El hada del Bosque

El Hada del Bosque

Hace mucho, mucho tiempo, en el corazón del Continente Aurora, existía un pueblo llamado Ver´Mon, habitado por seres majestuosos: toros y vacas de imponente estatura, con cuerpos humanoides, erguidos sobre dos patas y manos fuertes en lugar de pezuñas delanteras.

Su hogar eran las Montañas Rojas, un lugar sagrado para ellos desde los tiempos ancestrales. A pesar de la escasez y el sufrimiento que reinaba tras una gran tormenta de arena —que secó la montaña, volvió la tierra estéril y obligó a recorrer largas distancias en busca de agua y comida— los Tauros jamás pensaron en abandonarla. Decían que aquella tierra, por más árida que se volviera, era su legado, su promesa con los ancestros.

Vivían como los antiguos aborígenes de nuestro mundo: respetando la naturaleza, sobreviviendo gracias a la caza y el trabajo colectivo. Su líder era el Kal, o Jefe Tribal, un Tauro de gran sabiduría llamado Ladder Cuernos de Sol. Pero también contaban con un guía espiritual: Galierb, uno de los pocos chamanes verdaderos que quedaban en Olympia, y quizás el más sabio.

Fue Galierb quien, una noche de luna llena, pronunció una profecía que marcaría el destino del pueblo:

—Un día, una niña sin pelaje llegará desde la luz —anunció, con la voz temblorosa pero firme—. Y con ella, vendrán los tiempos de abundancia.

Durante años, la profecía mantuvo viva la esperanza entre los más viejos. Pero el tiempo es cruel con los milagros, y poco a poco, aquella visión fue relegada a los cuentos que las abuelas contaban antes de dormir.

Hasta que, en medio de una tormenta, algo cambió.

Una Tauros anciana llamada Matma bajaba por la montaña cargando tinajas vacías, rumbo a un arroyo cercano al bosque. Necesitaba recolectar agua antes que la lluvia empeorara. El viento rugía, la tierra estaba resbalosa, y los relámpagos surcaban el cielo con furia.

De pronto, un rayo cayó cerca del bosque, tan cerca que el estruendo la lanzó al suelo. Aturdida, Matma se incorporó con esfuerzo. Iba a volver a casa cuando algo llamó su atención: entre los árboles, en el lugar donde había caído el rayo, brillaba una luz dorada. Pero no era fuego. No era humo. Era una esfera cálida, pura… mágica.

Empujada por una mezcla de temor y curiosidad, se acercó. La esfera palpitaba, como si respirara. Y justo cuando tendió su mano para tocarla, la luz comenzó a desvanecerse lentamente. Lo que reveló hizo que sus ojos se llenaran de asombro y ternura:

Allí, en medio del barro y la lluvia, dormía una pequeña bebé humana, envuelta apenas por un halo de calor que aún persistía.

Sin pensarlo, Matma se quitó su capa empapada y envolvió al bebé. La acunó con delicadeza, temblando al sentir la fragilidad de aquella criatura. Sus grandes manos, acostumbradas a la rudeza del trabajo, temblaban al sostener aquella vida nueva.

Apurada y con el corazón latiendo fuerte, recogió algunas tinajas y escondió a la niña entre sus ropas. Su choza, por suerte, estaba un poco alejada del poblado. La tormenta rugía con fuerza, y nadie la vio llegar.

Apenas cruzó la puerta, encendió una pequeña fogata, buscó viejas mantas que guardaba desde los días en que sus propios hijos eran pequeños, e improvisó una mamadera como pudo. Sentada junto al fuego, la anciana Taurina mecía a la bebé, que dormía en paz, como si el rayo no la hubiera tocado jamás.

Fue entonces cuando Matma supo, sin necesidad de señales ni palabras, que esa niña estaba destinada a algo grande.

Durante dos días, Matma cuidó en secreto de la pequeña, temerosa de que los demás no comprendieran el milagro que había presenciado. La alimentaba, la abrigaba, y le cantaba canciones que ni ella recordaba haber aprendido. En lo profundo de su corazón, sentía que esa niña no era una simple criatura caída del cielo: era una respuesta.

Pero en el poblado, el rumor crecía. Algunos decían haber visto un destello en el bosque. Otros aseguraban haber escuchado un llanto extraño en medio de la tormenta. Finalmente, incapaz de cargar sola con aquel secreto —y comprendiendo que no tenía derecho a ocultar un destino mayor que ella— Matma fue ante el Kal.

El consejo tribal se reunió bajo el Gran Toldo, donde se discutían las decisiones más importantes. Allí estaba el Kal Ladder Cuernos de Sol, imponente incluso en el silencio, y a su lado el viejo chamán Galierb, envuelto en su túnica de plumas y ceniza.

Cuando Matma entró cargando a la niña entre sus brazos, el murmullo fue inmediato.

—¿Qué es eso? —exclamó uno.
—¿Es… una cría humana? —preguntó otro, con incredulidad.
—¡Está viva! —dijo una tercera voz, con una mezcla de asombro y miedo.

Matma se arrodilló, levantó a la niña para que todos pudieran verla y habló con el tono de quien está segura de lo que ha visto:

—No la encontré. Ella vino a mí. Apareció entre la lluvia, envuelta en luz. No hay duda… esta es la niña de la profecía.

Un silencio profundo se extendió por el toldo. Galierb, que no había dicho palabra, se acercó lentamente. Con manos temblorosas, tomó a la bebé y la alzó hacia la luz de la mañana. Cerró los ojos, murmuró una oración ancestral… y cuando volvió a abrirlos, estaban húmedos de emoción.

—Sí —dijo, con voz apenas audible—. Su esencia no pertenece a este lugar… pero ha sido elegida por él. Esta niña traerá el cambio. Es la esperanza que nos fue prometida.

El Kal asintió con gravedad. Luego se volvió al consejo:

—Debemos decidir ahora qué haremos con ella. ¿La criamos como una más de los nuestros… o la devolvemos a la montaña?

Las opiniones fueron divididas. Algunos temían que fuera un presagio de destrucción. Otros, que su presencia atrajera desgracias. Pero la mayoría sentía algo inexplicable al mirarla: una paz, una calidez, una chispa de alegría que hacía tiempo no conocían.

Y así, como por magia, todos empezaron a llamarla Eliana, que en su lengua ancestral significaba “la que llega con la luz” en el idioma humano “Mi Dios ha respondido”.



#1173 en Fantasía
#197 en Magia

En el texto hay: fantasia, cuento, aventura

Editado: 24.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.