El Guardián y la Hechicera Maldita

Capítulo 5

El viento frío del norte azotaba con fuerza los rostros de Gael y Selene mientras avanzaban a través de las tierras que bordeaban el reino de Aldar. Era una región inhóspita y olvidada, alejada de la civilización y llena de peligros ancestrales que pocos se atrevían a explorar. Los caminos estaban cubiertos de espesas capas de maleza y niebla que parecían susurrar secretos antiguos, como si las sombras mismas los acecharan. A pesar de la hostilidad del entorno, el guerrero y la hechicera no tenían otro remedio más que continuar. Las criaturas que los perseguían estaban cerca y detenerse no era una opción.

El Guardián lideraba el camino con su mano firme sobre la empuñadura de su espada, siempre alerta a cualquier señal de peligro. Cada paso que daban los alejaba más de la torre, pero no de la amenaza que los perseguía.

Selene caminaba en silencio al lado del guerrero con su capa negra ondeando al viento y con la mirada clavada en el horizonte incierto. Aunque intentaba mantener su compostura habitual, Gael notaba el cansancio en sus ojos. La magia que había usado durante la huida de la torre le había pasado factura y, pese a que no lo admitiera, cada vez que lanzaba un hechizo, parecía más agotada.

—Debemos encontrar un refugio —dijo él al romper el tenso silencio que los envolvía—. No podremos seguir así por mucho tiempo. Si nos enfrentamos a otra emboscada en este estado, no sobreviviremos.

La hechicera lo miró de reojo con expresión neutral, pero con una pizca de vulnerabilidad que antes no había mostrado. Había algo en el tono del chico, una preocupación genuina, que la sorprendía. Hasta ahora, había pensado que él solo lo veía como una carga, una misión impuesta por el rey, aunque ese tono revelaba algo más.

—Hay un bosque no muy lejos de aquí —respondió ella con voz suave y firme—. Antiguamente, mi madre me habló de él. Es un lugar en el que la magia fluye más lentamente. Podríamos encontrar refugio allí y ganar algo de tiempo.

Gael asintió sin hacer más preguntas. Había aprendido a confiar en el conocimiento de la chica, pese a que el reino entero la considerara una amenaza. Su magia, aunque peligrosa, también los había salvado en más de una ocasión. Y mientras avanzaban juntos por esas tierras desconocidas, el guerrero comenzó a verla bajo una nueva luz. No era solo la hechicera maldita que todos temían, sino una mujer atrapada por circunstancias fuera de su control, luchando por mantenerse fiel a sí misma.

***

No mucho después de haber reanudado su marcha, el paisaje empezó a cambiar. Los árboles se volvían más altos y los caminos más sinuosos, cubiertos por una niebla espesa que hacía difícil ver más allá de unos pocos metros. A medida que el crepúsculo caía, la sensación de ser observados se intensificó. El Guardián mantenía su mano sobre la empuñadura de su espada, mas sentía que los ojos que los seguían no eran de criaturas mortales.

De repente, un crujido en el bosque los alertó. Gael se detuvo en seco, alzando una mano para que la chica también lo hiciera. El sonido se repetía, hojas secas que se quebraban bajo el peso de algo pesado y furtivo. En un abrir y cerrar de ojos, una figura oscura emergió entre los árboles, un ser alto y encapuchado que parecía flotar sobre la tierra. Su rostro no era visible, pero una energía oscura irradiaba de él.

—Un mago oscuro —murmuró Selene al reconocer la figura de inmediato.

Gael dio un paso adelante mientras desenvainaba su espada, pero antes de que pudiera atacar, el mago levantó una mano y lanzó un hechizo que lo paralizó. Una cadena invisible parecía atarlo en el lugar con el cuerpo rígido, incapaz de moverse.

La hechicera dio un paso hacia adelante con las manos levantadas en defensa. Sus ojos brillaban con un poder que luchaba por contener.

—Si la quieres a ella, tendrás que luchar —gruñó Gael, aunque apenas podía mover los labios.

El mago oscuro soltó una risa sibilante, una que resonaba como el eco de una caverna vacía.

—No vine aquí por la hechicera —dijo con una voz etérea, carente de emociones—. Vine por ambos. El reino ha sido advertido y sus días están contados. Las sombras se ciernen sobre Aldar y nada los salvará.

Selene, sin embargo, no se dejó intimidar. Sus manos comenzaron a brillar con un tenue resplandor y una corriente de energía fluyó desde su cuerpo hacia el suelo. El mago oscuro pareció notar el cambio y, en un instante, lanzó un rayo de energía negra hacia ella.

La hechicera estaba preparada. Con un movimiento rápido, levantó una barrera mágica que absorbió el impacto del hechizo. Sin detenerse, lanzó un contraataque: una ráfaga de luz blanca que envolvió al mago y lo hizo retroceder mientras emitía un chillido agudo. La criatura se disolvió en sombras, como si nunca hubiera estado allí.

El cuerpo del guerrero se liberó de su parálisis y cayó de rodillas, jadeando.

—¿Estás bien? —preguntó ella al acercarse a él. Mantenía su tono frío y distante.

Gael asintió al levantarse lentamente. Aunque había enfrentado peligros antes, luchar contra la magia oscura era una experiencia completamente diferente. Observó a la chica con una nueva admiración. Su poder era inmenso, pero también lo era su control, algo que le sorprendía cada vez más.

***

Después de ese enfrentamiento, continuaron su camino hasta el bosque del que Selene había hablado. Era un lugar antiguo, con árboles enormes cuyas raíces se entrelazaban en el suelo creando caminos ocultos. Allí, en el corazón del bosque, encontraron una pequeña cueva natural que ofrecía un refugio temporal.




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