Maldición... me queda poco tiempo.
Aún recuerdo ese fatídico día como si se tratase de ayer, ese día que selló mi destino.
Tocaba mi guitarra sentado a la sombra de mi árbol favorito, tratando de escribir una nueva melodía sin tener mucho éxito. Para ser sincero, la composición nunca fue lo mío... mi amigo Tomás era quien se encargaba de eso, o al menos así fue hasta que encontró alguien más con quien tocar, llevándose sus canciones con él. Si no escribía una pieza pronto, terminaría en la calle con mí hermana.
Un acorde... dos...
Nada parecía sonar bien.
Entraba en desesperación cuando de pronto una sombra parecía flotar sobre mí, cubriendo los rayos de sol que permitían mi escritura… o falta de ella.
Al alzar la vista, se encontraba frente a mí la más bella mujer que mis ojos habían presenciado, como ninguna existente en mi aldea. Tomó asiento a mi lado, acariciando mi rostro con su suave tacto... su mano tan delicada como la más fina seda, sus ojos de un intenso verde esmeralda junto con su largo cabello escarlata. Verla era como admirar a una diosa de los antiguos relatos.
- Mi nombre es Aisha -incluso su voz se escuchaba como un canto de ángeles-, puedo ayudarte a escribir la canción que buscas, así como también muchas más.
Tanta belleza me era imposible de creer, y su propuesta sólo la hacía más atractiva ante mis ojos.
- ¿Y cómo piensa hacerlo, bella dama? Más aún, ¿por qué le ofrece tal propuesta a un don nadie como su servidor? -murmuré sin evitar preguntarle.
- Soy un hada, encanto -decía Aisha con esa voz tan melodiosa-. si aceptas ser mío, yo te daré la habilidad de entender nuestro lenguaje: la más pura y viva esencia de la imaginación. Un mundo de canciones cobrará vida por tus manos en menos de un chasquido. Sólo pido una cosa a cambio...
- ¿Quiere oro? ¿Joyas? debe saber que no poseo muchas cosas, pero no creo que eso baste como pago para tales maravillas.
- No requiero de oro, tampoco joyas, ni de cualquiera de los tesoros materiales humanos.
- Entonces, ¿qué es lo que busca una hembra como usted que no posea en este momento?, ¿qué hace falta en su vida?
Al hacer mi pregunta, la dama tomó mi instrumento, colocándolo al lado para sentarse sobre mis piernas, viéndome con esos ojos penetrantes mientras acariciaba mi rostro.
- Te deseo a ti... tu amor.
- Disculpe, no comprendo. -dije, ahogando mis ansias por besarle.
- Acepta ser mi amante hasta el fin de tu vida... eso es lo que pido a cambio.
Su amante. Parecía una locura. Si era cierta la naturaleza que afirmaba tener, ¿qué podría darle a cambio un mortal como yo a un hada como ella? Tal vez estaba cansada de una vida inmortal, quizás sólo buscaba diversión... y yo estaba dispuesto a ofrecérsela. No dudé en aceptar.
Aisha, al escuchar mis palabras, lució la más hermosa sonrisa en sus perfectos labios, sellando nuestro trato con un profundo y apasionado beso. Jamás me habían besado de esa forma, parecía como si el tiempo se congelara para nosotros... no me di cuenta que habían trascurrido tres horas cuando Aisha se levantó de encima mío.
- ¿Y? ¿Me llevarás a tu casa? -preguntó la dama.
- ¿Desea ir a mi hogar? No sé si sea lo correcto, mi hermana...
- Tranquilo, sólo tu podrás verme -pronunció el hada mientras mordía sus labios, sospecho que se trataba de sus ansias.
Suspiré, tomé mi guitarra y al sonreír con cierta travesura, comencé a guiarla de vuelta a mi aldea.
En cada farol podía ver el rostro de Tomás, cada vez más famoso... una ola de envidia inundó mis pensamientos… ¿qué universo tan injusto podía permitirle cumplir sus sueños mientras yo me pudro en este desagüe?
Al darse cuenta del rumbo que tomaba mi mente, Aisha tomo mis mejillas, viéndome a los ojos.
- Pronto será tu foto la que tapizará las ciudades, se olvidarán de ese hombre que te traicionó.
Sólo reí, lo veía como un sueño imposible de alcanzar. Tomás tomó su decisión, tanto como mi antiguo compañero, mi viejo amigo, mi confidente… y el ex esposo de mi hermana.
Una vez en mi hogar, ignoré a mi hermana durmiendo al lado de la chimenea, no era la primera vez que la encontraba en ese lugar y sabía que tampoco sería la última. Dormí profundamente esa noche.
Editado: 17.09.2019