El Hada Casamentera y el Rey del Infortunio Amoroso

Prólogo

—Él es un caso perdido, el destino no lo quiere ver junto a otra persona —Si la Conexión personificada decía algo así debía ser cierto.

¿De verdad podía existir alguien tan desafortunado?

—Yo reescribo destinos antes del desayuno, Yuina. Todos los humanos tienen un hilo rojo predestinado. No hay ninguno que escape del amor —mencioné, mi barbilla erguida, la mencionada se cruzó de brazos, sentada en el gran pedestal elevado.

—El amor es la más estúpida de las invenciones —La voz de Mallory, el Desamor, resonó por toda la gloriosa estancia dorada.

Me mantuve firme, rodeada por la Orden, las Antiguas, los pilares de nuestro mundo, con sus nombres que resonaban en los ecos de milenios y la que me observaba con una mirada rojiza.

—Si es tan estúpido, ¿por qué lo defiendes? —respondí, con la arrogancia que me caracterizaba.

Emel, el Hada del Deseo, una silueta de seda roja, se rió entre dientes.

—No defendemos el amor, Verena. Le servimos —aclaró.

—Mi trabajo es unir, no servir. Yo no creo en el amor. Mi única creencia es mi impecable récord —Me crucé de brazos, desafiante. No hubo ninguna negativa.

Yo era la casamentera más joven y la más exitosa, capaz de reescribir nudos del destino con la misma facilidad con la que un humano se ata los cordones de sus zapatos. Quien hacía que las historias terminaran bien, sin importar lo mal que empezaran.

—¿Para qué me han llamado? —cuestiono, desinteresada, observando mi teléfono donde visualizaba los hilos rojos de mis clientes desde la Matchpk, nuestra plataforma y red de trabajo—. Tengo una cita con el príncipe de Mónaco en una hora y está teniendo un "accidente" con la princesa.

—Siempre tan eficiente —Farah, el Hada de la Emoción, chasqueó su lengua, su ojos brillaban con multitud de luces fugaces—. Tenemos un nuevo encargo para ti. Uno que nadie ha querido aceptar.

—¿Incluso la misma Orden teme fallar? —pregunté con sorna, mi ceja arqueándose hacia ellas.

—Es diferente. El hilo de este hombre solo parece, deshecho —Yuina suspiró, que quien representa la Conexión entre almas se viese preocupada era grave—. Se trata del Rey del Infortunio amoroso.

Al oír aquel sobrenombre, una risa se escapó de mis labios.

—¿Zaiden Montesco? ¿El magnate de la moda que se tropieza con un camarero y le lanza la copa de vino a la cara de su cita, solo para descubrir que la mujer es alérgica a ese justo tipo de vino y termina en el hospital? ¿El que hace que un simple restaurante se incendie por una vela o el que todas las citas terminen en un escándalo mediático y en desgracias?

El tipo era un verdadero desastre. La noticia salió ayer en internet. Ya veo porque nadie quiere aceptar su caso.

—El mismo —Emel asintió, con una mueca, como si solo escuchar sobre él le diese dolor de cabeza—. Su caso es un desastre. Ningún hada quiere acercarse.

Las que lo han hecho regresan con sus poderes agotados, perdieron su brillo, y juran que es un caso que no tiene arreglo.

—¿Y me llamaron aquí como su última esperanza? —dije, señalándome a mí misma con un gesto dramático.

—Eres la mejor Matchmacker. Por eso… —continuó Mellory. El Desamor me miraba con una intensidad que me incomodaba.

Fruncí mi ceño, analizando la situación. Escuché rumores sobre él. Un hombre rico, guapo y jodido. Como olvidar cuando en las noticias salió su primera cita. Ella cayó de un tejado, directo a una piscina de lodo.

—Me niego —decliné de inmediato, interrumpiéndola.

—¿Qué? —exclamaron las cuatro Antiguas al unísono.

—¿Por qué se sorprenden? —Arquee una ceja, con diversión frente a sus reacciones—. Mi reputación es mi activo más importante. Y Zaiden Montesco es una responsabilidad que va en contra de mi marca. Es un fallo garantizado. Mis clientes quieren uniones perfectas, no desgracias hilarantes.

El Hada del Deseo, con una sonrisa astuta, se inclinó hacia mí.

—Si lo logras, Verena, tu poder crecerá y serás recompensada.

Entrecerré mis ojos hacia Emel por sus palabras. Las Antiguas son los seres más poderosos de este mundo, y luego de ellas, en la cadena alimenticia, seguía yo. Mi poder inmenso superaba a cualquier otra de mis compañeras, incluso se asemejaba al de las cuatro grandes, haciendo que mi influencia en las decisiones de la Orden fuera fuerte, aumentar mi poder solo haría crecer mi estatus.

Además de que ser recompensada por la Orden, sin importar lo que fuese, era una oportunidad magistral. La oferta era demasiado buena para rechazarla, y tal vez mi orgullo se impuso sobre mi lógica.
Después de todo, el Rey del Infortunio solo era un humano más. ¿Qué podía salir mal?

—Perfecto, entonces acepto. Me encantan los retos —respondí con una sonrisa. Al final, no había nada más emocionante que arreglar lo que se creía irremediable—. Consideren el amor del Rey del Infortunio como un caso cerrado.

Abrí la pantalla de mi teléfono y la Match.pk me dio la bienvenida con un mapa mundial reflejado. Chasqueé mis dedos, mi cuerpo se disolvió en un destello de luz junto al del móvil y desaparecí de la sala de la Orden.

Mi cuerpo reapareció en París, justo frente al Louvre. Mantuve mi forma mágica, invisible a los ojos de los humanos, mi mente ya estaba trabajando.

¿Cuánta mala suerte puede tener Zaiden Montesco? ¿Qué tipo de mujer busca? ¿A qué clase de mujer le gustan los hombres que provocan incendios?

«Esto será una tarea difícil.»

Justo en ese momento, mi teléfono vibró con el sonido correspondiente a mi Gmail. Abrí la notificación de mi correo con el asunto "Cliente especial". Al leer el mensaje una pequeña risa salió de mis labios por el contenido.

"Hola Verena, soy Mila Montesco, tengo siete años y te necesito. Vi en la televisión que eres un hada, ¿verdad? Mi papá olvida sonreír cuando la gente se va, y dicen que tú haces que se queden. Te daré mis galletas favoritas si consigues que alguien se quede a su lado y vuelva a sonreír. Mi papá se llama Zaiden."




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.