos contenerlas en la torre. No por mucho tiempo.

Selene frunció el ceño y tensó la mandíbula. Durante años, había estado encerrada en ese lugar, una prisionera de su propio poder y, ahora, después de todo, se veía obligada a salir. Su libertad, aunque forzada, también era una peligrosa tentación. Sabía que usar su magia para escapar sería arriesgado. Cada vez que lo hacía, sentía el poder oscuro de su maldición acechando en los límites de su control, esperando el momento para desatarse por completo.

—Si salimos… —comentó ella con la voz baja y tensa—, tendré que usar mi magia. Y sabes lo que eso significa. Podría… desatarla.

Gael la miró directamente a los ojos. Era consciente del riesgo, pero también sabía que no había otra opción. Morirían allí si se quedaban. Las sombras ya estaban rodeando la torre y pronto entrarían.

—No tenemos elección, Selene —respondió con calma, aunque su corazón latía con fuerza—. Si te quedas aquí, no tendremos oportunidad alguna. Necesito que confíes en mí. Te protegeré.

El destello de duda en los ojos de ella se desvaneció mientras asentía con resignación. Ella también sabía que era la única opción.

El aire se volvió más pesado, cargado de magia oscura mientras los aullidos de las criaturas se acercaban. El Guardián y la hechicera salieron al vestíbulo principal de la torre. Las puertas de madera temblaban bajo la presión de algo enorme que intentaba abrirlas desde el exterior. Golpes sordos resonaban en las paredes de piedra, como si las sombras se deslizaran por cada rincón, buscando grietas para colarse.

Gael le echó un rápido vistazo a la estructura. La torre había sido construida para confinar, no para resistir un asedio, y estaba claro que no podría protegerlos por mucho más tiempo. Tendrían que huir por el túnel secreto que llevaba hacia el bosque, una antigua ruta de escape que conocía gracias a los planos del lugar.

—Por aquí —ordenó para que la chica lo siguiera.

Mientras descendían por las escaleras de piedra, los muros parecían vibrar con cada impacto de las sombras que golpeaban el exterior de la torre. Los gruñidos y chillidos de las criaturas se volvían más fuertes, una cacofonía que parecía alimentarse del miedo que se iba gestando en el aire.

Llegaron a la base de la torre, donde una puerta oculta, cubierta de hiedra, les daba acceso al túnel que el guerrero había planeado usar como vía de escape. Tiró de la palanca oculta y la puerta se abrió con un crujido de siglos de inactividad.

—Esto nos llevará fuera de la torre —explicó el chico al cruzar el umbral—. Pero una vez que estemos fuera, tendremos que correr. No podemos detenernos.

Selene no dijo nada, pero la mirada en sus ojos era de determinación. Tenía muy presente que la lucha solo acababa de comenzar.

***

El túnel oscuro los llevó hasta las profundidades del bosque que rodeaba la torre. A medida que emergieron entre los árboles, el aire frío de la noche los envolvió. El cielo estaba cubierto por nubes negras y la única luz que los acompañaba era la de la luna que se filtraba en ocasiones entre las ramas.

No habían avanzado mucho cuando un rugido aterrador resonó a su espalda. Las sombras los habían seguido.

—¡Corre! —gritó Gael mientras empujaba a la chica para que se adelantara. Desenvainó su espada, preparado para enfrentarse a lo que fuera necesario.

La hechicera corrió, pero apenas había avanzado unos metros cuando una de las sombras apareció ante ella, una criatura oscura y amorfa con ojos brillantes y dientes afilados. El guerrero se lanzó hacia ella con rapidez, cortando la sombra con su espada. Pero esa criatura no era de este mundo, por lo que no podía ser destruida tan fácilmente.




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