Ivanka
Es una tarde perezosa, perfecta, y Luna la ha identificado como la oportunidad perfecta para caminar llena de felicidad por toda la casa.
—Ivanka ¿Podemos meternos en la piscina? Por favor.
Una parte de mí se ilumina al instante con la idea. La frescura del agua, la risa de Luna… suena a paraíso. Pero otra parte se pone en alerta. Blake no está. ¿Se molestaría si llevo a su hija a la piscina sin su permiso explícito? La última cosa que quiero es sobrepasar un límite, especialmente después del momento que ayer compartimos en el gimnasio.
—No sé, cariño —digo, acariciando su suave cabello—. Tu papi no está. Tal vez deberíamos esperar para preguntarle.
El rostro de Luna se desploma, sus labios forman un puchero que podría ablandar el corazón más duro. No puedo hacerle eso. Necesito una solución. Busco a Eleanor, la encuentro en la cocina, amasando una masa con movimientos rítmicos y expertos.
—Eleanor, una pregunta —comienzo, sintiéndome un poco tonta—. Luna quiere meterse en la piscina. ¿Crees que Blake se molestaría? No quiero…
Eleanor me interrumpe con una sonrisa cálida y un brillo pícaro en los ojos. Saca un teléfono móvil moderno y sencillo de su delantal.
—Pregúntasela tú misma. Es el contacto número tres —me tiende el dispositivo—. Es mejor que escuche tu voz directamente. Le alegrará el día.
Mis dedos tiemblan ligeramente mientras tomo el teléfono. El tono de llamada suena una, dos veces…
—¿Qué pasó, Eleanor? —la voz de Blake responde al otro lado. Su voz está llena de preocupación como si esperara una mala noticia.
Me aclaro la garganta, sintiendo un calor repentino en las mejillas.
—Hola, Blake. Soy yo, Ivanka. Lamento interrumpirte.
Hay un silencio breve, casi imperceptible, pero lo noto.
—Ivanka. No es una interrupción. Dime —su tono ha cambiado, ahora habla con suavidad.
—Es solo… Luna quiere meterse en la piscina. Y yo quería asegurarme de que no te importara. Que esté bien que la lleve.
—Claro que sí —responde sin dudar—. No hay problema. Solo asegúrate de no descuidarla ni un segundo, ¿entendido? Aunque sepa nadar, nunca, nunca se la deja sola. Ni por un instante.
—No te preocupes. La cuidaré con mi vida.
—Lo sé. Debo volver al trabajo. Que se diviertan.
—Tú también. Cuídate mucho.
Hay otra pausa. Más larga esta vez. Puedo casi sentir su sorpresa al otro lado de la línea.
—Lo haré —dice finalmente, y su voz es un susurro ronco, casi íntimo—. Nos vemos luego, mi cisne.
La línea se corta.
—¡Dijo que sí! —anuncio, y la explosión de alegría de Luna es la respuesta perfecta.
Corremos arriba. En la habitación de Luna, le elijo un adorable traje de baño de una pieza, estampado con pequeñas sirenas y con una falda fruncida. Sus ojos brillan de emoción. Luego, vamos a mi habitación. Mientras entro al walking closet a cambiarme, Luna se sienta obedientemente en el borde de mi cama, balanceando sus piernecitas.
Me pongo un traje de baño de una pieza, de color verde olivo. La parte de arriba es de un solo hombro, dejando el otro al descubierto. Cuando salgo, Luna me mira con los ojos muy abiertos.
—¡Guau! —exclama—. ¡Estás hermosa! Pareces una princesa del mar.
Una sonrisa amplia y genuina se dibuja en mis labios. Me acerco al espejo de cuerpo entero y me observo. La mujer que me devuelve la mirada ya no es la espectral figura pálida de hace meses. Me siento bien. Me siento bonita. Y la admiración en la mirada de Luna es el mejor de los halagos.
Me envuelvo en un pareo de gasa ligera del mismo color, tomo la manita cálida de Luna y bajamos hacia la piscina exterior.
Al salir al jardín, noto algo de inmediato. Ethan y Liam ya están en sus puestos, discretos, pero presentes, vigilando el perímetro. Sin embargo, hay una diferencia. Sus miradas, generalmente analíticas y escrutadoras, evitan deliberadamente dirigirse a mí. Escanean los árboles, el cielo, la línea de la valla, cualquier cosa excepto a la mujer con el traje de baño bajo el pareo.
Dejo el pareo en una tumbona y, con una carrera de unos pasos, me lanzo a la piscina con un clavado limpio. El agua fresca me envuelve como un abrazo liberador. Nado con fuerza hasta la parte menos profunda y estiro los brazos.
—¡Ven, Lunita! ¡Yo te atrapo!
Sin un ápice de miedo, se lanza desde el borde con una risa que es pura alegría, cae directamente en mis brazos. El chapuzón nos salpica a ambas, y nuestras risas se mezclan, llenando el aire tranquilo de la tarde. Las horas empiezan a pasar, marcadas por juegos y la simple felicidad de estar juntas. En ningún momento me aparto de su lado. Su pequeña mano busca la mía bajo el agua.
De repente, escucho las voces al unísono de Ethan y Liam, firmes y respetuosas:
—Buenas tardes, señor.
Mi corazón da un vuelco. Me giro y lo veo.
Blake se acerca a la piscina con su andar seguro y silencioso. Responde al saludo de sus hombres con una leve inclinación de cabeza. Se detiene junto a una tumbona, se saca el teléfono y la billetera del bolsillo de sus pantalones cargo y los deja sobre la mesa. Luego, se pone en cuclillas al borde de la piscina, justo frente a nosotras. Sus ojos me encuentran primero, recorre mi rostro, mi cabello mojado, mi hombro desnudo, antes de posarse en su hija.
Editado: 28.10.2025